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David Johansen, personalidad intacta hasta el final

Foto: Dena Flows

 

Recuerdo como si fuera ayer cuando a pocos días de llegar la primavera de 2004, Morrisey anunciaba algo que llevaba tiempo anhelando, reunir lo que quedaba de los New York Dolls para el festival Meltdown de Londres, del que él fue director en esa edición. Lo logró y algunos se echaron las manos a la cabeza. ¿Los Dolls sin Johnny Thunders y Jerry Nolan? ¡Herejía! En esos tiempos no estábamos tan familiarizados a ver esta clase de reuniones, había un poco más de escrúpulos hacia el tema, aún y cuando esta era una práctica común en el negocio desde el principio de los tiempos.

Yo, por mi parte, sentí morbo. Había visto a Sylvain Sylvain años atrás en la sala Magic de Barcelona y el tipo estaba estupendo. Así que no dudé de él un solo segundo. Más difícil era creer que Arthur «Killer» Kane pudiera dar la talla. Aunque todo se centraba en David Johansen. Si tienes a la Monna Lisa y es perfecta (dentro de su imperfección) tal y como la recordabas, ¿para qué intentar devolverla al mundo presente con una versión actualizada?

Seamos sinceros, David había pasado, como buen artista, por muchas fases desde la ruptura original de los Dolls en el 75/76: cantante solista con pasado legendario, actor de series y películas, se reconvirtió en Buster Poindexter y se adelantó al revival swing y jump blues en más de diez años, y para cuando los Dolls se reformaron, estaba tocando blues alucinante con los Harry Smiths, con quienes publicó dos discos buenísimos. Una carrera inspiradora, fascinante, en la que fue creciendo como cantante, mejorando como el buen vino. ¿Pero volver a ser el frontman de una de las bandas más peligrosas de todos los tiempos?

Morrisey, tu música no me gusta, pero te agradezco tanto que lograras tu objetivo… Ver ahí a Johansen, en el centro de los Dolls, fue una bendición, un regalo llegado del cielo. Rebosaba carisma, vestía con clase, se movía con un estilo único, desprendía una personalidad fuera de duda y, lo mejor, cómo cantaba; qué profundidad en la voz, qué vocalización, qué fuerza, qué cosa tan única, por el amor de dios.

Lo de los Dolls duró 7 años, y lo disfruté tanto como me fue posible: en Azkena (dos veces), en la pequeña sala Sidecar, cerca de casa en el Salamandra de Hospitalet, en Londres… Recuerdo momentos increíbles en su presencia: lanzando pétalos de rosas al aire en Hospitalet, la primera vez que le oí entonar «Lonely Planet Boy» en la carpa de Azkena, su beso en la mejilla a Sylvain, ese brazo izquierdo estirado que acababa con la mano caída al estilo de una vieja estrella de Hollywood, el descaro con que pasaba las letras de las canciones que andaban en el carpesano encima del atril visible para la audiencia en medio del escenario… Vaya tipo.

De esa reunión salieron tres discos: uno resultón, One Day It Will Please Us To Remember Even This; una gema absoluta, Cause I Sez So; y un disco para la discordia en el que Syl y David llevaron a la banda a rincones bailables y artys, disco que sin embargo ha envejecido de fábula: Dancing Backward In High Heels. Bien, ¿no? Después llegó el silencio y David estuvo aquí y allá, sin moverse en exceso del área neoyorquina. El elegante concierto/documental Personality Crisis: One Night Only dirigido por Martin Scorsese le situó en el mapa de la relevancia, pero David seguía siendo un grande de culto, maldita sea la expresión. No volvimos a verle en concierto y tampoco grabó otro álbum.

Hace unos días se supo que el cantante llevaba cinco años batallando al cáncer. La cosa empeoró cuando cayó de mala manera el día después al de  acción de gracias del año pasado. Se montó un proyecto de financiación colectiva para que los fans pudieran hacer donaciones y ayudarle a pagar los tratamientos médicos, pero ha servido de poco, ya que ha fallecido tan solo tres semanas más tarde. El cantante tenía 75 años y era el último miembro de los Dolls en pie, tras las muertes de Arthur Kane en 2004 y Sylvain Sylvain en 2021.

Decir que se le va a echar en falta es decir algo trivial y evidente, aunque por otro lado es la verdad. No hay tipos como David Johansen, no hubo tantos entonces y no habrá otro en el futuro. Me encantaría que todo el que lea este pequeño escrito disfrute del video de la canción «One Man’s Meat» que cantó para Gary Lucas. Después sería conveniente ver uno de los dos capítulo de Oz en los que participó, la serie de HBO. Para rematar con la escucha de «Jet Boy» al 11.

Luv, David.

Texto: Sergio Martos

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