El Molino se marcó un nuevo tanto al programar el retorno de Joey Burns y John Covertino a la capital catalana. En esta ocasión la formación de Tucson (Arizona) ideó un formato reducido a tres elementos que, si bien no alcanzó las notas álgidas de conciertos con mayor número de músicos, hizo las delicias de un público que abarrotó las dos sesiones dispuestas.
Calexico Trio (bautizo para la gira) fue un pequeño y gracioso engaño. Cierto es que hasta la mitad de la velada, Burns, Covertino y el todoterreno alemán Martin Wenk (trompeta, bajo, lapsteel) guisaron todo el suculento ágape, pero a partir del delicioso instrumental “Turquoise”, el terceto se convirtió en quinteto, ya que aparecieron sobre el escenario Jordi Mestres (contrabajo) y Willy Fuego (guitarra), fantástico apoyo local que no les abandonaría hasta el saludo de despedida; en la Sala Villanos de Madrid, Jairo Zavala “DePedro” fue el escudero de lujo. Debido al sold out mencionado, tan solo pudimos asistir al segundo pase y nos consta que hubo cambios de repertorio respecto al primero, contratiempo que no debería trastocar mucho la concepción total del espectáculo, magnífico en todos los sentidos. Nos adelantamos a las conclusiones definitivas.
Es imposible repudiar a Calexico, al menos si eres mínimamente sensato. Su concepción musical se basa en extraer pedacitos de rock, folk, americana y latin, juntarlos en un puzzle (complejo de unir), para conseguir el embrujo total. Evidentemente, si los tímpanos del oyente no cuadran con los ecos a Cohen, J.J. Cale, Ry Cooder o festivas cumbias de raíz, la teoría de la sensatez se derrumba por completo. La visita al otorrino se antoja indispensable.
Joey Burns (un encanto de persona) y los suyos arrancaron con “Pepita”, un precalentamiento en el que empezamos a apreciar las virtudes instrumentales del impecable y empático frontman con su guitarra eléctrica. Con la fabulosa “Sunken Waltz” comenzó a mostrarnos sus otras aptitudes: eficaz narrador y cantante notable, de aquellos que susurran notas, contándonos, con sentido, historias de vida. La banda apretó fuerte en “Glimpse” y se balanceó en la cumbia-reggae “Lost Inside”; acabábamos de situarnos y el goce ya era mayúsculo.
Superadas “Two Silver Trees”, The Black Light”, “Frank’s Tavern” y “News about William” y “Harness the Wind”, en los que asistimos a momentos prodigiosos de Wenk con la steel, el canto ensoñador de Burns y los certeros golpes (siempre en su sitio) de las baquetas de Covertino, llegó el máximo entusiasmo. Antes de la aparición de los invitados Fuego y Mestres, atacaron, sin piedad, con el “Misirlou” de Dick Dale (trompetazos de Wenk) y ofrecieron el díptico “Not Even Stevie Nicks…/ “Love Will Tear Us Apart”. No descubro nada al comentar que con el tema de Joy Division (excelentemente incrustado en la dupla y en tono rocker) los presentes alucinaron. Euforia conseguida.
El hechizo continuó con “Stray” (latinazo de cuidado), “Siempre es Azul” (muy bien cantada por Willy Fuego) y “Cumbia de Donde”, espectacular hasta la vista.
No conocemos el formato pero regresarán pronto o al menos lo deseamos. Llenaron, convencieron, disfrutaron y les encantó el remozado cabaret. Bárbara exhibición de algarabía y competencia.
Texto: Barracuda
Fotos: Marina Tomás