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Carolina Durante – Sant Jordi Club (Barcelona)

Carolina Durante ha crecido. ¿Demasiado? Puede que sí. Al menos, más de los que nos gustaría admitir. Pero, ahí siguen, eligiendo su propia aventura como si nada hubiera cambiado. O al menos, esa es la sensación que dejó su concierto del pasado sábado (y domingo) en el Sant Jordi Club, donde eligieron dejar en parte de lado la furia e inmediatez de anteriores giras para experimentar con una puesta en escena cuanto menos original, pero con matices demasiado coprotagonistas.

Porque eso era lo que saltaba a la vista antes incluso del show: un chiste visual que parecía sacado de un episodio perdido de The Office, con ese caos ordenado que promete risas, pero esconde cierta desesperación de oficina… y una máquina de café. Un telón de fondo encabezado por un ascensor cuyas puertas se abrieron puntuales para dejar pasar al cuarteto de moda (¡y desde hace ya unos años!), convertido en sexteto para la ocasión.

Así, la sintonía de la popular serie era reemplazada por la música de «Joderse la vida», un canto que representa todo lo que es el grupo: dudas existenciales en movimiento, emociones contenidas y mucha rabia. La siguiente «Aaaaaa#$!&» reafirmaba la frase anterior, situándolos donde siempre los hemos sentido. Paradójicamente, «Misil» rebajaba la emoción para presentarnos una dinámica presente durante toda la noche: y es que algo está ocurriendo en casa de los abanderados del punk-pop castizo, pues la velocidad, la intensidad, se vería diluida entre el ritmo general más relajado de su más reciente lanzamiento y parte de su performance. «Tempo 2» nos arrancaba las dudas de cuajo transportándonos a la pista de baile, como «Niña de hielo» nos devolvía a los momentos en los que más –menos– los –nos– hemos querido.

Pero nunca llueve a gusto de todos, y el motivo por el que se estaba celebrando el concierto no se podía olvidar. Las recientes «Dios Plan» y «San Juan» agradan a sus nuevos seguidores, justo antes de una performance que al principio hizo gracia, pero se alargó más que un lunes por la mañana. Diego simulaba tomarse uno, dos, tres cafés, para introducir la trallera «TOMÉ CAFÉ». El show baja revoluciones. Justo antes de una de sus canciones más rápidas. Pura metralla. La banda volvería a pisar el acelerador y se notaba el quemar de la gasolina de alto octanaje. «San Juan» mantiene viva la llama de su público más joven, mayoritario en esta ocasión a diferencia de en giras anteriores. La mezcla generacional que se pudo ver cuando presentaban Cuatro Chavales se ha diluido para dejar paso a una horda de fans que no ha oído hablar del Napster, pero que saben cada letra mejor que tú. Y que se preocupan por dejar constancia de ello en redes sociales.

«Granja escuela» y «Cayetano» nos hacen espantar las moscas de la cabeza. En «Monstruo» aparece en una nueva performance preparada para ser registrada, con un individuo recubierto de post-its paseándose por el escenario. «Casa Kira» acude a su cita con el hedonista que llevamos dentro, con quien esperábamos encontrarnos a esta hora y en este lugar. Y entonces aparece una propuesta tan original como acertada, invitando a pasar por el ascensor un sector de cuerdas para interpretar «Elige tu propia aventura» y las siguientes. A diferencia de otras ideas ejecutadas en el show, los arreglos de cuerda encajan perfectamente en esta sección. ¿Después? Un tal Barry B salta al escenario para cantar su colaboración, «Yo pensaba que me había tocado Dios».

Y llega el tramo final, donde, a pesar de todo, vuelven a hacernos dejarnos la piel en el pogo con Juanita y sus canciones. Pogo gigante, puños en alto, estribillo coreado a pulmón. Carolina Durante tienen canciones que definen, más que a una generación, un sentir. Y cuando suenan, es imposible resistirse. Tras algo más de una hora y media con algunas pausas demasiado largas, demostraron que, eligiendo su propia aventura, evolucionan sin perder frescura. Aunque sea a expensas de algo de inmediatez o espontaneidad, sigue presente la sensación de que todo puede desmadrarse en cualquier momento. Pero, lo dicho: había ganas de pogo y hubo pogo. Porque al final, Carolina Durante son como ese amigo que siempre tiene la última palabra. Y nosotros siempre se la coreamos.

 

Texto: Borja Figuerola

Fotos: Marina Tomás Roch

 

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