En tiempos convulsos como los que estamos viviendo ahora, hay algo que olvidamos con facilidad: la gratitud. Hacía las cosas y hacía las personas. De hecho, un rato antes del concierto de Nubya Garcia, en una sala contigua en el mismo edificio, se presentaba el Record Store Day de este año. Curiosamente, el embajador para esta edición es otro saxofonista, un Dani Nel·lo con un discurso siempre coherente.
Y precisamente, en el que dio esa tarde, habló de la gratitud por los discos y, sobre todo, con las personas que le habían enseñado a amarlos: la familia y la gente de la que aprendió y le asesoró desde pequeño en las tiendas de discos.
Al hilo de esto, Nubya Garcia también agradeció a la gente que todavía compra entradas para ir a conciertos: ese es el mayor desafío para los músicos. Porque, como dijo ella, todo ha subido de precio, los billetes de avión, los hoteles, la comida. Por tanto, salir de gira es una aventura que no todo el mundo se puede permitir. Por eso ella, con total sinceridad, reconoció el esfuerzo de quienes emplean sus ahorros para escuchar su música en vivo. Y, una vez visto y vivido el concierto, se confirma que lo de Nubya es de otro nivel. En un momento dado, en uno de esas cimas de exaltación musical, un compañero que tenía al lado me dijo: ¡qué nivel! Así que, el dispendio quedaba justificado.
Siendo una de las representantes más llamativas de la nueva escena de jazz londinense, ella tiene todas las claves. Conjuga lo clásico con los sonidos que imperan ahora, desde la elegancia y el buen gusto. También desde la emoción y algo que a veces falla en estos contextos; Nubya es muy próxima y goza de una naturalidad pasmosa. Pero por otro lado, rezuma magia. Y está atenta a los detalles: los cuatro rosas que decoran el micro, ese incienso que solo se intuye. Y luego, los tres músicos que la acompañan, tres portentos a la batería, a los teclados y al contrabajo. Un conjunto en el que prima el equilibrio, cada uno está en su sitio brillando cuando se le requiere. Todo muy sutil, muy preciso. Y Nubya propulsando su encanto y ese tacto para tocar el saxo, a veces más salvaje y otros instantes más delicados. Y, ante todo, cuidando las atmósferas, el clima que respiraba la sala.
Habló de la mala suerte con Barcelona cada vez que pisa la ciudad, ya que casi siempre llueve. También de las dificultades con los trenes, pero, en el fondo, lo que ella tiene es gratitud. A pesar de las trabas. Algo que comunica a la perfección: se siente una afortunada por hacer aquello que la llena tanto. Y por poder presentar un disco como Odyssey y por el viaje que este ha supuesto: un reto mayúsculo que puso ante nuestros ojos. El ejemplo más preciso es “Triumphance”, la última pieza que en la que exploró todas sus cualidades; el tempo, el riesgo, ese sosiego y el diálogo entre las palabras y esa música tan propia del siglo XXI, plural y diversificada (la bailan los expertos y todos esos jóvenes intrépidos con ganas de descubrir tesoros). Una comunión que, con las luces ya encendidas, confirmó la sospecha: Nubya Garcia es, como dijo el compañero, de otro nivel.
Texto: Toni Castarnado
Fotos: Fernando Ramírez