Ambiente familiar en la sala del barcelonés barrio de Gràcia para recibir a uno de los artistas destinados a inyectar vitalidad y aire fresco a la música del diablo. Los habituales de los conciertos de club, algún turista amante de la música y, como ya es costumbre, ausencia, salvo las honrosas excepciones de siempre, de la parroquia del blues local. Quizás el hartazgo de los numerosos festivales de género o la poca inquietud por descubrir nuevos talentos les aleja de este tipo de propuestas, en fin, ellos se lo pierden.
El de Texas tiene una de esas voces que atrapan, su tono cálido y vibrante gana en las distancias cortas, toca muy bien la guitarra y tiene un puñado de canciones notables contenidas en sus dos únicos álbumes. Su visión del blues pasa por acercarlo al folk, e incluso al bluegrass, el fingerpicking lo delata, sobre todo en los primeros compases del concierto, iniciado con una parte en solitario que finalizó con la preciosa «Turn Another Stone», probablemente la mejor canción de su segundo álbum.
Tras ella, subieron a escena sus acompañantes, bajo y batería, dándole soporte sin comerle ni un palmo de terreno, marcando el ritmo desde un segundo plano, para dar forma a una parte central más fiel a la ortodoxia del género. Donde en los momentos más pantanosos recordaba al Hill Country Blues, ese peculiar estilo patentado por Mississippi Fred McDowell y que perpetúan en la actualidad tipos como Cedric Burnside o North Mississippi Allstars. Ahí cayeron cosas como, «Black Top» o «Living Hell», ritmo hipnótico, dobro resbaladizo y el espíritu del delta sobrevolando Heliogàbal.
A la indudable calidad que atesora, lo tiene todo para ser un referente del estilo durante las próximas décadas, debe sumar un poco más de empatía con la audiencia, ¿demasiado tímido, quizás?, y dotar de mayor ritmo a su presencia en escena, algo menos de tiempo entre tema y tema. Pecadillos, fruto, sin duda alguna, de su juventud, nada que no se pueda solucionar con horas de furgoneta y escenario. Madera de gran artista la hay, y de sobras.
Manel Celeiro
Fotos: Marina Tomás.