La vocación retro de Neal Francis está fuera de duda desde su debut con Changes en 2019, presentándose en sociedad cómodamente instalado en los sonidos de finales de los sesenta y casi toda la década siguiente. De hecho, podríamos calificar dicha carta de presentación casi de (camuflado) disco tributo a Allen Toussaint, tan patente era la deuda con el padrino de Nueva Orleans.
Amplificó la fórmula dos años más tarde con el siguiente, el sobresaliente y más psicodélico In Plain Sight y ahora nos deleita con un tercer álbum que iguala –y por momentos supera– las dos entregas anteriores. Un disco en el que vuelve a navegar entre el funk (especialmente en los tres primeros pepinazos), el soul y el rock de raigambre negroide con una facilidad pasmosa y, pese a todo, un tanto engañosa; al menos en este caso, pues al parecer tuvo que enfrentarse a numerosos momentos de frustración creativa durante la grabación del mismo: “Grababa muchas voces en casa”, explica Francis. “Cada vez que necesitaba empezar de cero, presionaba el botón RTZ, que significa Return To Zero. Hacía toma tras toma, pero por muy frustrado que estuviera, me decía a mí mismo que mantuviera la calma, hiciera inventario y luego volviera a empezar”.
Y parece que la fórmula de la paciencia funcionó. Tomando como armas principales su voz y sus teclados, tan dinámicos como versátiles ambos, y acompañado de los músicos de su banda de directo, Francis se las apañó para acabar dando forma a once canciones, la peor de las cuales no baja del notable (muy) alto. Y es que Return to Zero es un puro deleite más analógico que digital, con una producción inteligente y mucho menos fanfarrona de lo que suele ser habitual cuando, actualmente, se revisan aquellos años; un magnífico, inspiradísimo viaje a la música de baile de los setenta, a esa dimensión disco soul de sábado noche, pero también al soft rock de los primeros/mediados setenta y a los combos funkadélicos que todos conocemos.
Una puesta al día, absolutamente disfrutable en cuanto se aprecia, se siente sincera y auténtica, desprovista de vacuas imitaciones, de aquellos sonidos que en su día protagonizaron nombres como Earth, Wind & Fire, George Clinton, Hall & Oates, los Ohio Players, Doobie Brothers o la Steve Miller Band, por poner sólo algunos ejemplos.
Eloy Pérez