Encuentros

Hal Masonberg, deadhead entre otras cosas pero siempre deadhead  

Foto: Jim Brock 

En el número en curso (Elvis en la cubierta) hemos dedicado un amplio reportaje a Grateful Dead. Esta entrevista se quedó fuera del mismo por falta de espacio. Así que la presentamos aquí como «bonus track». Hal Masonberg, fotógrafo, cineasta y ocasional escritor, vio 140 veces a Grateful Dead y 70 a Jerry Garcia con su banda. Con este historial era fácil prever que nos contaría cosas más que interesantes.

Hal vive en Barcelona desde hace 3 años porque «vine a tomar fotos del festival de Jazz en 2021. Pasé aquí 3 meses y me enamoré de Barcelona y de la cultura catalana. Me encantó la sensación de comunidad y, además, estaba harto de Los Angeles, la ciudad en la que he vivido 30 años. Así que lo vendí todo y me mudé a Barcelona. Una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida». Hal sigue siendo fotógrafo oficial del Festival de jazz de la ciudad. Así que si le veis en las primeras filas de los bolos del festival dadle recuerdos de nuestra parte.

En tu blog personal te presentas como fotógrafo, cineasta, muchísimas otras cosas, y ¡Deadhead! Otra persona hubiera dicho «music lover», pero lo dejas bien claro: «Deadhead». ¿Qué significa esto para alguien que tan siquiera sepa quiénes son los Grateful Dead?

Bien, los Grateful Dead son una rara y única experiencia. Al contrario que la mayoría de bandas, son más conocidos por sus conciertos que por sus discos de estudio. Tienen escasos «hits» radiofónicos y por lo tanto su audiencia fue construida por aquellos que fueron a verles en vivo o por quienes tenían familiares o amigos que se intercambiaban «cintas piratas en vivo» de sus conciertos.

Los Dead, al contrario que el resto de bandas, alentaban a que los fans grabaran sus conciertos. Así es como fundaron su base de audiencia. Los Grateful Dead (GD a partir de ahora) fueron una banda de improvisación, inspirada en la forma de hacer del jazz. Eran intrépidos exploradores que tomaron riesgos creativos en el escenario. Nunca hicieron la misma canción de la misma forma más de una vez. Y nunca tocaron el mismo repertorio. Cada noche fue una experiencia única que no se volvió a repetir. O bien asistía a ese show o te habías perdido la experiencia de una vez en la vida.

La banda tocaba sin un repertorio pre-determinado, así que la energía y el afrontamiento lo dictaba el entorno y el escenario: el estado anímico de los músicos, el recinto, el clima, la audiencia, la alineación de las estrellas… Eran unos canalizadores de energía. Importaba también el espacio creado entre canciones y las jams que servían de puente entre ellas.

Los GD, además, exploraron múltiples géneros musicales, desde el rock al folk o al jazz, el bluegrass, lo más tradicional e incluso la música disco y sus derivados. Fueron conocidos por crear su propia marca de «Americana». Hoy día la música de Grateful Dead está considerada un genero en sí misma. El resultado de todo ello es que los que quedan «marcados» por los Dead, aquellos que entienden y han sido tocados profundamente por lo que la banda hizo, se convirtieron en una comuna. Miles siguieron a la banda alrededor de los Estados Unidos, alrededor del mundo, en un esfuerzo no solo por sentir la experiencia y ver tantos shows como era posible, sino por reconectar como individuos que compartían un sentido de aventura y de obertura. Todo esto creó un ente, un lugar en el que ser único o inusual no era un símbolo de flaqueza sino de fortaleza. Fue el viaje de un puñado de inadaptados que no se regían por los estándares «normales» de la sociedad, aunque atrajo a toda clase de personas, desde doctores o abogados o artistas, hasta a aquellos que vivían vidas transitorias.

Grateful Dead es el tipo de música que no revela sus secretos a la primera escucha, pero puede que una vez que queden desvelados, te atrape y ya no haya marcha atrás. Es como una puerta que se abre y que nunca supiste que estaba ahí, tan siquiera sabías que existía. Y una vez entras, la expansión del propio universo, ambos, interno y externo, se convierte en tu parque de juegos. Puede ser una experiencia tan reveladora y profunda que cuando conectas con otros que están en la mismo camino, la misma onda, te ofrece un cierto tipo de seguridad, de optimismo. Es una comunidad de rituales ancestrales, primitivos. Es algo que no requiere de palabras y explicaciones.

¿Son ellos una influencia en todas las cosas que has hecho a lo largo de la vida? De nuevo: fotógrafo, cineasta, guionista, director de videos…

GD cambiaron mi vida. Sé que suena a algo hipérbole, o que es muy fuerte de decir, pero es la verdad. Me afectó profundamente y continúa haciéndolo en múltiples niveles. En los términos más básicos, en mi juventud, me enseñó que no estaba solo en este mundo, que había otras personas que compartían mis valores y perspectivas, pero al mismo tiempo no necesitaban de encajar ciñéndose a las normas o expectativas de la sociedad.  Además, me ofrecía un tipo de experiencia espiritual que trascendía todo aquello que antes había conocido. No era espiritual para mí en un sentido religioso o dogmatico, pero sí en conectar con algo indescriptible y eufórico.

Hasta el día de hoy, escuchar a GD me ofrece una balanza real en la vida y me recuerda que el ser humano puede crear algo no solo bello, pero, en muchos caminos, que está por encima de la comprensión.  Su música pude ponerme una sonrisa en la cara en pocos segundos y llenarme de optimismo, del modo que ninguna otra cosa puede hacer. Muchas de mis noches las paso escuchando un concierto de los Dead a través de los auriculares, mientras camino cerca de la playa, aquí en España, donde vivo. Me fumo algo, o quizás no. Pero es mi cosa favorita en el mundo. Tengo 61 años y todavía no me he cansado de hacer esto. Más bien lo contrario.

Foto: Alberto Belmonte

¿Cómo los descubriste y cuando fue la primera vez que los viste en directo?

Tenía una prima que se metió en la música de la banda durante cinco minutos. Para ella fue una fase corta de su vida, pero sirvió para que yo me introdujera en la banda. Esto pasó en 1975, cuando yo tenía 12 años. Primero llegó el directo Europe 72, luego Blues For Allah. Eran discos salvajemente diferentes entre ellos, pero estaba claro que era la misma banda. Desafortunadamente, no pude verles en directo hasta septiembre del 79, en New York. Me perdí la que todavía es mi época favorita de la banda, la de mediados de los setenta con Keith y Donna Godchaux. Pero ese primer recital fue alucinante y hacía justicia a la entonces común frase de «No hay nada como un concierto de Grateful Dead»; o como Bill Graham dijo: «No son los mejores en lo que hace, son los únicos que lo hacen». Experimenté eso muchas veces, y he visto cientos de conciertos a lo largo de mi vida, pero jamás a ese nivel. Soy fotógrafo musical, veo conciertos casi cada noche.

Como he mencionado antes, los GD (como muchos artistas de jazz), nunca hicieron el mismo concierto dos veces. Cada experiencia era diferente, cada gira, cada año son su propio sonido, sus cualidades que les distinguían. Amo muchos otros artistas, y otros tipos de música, pero nada se parecía a la experiencia Grateful Dead. Eso no quiere decir que cada show o cada concierto fuera bueno, para nada. Era parte del trato. Podías ver un recital trágico dado el hecho de que esos músicos se empujaban los unos a los otros y tomaban riesgos cada noche. A veces logras lo que buscas, otras no. A veces creas un momento trascendental, otras caes en el agujero intentándolo. Pero todos sabíamos que esos momentos eran necesarios para alcanzar el otro nivel. Muchas bandas tocan cada noche lo mismo, con mínimos cambios. Cada vez que los GD tomaban el escenario las posibilidades eran infinitas.

Les viste 140 veces, otras 70 a Jerry Garcia en solitario. ¿Serías capaz de elegir 3 conciertos favoritos?

Es difícil, porque hay muchas cosas que hacen que un conciertos sea memorable: el recinto, la ciudad, con quién lo viviste, cuanto espacio había para bailar, etc. Uno de mis favoritos fue en Augusta, Maine, el 12 de octubre de 1984. Fue la convergencia perfecta de todo y la banda estuvo pletórica. Otro fue el del 18 de junio de 1983, en Saratoga, New York. Este fue un show donde estrenaron un nuevo sistema de sonido que estaba causando caos e incluso, a ratos, dejó de funcionar. Fue un completo desastre, pero al mismo tiempo la energía era inmensa. El ambiente era sobrenatural y la banda hizo un show tan largo que parecía no querer marcharse de allí. Es un show que no recomiendo a los no iniciados, porque fue desastroso por momentos, pero cuando daban en el clavo era explosivo. Y uno de los mejores «Morning Dew» que he visto fue en ese concierto.

Por supuesto, muchos de mis conciertos favoritos de la banda son aquellos a los que no asistí. 1974 es, probablemente, mi año favorito de la banda. Afortunadamente, los Dead eran geniales en asegurarse que había grabaciones con buena calidad de todos sus shows y ahora muchos están apareciendo de forma oficial, al margen del archivo de Internet, donde puedes acceder a diferentes tipos de audio de casi cada concierto que la banda hizo, que fueron alrededor de 3.000.

Recuerdo al fotógrafo Neal Preston declarando que era la peor banda para ser fotografiada. ¿Pudiste tomar fotos profesionales de los Dead? ¿Eran excitantes enfrente de la lente o hay que tomar en serio esas declaraciones de Preston?

No llegué a fotografiarles de forma profesional, estaba demasiado ocupado bailando. Les he fotografiado en sus encarnaciones post GD. Luego fui uno de los fotógrafos del festival Skull & Roses y el fotógrafo de la banda Jerry’s Middle Finger.

Respecto a lo de GD siendo fotogénicos, todo depende de lo que intentes capturar. Creo que para mí hubieran sido una banda perfecta si hubiera tenido que fotografiarles.

¿Cómo fue tu encuentro personal con Jerry en 1984?

Antes de nada debo añadir que nunca he tenido ningún tipo de relación personal con nadie de la banda. Les he conocido por separado y brevemente a lo largo de los años, pero nunca de forma íntima o personalizada. A Jerry lo conocí en la primavera de 1984, en Providence, Rhode Island. Las circunstancias fueron un poco raras, pues tenía un negocio de intercambio en el que alguien hacía de intermediario, y una noche pude darle las gracias a Garcia en persona. Nos conocimos en su habitación de hotel y fue una transacción, un intercambio, realmente sencillo. Yo era un chiquillo y nunca había conocido a ninguno de mis «héroes» en ese punto de mi vida, así que estaba bastante nervioso. Ahora rio cuando pienso en ello. Garcia fue dulce, amable y generoso, e hizo que me sintiera bienvenido.

Este año se cumple en 50 aniversario de Blues For Allah, que como te ocurre a ti, es mi disco favorito de la banda. ¿Qué tiene que te atraiga tanto?

La música de ese disco es diferente a todo lo que hizo la banda a lo largo de su trayectoria. De hecho, no supe que pensar de él cuando lo oí por primera vez, pero rápidamente se convirtió en mi favorito. Considero, también, que es uno de sus discos mejor mezclados. Antes he mencionado que 1974 es mi año favorito de la banda, pues Allah fue grabado y editado en 1975, que es un producto directo de una era inmensa de creatividad y exploración.

Tras la muerte de Jerry Garcia, el resto de la banda se juntó en diferentes proyectos, siempre asimilando que Grateful Dead como tal no existía pero haciendo referencia directa a la banda. ¿Has seguido alguno de estos grupos?

He visto todos estos grupos post GD, y el único que realmente me dijo algo fue Furthur. Amaba esa banda. Pienso que eran innovadores y temerarios, del modo que ninguna otra de las encarnaciones post Dead lo ha sido. Me gustaban también las diferentes combinaciones de bandas de Phil Lesh: Phil & Friends, The Terrapin Family Band… Para mí, Phil era el que siempre parecía que empujaba a llevar la música al límite. Parecía que era el que siempre entendía el potencial de lo que se llevaba entre manos y el que quería hacer canciones en las que otros no tenían interés.

Para mí, sin Jerry Garcia no hay Grateful Dead. Los Dead existieron por la combinación de los músicos que formaban el núcleo principal: Garcia, Weir, Lesh y Kreutzmann. No digo que los otros músicos no tuvieran importancia, porque no sería cierto. Pero los GD requieren de esos músicos que forman el núcleo, cualquier otra cosa es una experiencia totalmente diferente.

Realmente aprecio que una banda como Dead & Company haya devuelto esas canciones a una nueva generación de fans, al margen de seguir complaciendo a algunos viejos fans. Dicho esto, a mí nunca me han dicho nada. Me parecían muy forzados; la música rara vez te hace elevarte. Que no se me malinterprete, creo que lo hacen perfecto para su audiencia. No es la experiencia Grateful Dead, pero es válida y única. Simplemente, es una banda diferente y refleja los músicos que hay en ella. Bob Weir es uno de los grandes guitarristas de todos los tiempos: nadie toca esas rítmicas como él, la belleza, ese tono… No hubiera habido GD sin Bob Weir tanto como tampoco hubieran existido sin Jerry. Y Bobby todavía es un músico imponente, lo lleva en la sangre.

En mi opinión, hay muchas bandas que quedan cerca de capturar y honorar la energía y la exploración, la naturaleza intrépida de GD, que no Dead & Company. He mencionado Jerry’s Middle Finger antes. Pero también Almost Dead, la banda de Joe Russo o Afro Dead, la banda de Barcelona. Es un shock ver que la música de GD es más popular ahora que cuando la banda existía. Era un fenómeno antes pero lo es, incluso, más ahora. ¿Quién lo hubiera imaginado? Yo no, desde luego. Aquí en España rara vez encuentra alguien que sea fan de la banda, lo cual me sorprende, pues el cancionero de GD y su legado está ahí arriba, junto a los Stones, los Beatles o Dylan. Son igual de influyentes.

 

Texto: Sergio Martos

PD: Muchas gracias a Roger Mas por el contacto y su amor por la música de los Dead.

 

 

 

 

 

 

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