Si en tu currículum eres capaz de poner que empezaste a currar en la banda de James Harman en 1980 y que, a partir de ahí, estuviste en empresas tales como Roomful of Blues, The Big Rhythm Combo, The Fabulous Thunderbirds, The Mannish Boys, Bobby Jones o Los Fabulocos (aparte de contar con varios discos a tu nombre) la verdad es que puedes presentarte a cualquier entrevista con la cabeza bien alta. No es el caso con Kid Ramos, obviamente, pero se entiende el símil. Porque en esta ocasión, fue a él a quien acudieron, cuando recibió una llamada de un viejo amigo pastor, James Rasmussen: “James me contó sobre la obra misionera que llevaba a cabo en el extranjero. Había perdido la confianza en la gente a la que apoyaba y en cómo se gastaban el dinero (…) Decidió empezar a apoyar a músicos que tocaban gospel y difundían el mensaje de esa manera, y quería saber si quería hacer un disco de Dios. Por supuesto, tuve que llamar a mi hermano Brian Templeton y se apuntó al proyecto. Grabamos todo en vivo en prácticamente dos días».
En el resultado, este más que interesante Strange Things Happening, editado por NOLA Blue Records, Ramos se dedica a reinterpretar en clave blues una serie de clásicos del góspel. Clásicos, en su mayoría, ya revisitados por infinidad de artistas de renombre en el pasado, de Bill Monroe a Elvis, de Mahalia Jackson a Johnny Cash, pero aun así susceptibles de una nueva vuelta de turca, tal y como nos demuestra aquí el guitarrista.
Con la ayuda, como decía, de Brian Templeton de los Radio Kings (el cual, a su vez, tiene su propio sello discográfico cristiano, Straight Street Records) y de su hijo, Johnny Ramos, en las voces (escuchen lo que hace este último en «Oh, What a Meeting», telita), las sesiones contaron asimismo con Dave Limina al piano y Hammond, el bajista Mike Tuturro y Stephen Hodges a la batería.
¿El repertorio? Pues desde clásicos como «How I Got Over», escrito por Clara Ward en 1951, el «I’m Working on a Building» del patriarca A.P. Carter (atribuido a él, sí, pero en realidad transmitido popularmente desde mucho antes, como tantos otros) o ese «Nobody but The Lord» popularizado sobre todo por Alvin Darling, hasta propuestas en clave más blues rock como las de «Jesus Dropped the Charges» o «An Answer for Isaac», esta última de su propia cosecha.
Pero si tuviera que destacar un solo momento del álbum, aunque difícil pues todo él raya a un nivel considerablemente alto, sería escogiendo esa magnífica relectura de la ya de por sí preciosa «Every Grain Of Sand» del renacido Dylan, inserta en aquel Shot of Love de 1981, última entrega de su trilogía cristiana. Seis minutos en los que Templeton se sale, y que ya valen por sí solos un acercamiento a este trabajo; aunque el resto, como venimos diciendo, no le vaya a la zaga.
Así que un último consejo: comulguen ustedes cada domingo, o se caguen en Dios al más mínimo contratiempo, déjense llevar por el fervor religioso musical que ha impreso Ramos en cada surco de este álbum. Lo pasarán bien, palabra.
Eloy Pérez