Había mucha expectación por presenciar la actuación de Maika Makovski en el Antzoki. Una cola que casi salía de la acera dejaba claro que el predicamento que tiene por estos lares roza el paroxismo entre sus fieles. Y con su nuevo trabajo bajo el brazo, la coctelera de estilos denominada “Bunker Rococó”, la mallorquina se presentaba en una plaza en la que no tuvo que sudar la victoria.
Con tan sólo aparecer ya tenía a su público encantado. Así que nada podía salir mal y nada salió. Acompañada por una banda sólida, cuya apariencia era más de orquesta que de otra cosa, apareció en escena con una peluca excesiva, que a primera vista, a uno le recordó el gorro del luchador daguestaní Khabib Nurmagomedov, pero no, era una peluca de estilo Rococó y de esta guisa comenzó un concierto inicialmente ambiental y tenebroso.
Bajo la importancia de unos violines supremos, “Muscle cars” y “A.I.” ponían a la sala bajo una capa tenebrista, intensa y con aires a Kate Bush, PJ Harvey e incluso la Lana del Rey más oscura. Las fuentes de las que bebe Makovski son amplias y de nivel. Su apertura estilística, sus experimentaciones musicales amplias y su enganche con la audiencia es sólida y respetuosa. Incluso el tono crepuscular cuando porta la guitarra (“The Brotherhood”) está plenamente justificado con un inicio de concierto que luego viró hacia sonidos y ritmos más accesibles. En casi todos sus temas de inicio había algo que reflejaba una estructura poco habitual, atípica, de las que te hacen mantenerte muy atento.
“The Spanish Inquisition” y sobre todo la gran “Iron Bells” (con un inicio apoyado en los vientos y el inicio más duro hasta el momento) nos recordó a la tortura interior de Nick Cave. Pero también hay luz en la nueva propuesta de “Bunker Rococó”, un disco valiente que hay que escuchar unas cuántas veces para degustar todos sus matices. Y en Bilbao sonaron los once temas del mismo. Con la colaboración a la voz de Anni B.Sweet, “My head is a vampire” no sonó tan maravillosamente tenebrosa, quizás en esa última parte del concierto la oscuridad inicial se vio despejada con la luz de temas más vitalistas como “Love you till I die” (una de esas declaraciones de intenciones de enamorados que rara vez se cumplen), “Language”, o “Lava Love”.
Y con “The Door”, y un bis interpretado por ella sola, “Song of distance”, finalizaba un concierto que, para muchos de los presentes, se asemejaba a una experiencia mística auspiciada por el talento multidisciplinar de la artista mallorquina. Y con su despedida “Gracias por venir y gracias por volver” emplazaba a una futura visita que, visto lo visto, tiene un cariz más que meramente musical.
Texto: Michel Ramone
Fotos: Dena Flows