En la eterna disyuntiva sobre si la precariedad, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, resulta un revulsivo creativo, la banda catalana decide con su nuevo disco, “Hard Times”, observar y retratar la decadencia de la sociedad actual a través del espíritu proporcionado por el soul-funk clásico.
Un entorno rítmico cada vez más protagonista en su música y que hace de estas composiciones un punto de encuentro entre la elegancia y la intensidad. El sudor de la pista de baile aliado con el sedosidad romántica y el puño alzado contra un contexto guiado hacia la deriva. Un trabajo de imponente sonoridad y rocoso mensaje sobre el que departimos con Adrià Gual, fundador, guitarrista y alma mater de la formación.
Son casi cuatros años los transcurridos desde vuestro anterior trabajo, ¿ese periodo os ha permitido trabajar con especial detenimiento y precisión las nuevas canciones o desde dentro no lo habéis vivido como un tiempo tan largo?
Hace unos años estuve tocando en un espectáculo de circo-teatro con Marc Tena. Marc ha grabado, producido, coproducido y/o tocado en todas y cada una de las grabaciones que he hecho a lo largo de mi vida, incluidos todos los discos de The Excitements. Pues bien, un día, al acabar la función, el director entró en nuestro camerino y nos preguntó que había pasado ese día, que el tiempo de las canciones le había parecido más rápido de lo habitual. Marc se le quedó mirando y le dijo: “El tiempo es algo relativo. De hecho, para poner un ejemplo, un año en la tierra no es lo mismo que un año en la luna, y así un poco todo”.
El director se marcho algo confundido y nosotros nos pudimos reír a gusto. De todas maneras, en lo que dijo había una parte de verdad. No todos percibimos las cosas por igual y el tiempo es una de ellas. Hay que tener en cuenta que el disco anterior se hizo durante la pandemia y se empezó a presentar más tarde, cuando se levantaron las restricciones.
Todo ese periodo, al final, es como si no contara, fue como una paréntesis en nuestra vidas. Al no hacer nada, la percepción era de que el tiempo se había detenido también. Luego, cuando todo volvió a arrancar, tiramos un par de años y ya nos pusimos a hacer algo nuevo. Sin prisas pero con constancia. Entre eso, y que para nosotros este disco hace casi un año que existe, ya que el proceso de creación empezó ahí, no tenemos, realmente, la sensación de haber tardado tanto.
Los últimos trabajos de la banda se han orientado a un ambiente enfocado hacia un soul-funk más clásico y elegante, igual de intenso pero menos brusco. ¿Es un camino abordado conscientemente?
Totalmente. De hecho es la consecuencia del proceso de ruptura que iniciamos con “Keepin’ on”. Yo no quería seguir con la misma fórmula. Por diferentes motivos quería dar un paso adelante, hacer lo que no podíamos hacer antes y aprovechar las virtudes de cada uno de nosotros. Cuando empezamos no hubiéramos sido capaces de hacer un disco como éste aunque hubiéramos querido. Ahora sí y, además, gracias la producción de Neal Sugarman, hemos logrado dar un salto cualitativo importante. El cambio es bastante profundo y eso suele asustar un poco, pero de momento parece que la respuesta es buena. Al fin y al cabo, lo más importante es hacer lo que quieres, lo que te hace sentir bien y en lo que crees. Quiero creer que esto la gente lo acaba notando. La honestidad es básica, si no eres honesto se te acaba viendo el cartón.
¿Los múltiples cambios en la formación que han sucedido a lo largo de estos últimos años también han influido en ese nuevo formato?
En realidad la formación es bastante estable desde el disco anterior. El cambio más destacable se produjo con la marcha de Carlos, el saxo barítono, que decidió abandonar la banda y centrarse en su proyecto personal, un crossover de jazz y música tradicional del Perú, de donde es él y el resto de los componentes de Xiripa Combo, que así se llama la banda. A priori parece una mezcla muy rara pero, la verdad, es que mola bastante. No es un rollo de estos de mestizaje chungo con gorritos andinos y sandalias. Al que le guste el jazz le recomiendo que le de una escucha. Vale la pena.
Así que, cuando Carlos se fue, decidí pillar un trompetista que, para lo nuevo que íbamos a hacer, era más necesario. La sección de tenor y trompeta es un clásico del soul-funk y al abandonar paulatinamente el rhythm and blues no tenía mucho sentido seguir con una sección de saxos solos. Obviamente esto ha hecho que la sonoridad cambie. No es un cambio muy grande en cuanto a miembros de la banda pero sí lo es en cuanto a la formación, ya que se ha roto por primera vez la estructura instrumental que llevábamos desde el principio.
En esa transición hacia ese ambiente más elegante, este disco destaca por un sonido especialmente brillante donde cada uno de los elementos adquiere mayor protagonismo, ¿es una evolución también planeada?
La verdad es que no, es el estilo lo que nos lleva a estos pequeños picos de protagonismo que quizás antes no teníamos. Pero no los teníamos porque lo que estábamos tocando no lo requería. No soy nada partidario del protagonismo gratuito, de hacer cosas simplemente porque las sabes hacer. Lo que debe mandar, bajo mi punto de vista, es el lenguaje propio del estilo que estás tocando, no los egos de los solistas. Lo importante es mantener un buen groove y caminar bien juntos, el resto son pajas mentales. Si te fijas, todos los grupos de chichinabo sin criterio ninguno acaban metiendo un solo eterno de batería por que sí y donde no toca. Por favor, por mucho que te consideres el Keith Moon de Huesca, si quieres hacer solos, cómprate una trompeta.
En la escena soul hay muchas propuestas que buscan una constante actualización de aquellos registros tradicionales, ¿sois de los que pensáis que sonar clásicos es una forma de ser universales y atemporales?
No lo había pensado así, pero puede que tengas razón. En realidad, para mi, intentar sonar clásico es el único camino posible. Lo que estás haciendo es clásico, no estás inventando nada nuevo. Si no intentas sonar así suele ser por dos razones: una, es que lo hayas intentado y no te salga; y la otra, es que te consideres un genio que va a aportar una mejora increíble a algo que si se considera clásico es por lo bien hecho que está, ya que si no sería simplemente viejo. Esta presunta genialidad, por desgracia, suele confirmarse en una infinitésima parte de las ocasiones. Normalmente lo que suele resultar es un insufrible tostón pretencioso.
En la portada del disco sale en primera persona Kissia San con un aspecto retro, ¿era una manera de señalar el tipo de sonido que esconde el disco o buscaba también dar protagonismo a vuestra vocalista?
Ese es su aspecto habitual. Pero sí que es verdad que la foto refleja lo que hay en el interior de la carpeta. No era una cuestión de protagonismo, simplemente era una imagen que nos pareció potente y que explicaba de forma iconográfica lo que habíamos hecho.
El título de este álbum, “Hard Times”, refleja un contenido dispuesto a señalar todos los escollos en el camino, pero con igual fuerza es también un llamamiento a no rendirse y enfrentarse a ellos, ¿en tiempos duros más que nunca es necesario invocar esa necesidad de resistir?
Resistir, se resistirá como se pueda, como siempre se ha hecho, pero la canción nos habla, sobre todo, de la toma de conciencia de la derrota. Los tiempos que vienen serán muy jodidos y esta oleada de mierda no creo que se pueda evitar, pero, dicho esto, ¿cómo lo afrontamos? ¿Qué podemos hacer frente a lo inevitable? ¿Malgastar entre miedos y lamentos el tiempo que nos queda o disfrutar todo lo posible mientras no llegue el fin? De nada va a servir llorar sobre la leche derramada. Quizás lo mejor sea que el fin del mundo tal como lo conocemos nos pille bailando. Cuando no quede nada, ya pensaremos en la reconstrucción.
La música afroamericana siempre ha estado ligada a un aspecto de rebeldía y lucha, ¿sentís que desposeerla de esa condición significaría desnaturalizarla?
Hombre, es que ahí había mucho contra lo que rebelarse y en realidad lo sigue habiendo. Aunque también se tocaban temas más mundanos. Al principio las letras no eran para nada explícitas y muchas se basaban en dobles sentidos sobre sexo más que entrar en temáticas de índole político, exceptuando algunas canciones como “Strange Fruit”, por ejemplo; pero es que el mero hecho de existir ya era un acto de rebeldía. La gente también necesita divertirse, y uno de los mayores actos de rebeldía es reírte en la cara de tu opresor. No lo soportan.
En una canción como “Wave a Flag” señaláis a medios de comunicación, redes sociales o todas esas voces externas que parecen llamadas a dominar nuestras decisiones para su beneficio. ¿Cada vez es más urgente acallar ese ruido externo y escucharse a uno mismo?
El problema viene cuando te escuchas a ti mismo y no se oye nada. Entonces es más sencillo ondear una bandera y dejar de cuestionarse las cosas. Alinearse de forma acrítica con una facción y olvidarte de buscar la verdad. ¿Por qué vas a hacerlo si hay tantas mentiras a tu alcance que corroboran tus posturas? El ruido externo siempre estará y suele ser más sencillo y atractivo que el proceso reflexivo. Este último requiere de un cierto esfuerzo para que haya resultados, es más fácil dejarse arrastrar. Además, si todo sale mal, siempre le puedes echar la culpa a otro.
“Brand New Nothing” habla de esa sensación de felicidad que nos hacen creer que transmite consumir y poseer cosas. ¿Lo material es muchas veces un engaño que nos aleja de lo que queremos ser en realidad?
Esta letra es de Jaime Ros, bajista de Las Sombras, el grupo de punk más longevo de Barcelona al que admiro profundamente por varias razones. Jaime ya colaboró conmigo en el disco anterior. Me gusta el enfoque que le da a las cosas cuando escribe. Yo no sé si el consumismo nos aleja de lo que queremos ser, pero lo que sí es cierto es que nos da recompensas emocionales a corto plazo. Un apaño rápido para la infelicidad que dura poco y pide otra dosis más.
Es algo a lo que todos estamos pillados. Es el modelo de sociedad en el que vivimos. Este es un tema poco original a priori pero, en esta letra, Jaime no lo trata con la habitual visión pseudohippie de “estáis haciendo mal y os lo digo yo desde una posición más elevada”, sino que lo enfoca desde dentro, como parte del modelo del que todos somos partícipes. Ya que salir, no vamos a salir de él, por lo menos seamos conscientes de que este modelo está basado en la adicción, con todo lo que ello conlleva.
En “My Dog” utilizáis la metáfora de un perro bien alimentado pero amarrado, ¿sigue siendo el miedo y la búsqueda de seguridad una herramienta útil para limitar la libertad?
Desde luego que lo es. La libertad no es algo fácil de conseguir ni de mantener, es un camino constante en la cuerda floja de la incertidumbre. Por eso hay mucha gente que renuncia voluntariamente a ella y, para justificarse, menosprecia a quien la ejerce. Has de tener en cuenta que, al fin y al cabo, un esclavo lo tiene todo pagado.
En este nuevo disco hay varias canciones de temática romántica y/o sentimental, ¿son reflejo de situaciones autobiográficas o también tienen algo de utilizar ese lenguaje amoroso clásico para reflejar simbólicamente el concepto del álbum respecto a las malas experiencias y su necesidad de superarlas?
Son temas universales, todos hemos pasado por ello. No son necesariamente situaciones autobiográficas, pero sí surgen de la observación del entorno, de lo que nos sucede no solo a nosotros, también a la gente que nos rodea. El disco no pretendía ser un disco conceptual pero sí que tienes razón en que hay un concepto subyacente que es la derrota y la superación. La aceptación de una derrota es el punto de partida hacia la recuperación. Si la negamos vamos a vivir siempre entre ruinas, esto es la vida.
”Year of the Snake” se trata de un tema instrumental, este tipo de composiciones, ¿surgen desde el principio con la idea de ese formato o cómo se llega a esa decisión de no contar con letra?
Si, siempre hemos incluido un tema instrumental en nuestros discos. A mí me gustan mucho. Hay gente que es más reticente, que si no pueden cantar no les mola, pero luego no entienden la letra o no saben inglés y acaban por cantar el título seguido de “niano niano”, “la la la”. Un tema de doce que lleva el disco por lo menos lo toleran.
La única versión del disco es una sorprendente adaptación de “My Life is Right”, de Big Star, más allá de que supongo que es un tema que os gusta, ¿era también una demostración de que vuestras influencias no se limitan a la música afroamericana?
Sí, es una canción que me gusta mucho y me apetecía darle una vuelta como hacían los músicos de soul en el Festival de San Remo ( La versión de Wilson Pickett de “Un’ Avventura” de Lucio Battisti es apoteósica ) o con temas de la British Invassion, por ejemplo. Y desde luego que mis influencias son variopintas, no llego al nivel de Duke Ellington que decía: “Hay dos tipos de música, la buena y la mala, y a mi me gustan las dos”, pero escucho cosas bastante distintas, unas voluntaria y otras involuntariamente. Luego, tocar, solo toco lo que me gusta.
Canciones como “Lost in Action” hablan del poder de la música, de su importancia en la vida.¿El hecho de componer y crear canciones os ayuda personalmente a enfrentaros a los problemas?
Hombre, sí que, a veces, componer y escribir sobre tus movidas, que a la postre son las mismas que las de todo el mundo, puede resultar terapéutico en cierto modo, pero tampoco es el remedio de todos los males. Lo que de verdad ayuda es hacer lo que te gusta, te apetece y te apasiona, digan lo que digan los demás. De hecho la canción habla de alguien que baila mal y todo el mundo se lo dice, pero le da igual y lo sigue haciendo, porque le gusta y le hace disfrutar. No todo el mundo puede ser Nijinsky, pero sí todo el mundo puede apasionarse y pasarlo bien.
Más allá de los envites individuales y colectivos, ¿sentís que el mundo de la música es también un entorno repleto de dificultades a las que hay que sobreponerse día a día?
Desde luego, es una inseguridad constante y un medio bastante precario. Además, esta visión cristiana del trabajo como castigo que tiene la sociedad hace que a los que hacemos lo que nos gusta se nos vea como una gente que esta todo el día tocándose los huevos, mientras que la gente que está ocho horas en una oficina leyendo el Marca o poniendo fotos de sus pies en las redes sociales y currando un ratillo resulta que trabajan de verdad porque los tienen encerrados sin poder salir. De todas maneras nadie nos ha obligado a meternos en esto, es el precio que nos toca pagar por ser lo que queríamos ser de adolescentes y mantener un vínculo con ese momento de nuestras vidas que la mayoría de la gente ya no tiene.
Texto: Kepa Arbizu
Fotos (B/N): Ran El Cabrera