¿Qué importa más? ¿el autor o la canción? Luego estaba aquél dicho, muy parecido a la pregunta que hacemos, el cual Mick Jagger convirtió en una canción de los Stones en el 65: «The singer not the song». Y bien, esta entradilla a cuento de qué, se preguntarán ustedes.
Al mero hecho de que Immanuel Wilkins, gozoso de toda la juventud que atesora y con toda una carrera por delante y un mundo por conquistar, apenas quiso la gloria para sí mismo en el recital que ofreció (pase de las 20 horas) el pasado viernes 24 de enero en el reformado El Molino de Barcelona.
Quiero decir, el tipo es un saxofonista excelente, como se comprobó en el único bis de la noche, donde trabajó un mano a mano con el buen baterista Lweku Sumbry. Pero en todo el recital dejó que los músicos volasen por libre, siendo más protagonistas por momentos el mencionado batería o el pianista Micah Thomas (el contrabajista Rick Rosato se mantuvo en un discreto segundo plano). ¿Y esto? Bueno, es su proyecto, su creación, su visión; la de Wilkins, entiendan. No necesita del aplauso continuo del público, pues su grandeza reside en que todo lo que ahí suena ha sido creación suya.
Los primeros cuarenta minutos del recital fueron de corrido, sin pausa pero sin atropellar. Sonaron fragmentos aquí y allá de los dos primeros discos de Wilkins, tanto de Omega como de The 7th Hand, mientras que los músicos iban de acá a allá cada vez que el protagonista así lo dictaba. Desde lo más free a lo más tradicional, pasando por esos parajes bellos de inmaculada concepción que trasfieren visiones cinematográficas de alto calado. Después llegó el material más pausado de Blues Blood, uno de los grandes discos de jazz del pasado año y la primera obra en la que Wilkins introduce voces femeninas en sus composiciones.
La mezcolanza de todo este material agrupó un conjunto de emociones que dieron como resultado un recital diferente, lejos de lo que algunos músicos de jazz vienen ofreciendo, en el que el deleite personal queda por encima de la composición. Con Immanuel Wilkins eso no sucede, gracias a dios. Él ha encontrado su camino, uno suyo y propio, y así lo agradeció el público que abarrotaba el local de la avenida del paral-lel.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Alberto Belmonte