La noche fría, los abrigos largos, la larga cola en la entrada de la Sala But y esa escalera roja para bajar al patio. Las luces sobre el escenario y una pantalla al fondo apuntaban a que esta sería una velada en la que la magia del cine bajaría a bailar con la de la música. Lo que no esperábamos era que el primer brindis lo daríamos por el tan reciente, apenas unas horas antes, fallecimiento del gran icono, el gran referente para el total de la cultura audiovisual, David Lynch.
Como en un cine, se apaga la sala y un silencio respetuoso nos deja escuchar, alto y claro, a Mercedes Sosa cantando, como no, “La Estrella Azul”. En medio del escenario, como un pilar, se alza un magnífico bombo legüero, un bombo típico de la provincia argentina donde se sitúa parte de la historia que nos cuenta la película, con dibujos y pegatinas que nos dejan vislumbrar la sombra de Mauricio Aznar. Tras los instrumentos se enciende la pantalla que abarca todo el fondo del escenario. Pepe Lorente en el papel de Mauricio nos da la espalda en esa primera escena, camina y se adentra en el misterio, ese tránsito transformador, ese viaje que hemos vivido todos los que que hemos disfrutado la película, desde Zaragoza hacia Santiago del Estero junto a la familia Carabajal.
Claqueta. Prevenido. ¡Acción!
Entran 4 músicos a escena: Carlos Gracia a la batería, Guillermo Mata al bajo, Jhonny Sierra al saxo y Alberto Solobera a la guitarra. Abren camino con una fronteriza introducción, la versión instrumental de una chacarera titulada “Para un alma que se eleva”, compuesta por Peteco Carabajal, hijo del padre de la chacarera, Carlos Carabajal. Se calienta el sendero con fuertes bum bums que se transmutan en ritmo funk para traernos a un Pepe Lorente triunfal a la segunda guitarra eléctrica y con camisa negra con bordados blancos. Comienza el rockandroll con “Esa chica que se llama Soledad” del álbum “Al Este del Moncayo” de 1987: “Dios no hizo la tierra donde me pueda ubicar, soy solo un hombre sin hogar…” Una canción que perfila con lápiz fino la sustancia del personaje salvaje, irónico, ligón y piedra perdida que mostraban las canciones de “Más Birras”.
Sin apenas silencio entra el pegadizo y cómico rock “Beber no cura”, versión del “Summertime Blues” de Eddie Cochran, en el que un expresivo Pepe conjuga su sobresalientes dotes actorales con las de un fantástico frontman dejando a un lado la guitarra para alentar al público a cantar junto a él, contagiarle su vital energía elevando los brazos, y mostrar la oreja para escuchar a todas y todos responder: ¡Beber no cura pero ayuda a enloquecer!.
Rápido como una locomotora dan paso a “Maldita sea mi suerte” que nos trae nostalgias de con olor a walkman, casetes y cine kinki. Ritmos de caravana y la voz de Pepe tan cercana a la de Mauricio empujan el foco para iluminar a Johnny estremeciéndose al saxo en un lúcido doble final.
Es el momento de dar paso al director de la película, Javier Macipe, que ejercerá de segundo frontman. Pepe, con esa labia tan peliculera presenta como un reverendo en una noche crepuscular: “Macipe es aragonés y cabezón como pocos: Le dijeron que esta película no se podía hacer, que no iba a funcionar, le dijeron que solo iba a interesar a unos pocos, pero Macipe se centró en una pequeña historia, ¡que resultó ser universal!”. El filme ha sido nominado a 7 Goyas y como bien decía Pepe, “Goya, que es otro de los que nos han traído hasta aquí, nació en Fuendetodos en la provincia de Zaragoza, otro zaragozano como nuestro amigo Mauricio. Pepe bendice los pasos de Javier Macipe, esos pasos que hicieron real lo imposible. Por eso esta es una noche para continuar soñando.
Es Macipe quien ahora se mete de lleno en el papel de Mauricio Aznar, calcando su voz a dúo con Lorente y después cantando a cuatro voces con el resto de la banda en el temazo “Promesas rotas”, esas promesas que se firman en la noche pero desaparecen al amanecer.
A la guitarra acústica, Javier Macipe se hace fuerte:“Yo creía que era libre y solo era un prisionero más, encerrado en las fronteras de mis deseos…” en la sentida canción “Sin sentido”, del disco “La última traición” de 1991. Alberto Salobera hace uno de esos punteos redondos que ya no se escuchan en los conciertos de hoy.
Entre canción y canción, Pepe demuestra que es un grande electrificando la conexión con su público, apelándoles y recibiendo gritos de amor y jolgorio, y cuando ya todos comemos de su mano, los dos cabecillas de la velada se atreven con una canción que, como ellos dicen, daba sentido al principio de todo. Macipe y Lorente emprenden, con resolución y carisma, el “ I’ve just seen a face” del LP Help! de The Beatles. Continuaron con punteos de surf y rockandroll con la rítmica y mítica canción de Más Birras, “Tren de medianoche”.
Y empezamos con los cameos e invitados especiales como ocurre en toda buena película, es el momento de dar paso al escenario a la maravillosa voz de la banda Fuel Fandango. Ella es Cristina ‘Nita’ Manjón, para cantar “Moliendo café”. Rezuman aromas al viejo cafetal tropical entre los fronterizos sones de Willy DeVille y aires de Ruben Blades. Nita suma brillo y terciopelo con su hermosa voz a los ritmos percusivos para elevarnos junto a un saxo en espiral hacia uno de los momentos más álgidos y cálidos del concierto.
Como en “La rosa purpura del Cairo” el cine vuelve a hacer presencia para pasar al segundo acto. Vemos a Mauricio en escena llegando por fin a la casa de Atahualpa Yupanki y un caballo se le acerca en una suerte de realismo mágico. Un alto en el camino para adentrarse en la respuesta de la búsqueda, el rostro de una sombra, el eco de un canto o siempre un adiós. Escuchamos recitar por encima del celuloide a Pepe Lorente, que como un viejo Jorge Cafrune, nos introduce la canción que Mauricio Aznar compuso justo después de dejar la banda “Más birras”, una letra que cuenta a modo de tango callejero cómo él seguiría libre por siempre como un “Orejano”.
De entre bambalinas aparece la actriz y cantante mexicana Andrea Bayardo, conocida. Andrea se ha curtido entre cine y música como intérprete de musicales, teatro y programas televisivos. Pepe acompaña con su bombo, tiempo después me contaron que el mítico luthier El Indio Froilán, leyenda viva de la música de Argentina que también aparece en la película, se lo fabricó exclusivamente y Pepe se lo trajo. Andrea canta con garra dulce el tema “Vida y camino” y poco a poco se van sumando, primero uno, después los dos, luego los tres.
Toca presentar a alguien que se enamoró tanto de la película que cruzó al otro lado del Atlántico para poder vivir in situ el estreno de la película en tierras argentinas. Una fiesta empieza en una nueva escena en la pantalla, vemos alegría nocturna en el pueblo, todos bailan y Jairo Zavala de la banda Depedro baila y canta a “La Llorona”. De la pantalla, Jairo salta al escenario para abrazar a toda la banda, emocionado, y empezar a cantar “El pescador” con un potente y hermoso chorro de voz que encontró su culmen después en la tan reconocible «Entre a mi pago sin golpear”, tema mítico en la película, con la que aprovechan para ilustrarnos y nosotros seguirles con el ritmo arcaico con golpes en el pecho: mama, papa, mama, papa…
Cada minuto nos vimos envueltos sin filtros en el celuloide, sin saber dónde acababa la realidad y dónde empezaba la vida que trajimos, la sala But se templaba ajena a aquel invierno con el que llegamos. Para caldear aún más el recinto hizo acto de presencia con enorme magnetismo, carisma, la potente voz del actor y gran amigo de Macipe, alguien siempre presente en sus proyectos, Jorge Usor, cantando aquí la chacarera “Déjame que me vaya” compuesta por Roberto Ternán y Cuti Carabajal. Alguien entre el público gritó “¡Dale, Raphael!”, Jorge con buen talante sonrió y saludó elegante y teatral.
De nuevo el cine nos dio la mano cuando pisó las tablas Mariela Carabajal que en la película hace el papel de Andrea Carabajal y por el que también está nominada al Goya, junto a ”Cuti» Carabajal y Pepe Lorente. Como un homenaje a Mauricio, Mariela nos regaló una interpretación de «Gatito del Dulce Amor», la canción que, según él, era la canción más bonita del mundo. En homenaje a Cuti Carabajal emprendieron la emocionante “Aquel tiempo de mi infancia”
Mariela y Pepe bajaron a bailar “Alma de Rezabaile” al centro de la sala, todo el público a su alrededor les miraban sonrientes igual que sucede en la película, aunque aquí, poco a poco todas y todos empezaron a imitar el extraño baile de Pepe moviendo las manos hacia arriba como una jota rara. “El baile ya ha comenzado allá por Santiago del Estero, retumba toda la selva el replicar de un bombo legüero”.El baile contagió toda a toda la sala, todos y cada uno terminamos bailando de forma jotera hasta el final como lo hacía Mauricio Aznar. Fue sin duda el punto culminante, el clímax, la catarsis que bien necesita un baño de calma y para eso Macipe nos trajo “Los Pazos del olvido” una de las últimas letras de Mauricio que el propio Macipe compuso una melodía. Una letra que sin saberlo barajó un mensaje premonitorio: “y sueño con el lucero, en el trino madrugador de los pagos del olvido, me vine a entregar mi dolor, bandera de la distancia. Soy un pañuelo de adiós camino en la noche larga pero camino al amor de los pagos del olvido”. Es esta una canción grave y austera, sentida y emocional, misteriosa y rotunda. Al llegar al final, la banda entera hace un silencio para ascender de nuevo poniendo toda la potencia en un sostenido mayor emulando la épica sonora de War on drugs y aportando un epopéyico y monumental final con el que los músicos abandonan el edificio.
En apenas unos minutos la banda está de vuelta y es el momento de llamar al maestro del rockandroll, productor y guitarrista, alma mater de La Tercera República, escudero de Loquillo, el gran Josu García que años antes, en 1991 se unió a Más Birras y participó en la grabación de su último disco, «Tierra quemada”.
García, Solobera, Lorente y Macipe suman 4 guitarristas sobre el escenario que junto a Guillermo Mata al bajo en primera línea de pista son una fortaleza eléctrica. Es el momento de dar rienda al colofón rocker, motor ensordecedor, al trotar de los jinetes, la apuesta perdida por el RockanRoll. Las luces vuelven a encenderse para tocar “El hombre del tambor”, canción que fue incluida en ese disco donde Josu participó. Solobera y Garcia juegan en una dulce batalla de esgrima en un punteo a cuatro manos, encontrando los huecos, buscando la vuelta y sorprendiendo en un vórtice de nuevo hacia el estribillo. Hace más de 30 años que Josu Garcia no tocaba esta ni la siguiente sobre un escenario y todo suena como al principio.

Las suelas de estos viajeros han asfaltado el camino con el barro de sus botas que es hoy polvo de estrellas para iluminar con la luz de estas sonrisas, los ojos brillantes y abrazos que percibo a mi alrededor. Es el momento final, el momento de soltar a la bestia, el momento de cantar con el público mano a mano “Apuesta por el RockandRoll”, el mítico tema de Más Birras compuesto por Mauricio y Gabriel Sopeña que alcanzaría enorme popularidad en la versión de Héroes del Silencio. Una canción para cantar abrazados y volver a brindar por las batallas perdidas sabiendo que aquí ya lo tenemos ganado. Qué acierto haber acompañado a esta película hasta el minuto final, un minuto que nunca llega porque el surco de su música nunca acaba y una canción siempre nos lleva a otra. Cameos, invitadas especiales y estrellas invitadas suben de nuevo al escenario para compartir guitarras y micrófonos, para cantar la canción que da nombre a la película. Canción que enhebra la historia entre Peteco Carabajal, Carlos Carabajal y Mauricio Aznar. Canción que público y banda cantan al unísono esta noche. Hasta 13 personas son las que forman el abrazo cantor, el son al unísono al ritmo del bombo legüero y bajo la amplia luz de la chacarera que gracias a la Estrella Azul llena hoy párrafos y papeles, listas de reproducción, partituras, pantalla y salas de cine en ciudades de todo el mundo.
Decía que esta canción no termina nunca porque al salir, en un mostrador vendían el libro preferido de Mauricio, “El canto del Viento” de Atahualpa Yupanki y un álbum en vinilo editado por Discos MADMUA con varias postales del rodaje en su interior y las canciones “De los Pagos del Olvido” y “Pá que no baile Solita, en una tirada de 500 ejemplares, ayudará a que cuatro bandas de Santiago del Estero puedan grabar un EP y otra banda, un LP con el mejor productor de la provincia en su estudio.
Bravo por esta hermosa iniciativa. No sorprende la coherencia que maneja Javier Macipe ayudando a que la magia de “La Estrella Azul” vuelva a su origen a modo agradecimiento musical.
En esta noche tan especial imaginaba una chacarera abrazando al rockandroll, al cine abrazando a la música, a Mauricio y la familia Carabajal bailando juntos y a cada personaje original abrazando a su intérprete. Realidad y ficción en un baile total al ritmo de mama, papa, mama, papa… Una bendición que une a los que estamos con los que ya no están, la liberación de una historia oscura que se convierte en luz gracias a la cabezonería y el arte de artistas como Javier Macipe y su séquito que creen en un alma que va más allá de las imágenes, una vibración que procede de canciones que se crearon treinta años atrás, un temblor que sentimos cada vez que ejecutamos unos arpegios o cantamos una estrofa de toda esta música que nos trajo Mauricio Aznar. Mi agradecimiento por mostrarnos hasta la última nota de este abrazo eterno.
Lynch brinda desde arriba.
Texto: Sendoa Bilbao
Fotos: Fernando Rojano