No todos los conciertos son iguales. Algunos parecen más bien experiencias, de esas que te sacan durante hora y media de la realidad. Y lo de Ichiko Aoba en la sala Paral·lel 62 fue exactamente eso. Como sumergirse en las aguas profundas del archipiélago Ryukyu, en el que se ha basado para escribir su último disco, Luminescent Creatures (2025), una obra inspirada en el folclore de las islas más remotas de Japón.
Su voz no parece de este mundo. Su forma de cantar, a ratos, recuerda a la fragilidad de Vashti Bunyan, a la pureza de Linda Perhacs, o incluso a Jónsi de Sigur Rós cuando deja caer esos sonidos etéreos que se confunden con cantos de ballenas. Pero lo suyo es otra cosa. Podría decirse que es más cercana a la mística de Ryuichi Sakamoto o a Harold Budd, aún sin parecerse del todo a estos. Es un folk ambiental que no admite comparación, que trasciende las etiquetas y pasa a ser un estado mental. Como una especie de sueño de color azul.
Desde el momento en que sale a escena y comienza a cantar, en un escenario totalmente minimalista, con el único acompañamiento de una guitarra y una mesa con varios objetos y un teclado, todo el mundo en la sala permanece en silencio absoluto. Pero absoluto de verdad. Ni un murmullo, ni un vaso cayendo al suelo, ni un móvil iluminando la sala.
El concierto fue un recorrido por su último trabajo y algunas joyas de su discografía. Abrió con “Kororonosekai” seguida de “Sagu Palm’s Song”. Puro hipnotismo. “Dawn in the Adan” sonó especialmente emotiva, confirmando la conexión entre su último álbum y el anterior, Windswept Adan (2020). Cuando por fin usó el teclado, hacia la mitad del concierto, lo hizo sin estridencias, con pequeños loops. “Asleep Amongst Endives” fue el punto de inflexión, su canción más reconocida y de lo mejor del lote junto con “SONAR”, de su último álbum.
En la recta final, hubo espacio para momentos más ligeros. Así, en “Uta no Kehai”, explicó que la compuso para intentar reconciliar a unos amigos, dedicó “Clockwork Universe” a su maestro, dejando clara su habilidad con la guitarra, mientras que para el bis nos regaló los dos momentos más cálidos del concierto, con “Sayonara Penguin” y “Mr Sun”.
Sorprende que una propuesta como la de Ichiko Aoba, que a priori parece tan minoritaria, haya logrado este reconocimiento fuera de Japón. Sin embargo, lo cierto es que su música trasciende cualquier barrera idiomática o cultural y nos demuestra que hay espacio para experiencias como esta en escenarios cada vez más grandes. Ojalá más artistas así, y ojalá más público dispuesto a dejarse llevar por estas propuestas.
Texto: Álvaro Rebollar
Fotos: Marina Tomás Roch
Impresionante directo.
Tenéis el set list entero, por casualidad? En setlist.fm está incorecto y me gustaría comprobar un tema que me gustó y no conocía.
Gracias!