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Kamasi Washington – Razzmatazz (Barcelona)

Al día siguiente a la actuación de Kamasi Washington, leía a muchísima gente sorprendida por el llenazo (entradas agotadas) y la excitación palpable entre la audiencia que asistió a su actuación, mucha de ella joven. A mí no me extraña, por varios motivos, y algunos son más que axiomáticos.

La primera vez que Kamasi pisó la Ciudad Condal en solitario (recordemos que debutó antes dentro del marco de Primavera Sound), ya lo hizo en la sala Barts con un lleno considerable. En la misma gira, todavía presentando The Epic, a pocas semanas de las salida de Heaven And Earth, llenó la hermana mediana de Razzmatazz (más de mil tickets). Así que este «no hay entradas» en la sala más grande que ha pisado por aquí, es causa y efecto de la bola de nieve que se ha ido creando desde 2016, el año de su actuación en PS.

No, no espero que el público de ayer acuda en masa a las actuaciones de otros artistas que programa el propio Festival de Jazz de Barcelona, o que le den un tiento a las programaciones mensuales del Jamboree o El Molino. No seamos tan papistas. Sería genial, pero también lo sería que yo fuera millonario. Lo de Kamasi se entiende ahora como en los setenta se entendió  a Miles Davis dentro del concepto rock, ya que el primero es un referente para esta generación, aún y cuando el jazz no sea su plato favorito. Tienen a (me lo invento) Idles, Geese, Fontaines DC y luego a Kamasi. Hace un puñado de años era así: Hendrix, Zepp, Neil y Miles, o Coltrane. Kamasi es el que se ha colado; supongo que por meritos propios. Y ha sido gracias a The Epic, el triple de 2015, que como bien indica su título, es ÉPICO; uno de esos trabajos que cambian las reglas del juego. En su caso, el jazz y la vida de un puñado de los entonces futuros músicos.

Respecto al recital en Barcelona, y ya que hemos mencionado el futuro, está bien que Kamasi mire hacia adelante. Él debe tener un pie aquí y otro allá. De ahí que entiendo la aportación del dj dentro de los parámetros de la banda. Otra cosa es cómo introduces eso en el concepto de tu música. Porque lo que el dj hizo no casó, fue más un añadido forzado que una aportación creativa. Incluso lo de dejar que todos marchasen del escenario para él «pasar» «Get It» e introducir sus matices, pareció un corta y pega. Qué bueno hubiera sido si a mitad de la canción todos hubieran enganchado y se hubieran enzarzado en una jam hasta llevar el tema de George Clinton a otra galaxia.

Creo que el concepto de presentar Fearless Movement, su última obra, lo tomó demasiado en serio. Prácticamente, ninguna concesión a discos anteriores. Amo Fearless, pero muchas de esas canciones no ruedan en vivo con la naturalidad de las de Epic o Heaven… De entrada, debió dar más intensidad a los duelos con el trombonista y haber realzado las frases de las canciones con mayor ímpetu, ya que a veces carecían de ese brillo extra que debe aportar el directo. Por cierto, un trombonista, Ryan Porter, que ayer estuvo más fuera que dentro, cosa que no sucedió en visitas anteriores.

Por otro lado, su padre, Rickey Washington, no es un portento en el saxo soprano; tampoco en la flauta. Eso restaba, indudablemente. Al igual que la afonía de Patrice Quinn, cosa que llevó a reestructurar el repertorio. Cómo, si no, dejas fuera una de las gemas de Fearless, «Computer Love». ¿Momentos álgidos? El inicio con «Lesanu». Ahí se marcó Kamasi su mejor solo en toda la noche. ¿No fue capaz de superarse a sí mismo en las siguientes dos horas? No, rotundamente. Brilló en pasajes aquí y allá, pero no volvió a tomar el centro del sonido con tanta luz. Eso sí, ejerció de perfecto maestro de ceremonias, dando paso al lucimientos de los músicos por tandas, como si de un pase de escuela se tratase: primero el pianista, luego el batería…

Eché en falta terriblemente a Miles Mosley y el espectáculo que resultaba ver un segundo batería. Ignoro el porqué de estas ausencias. Supongo que a la entregada audiencia esto le debieron parecer nimiedades, pues la exaltación general era más que palpable. Yo salí desorientado, con la idea de que podía haber sido cien veces mejor de haber estructurado el set de otra forma. Sensaciones, son solo eso. Nos vemos en un futuro no muy lejano.

Texto: Sergio Martos
Fotos: Lili Bonmatí

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