Demos una cálida bienvenida a una de esas bandas que van a alegrarnos algo más que la temporada. Recién llegados desde la siempre efervescente ciudad tejana de Austin, Restos practican un country rock de corte clásico, a veces con aparato eléctrico, otras con un toque fronterizo que invita a tomar la carretera y adentrarse en el desierto, siempre con una pegada y un gancho melódico fuera de serie.
Iniciaron en las inmediaciones de Girona una extensa gira que les llevará por nueve localidades repartidas a lo largo y ancho de la piel de toro. Lo hicieron nada más y nada menos que en el concesionario local de Harley-Davidson, reconvertido para la ocasión en una roadhouse al más puro estilo sureño por gentileza de Concerts Impossibles, esa pequeña gran promotora de conciertos que se dedica a programar veladas inolvidables en entornos singulares.
Arrancaron con ese himno en potencia que es «I Came Here to Rock’n’Roll», declaración de principios desde el mismo título. Ecos de Jayhawks, Neil Young e incluso los primeros Wilco, en una de las piezas que forman el hasta ahora único álbum del quinteto, el formidable «Ain’t Dead Yet» (2023). Evocaron al Tom Petty más jovial y vitamínico con las irresistibles «Wild Heart» y «Make It», también con la propia «Ain’t Dead Yet».
Marcaron un punto y aparte con la que sin duda es una de las perlas más preciosas de su repertorio, la deliciosamente melancólica «Thinking of You», que encadenaron con una polvorienta lectura de «Leave the City», de Magnolia Electric Co. Alcanzaron velocidad de crucero al ritmo urgente de «Time». Y inyectaron nervio punk por la vena a «Pancho and Lefty», el clásico de su paisano Townes Van Zandt.
Remataron la faena con «Noah», rescate del cancionero de Western Youth, banda ya extinta en la que solían militar cuatro de los cinco componentes de Restos –de ahí su actual denominación–. Superlativo ejercicio de tormentoso folk rock con desenlace lisérgico al más puro estilo Crazy Horse. La voz rota de Graham Weber estallando en mil pedazos y dejando paso a un diálogo de alta tensión entre la guitarra de Mark Nathan y el teclado de Sam Powell. No se los pierdan cuando pasen por su ciudad.
Texto: Oriol Serra
Fotos: Sergi Fornols