“To the Ryman Auditorium” fueron las palabras que dijimos nada más subirnos al taxi recién
aterrizados en Nashville desde Barcelona, con el tiempo justo para asistir al primero de los
dos conciertos que The Mavericks ofrecían en este espacio absolutamente legendario en el
imaginario de cualquier melómano. Una mini residencia que la banda liderada por el
americano de ascendencia cubana Raul Malo viene celebrando desde hace unos años por
las mismas fechas.
En esta ocasión, con un elemento extra de emotividad a causa del duro tratamiento de quimioterapia al que está sometido actualmente; tanto es así que el músico confesó que horas antes del concierto sopesó seriamente la opción de cancelar.
En la música de The Mavericks hay algo de familiar, de reencuentro con un viejo amigo seas o no un erudito en su discografía. También de atemporalidad, de música suspendida en un limbo al que sienta muy bien regresar. La versátil y exuberante voz de Malo resulta emotiva y la banda se mueve con soltura entre el country, el rock y el pop añadiendo ese ADN fronterizo y latino que los emparenta con otros titanes del mestizaje como Los Lobos o Calexico.
Con un núcleo original formado por Malo, el sobrio baterista Paul Deaken, el excéntrico teclista Jerry Dale McFadden y el vistoso guitarrista Eddie Perez (ex Dwight Yoakam), una sección de hasta cuatro metales y un formidable acordeonista, la propuesta lució lozana y musculosa, con un nervio y un brillo envidiables.
Pese al aforo sentado del Ryman -lleno con 2.300 personas- el público se puso en pie con los primeros acordes de ‘Back In Your Arms Again’ y ya no se sentó prácticamente en ningún momento durante las dos horas de actuación. Siguieron ‘All Over Night’ y ‘Come Unto Me’ completando un primer triunvirato de canciones extraídas de su disco “In Time” (2013), dando paso a continuación a ‘Overnight Success’, versión del texano Rick Treviño.
«Live Close By» fue la primera incursión en su disco más reciente, “Moon & Stars”, publicado en mayo de este mismo año y cuya imagen vestía la lona trasera del escenario. La deliciosa ‘What a Crying Shame’ la siguió devolviéndonos a 1994 y rememorando en nuestros oídos aquellas producciones de Jeff Lynne para Roy Orbison o Tom Petty. ‘As Long As There’s Loving Tonight’, otro corte de “In Time”, precedió a ‘La Sitiera’, un homenaje a su madre y a sus raíces cubanas. El pseudo hit ‘Dance The Night Away’ se presentó en un tempo
ralentizado que la llevó a un terreno de balada muy favorecedor (es lo que tienen las grandes canciones), seguida de la canción titular del último disco y otro corte del mismo con el título de ‘The Years Will Not Be Kind’. La infecciosa ‘Every Litte Thing About You’, con unos soberbios arreglos de viento, resultó uno de los momentos más destacados y enérgicos del show. ‘Rancho Grande’ viró de nuevo a territorio cubano, seguida de ‘Rolling Along’, un ‘All Night Long’ que pareció que iba a terminar con la voz de Malo (falsa alarma) y
‘The Name Of The Game’, otro extracto de su obra más reciente. Para los bises, ‘Without A Word’ con un sorprendente registro vocal más grave y un final de fiesta con ‘All You Ever Do Is Bring Me Down’, en la que todos los músicos tuvieron su momento de lucimiento.
En las labores de telonero, un disfrutable aunque algo monótono McKinley James, una suerte de Stevie Ray Vaughan anémico, en un formato power trio en el que destaca el baterista Jason Smay, un ejemplo fascinante de cómo sacar el máximo partido y expresividad a una configuración muy básica del instrumento.
Texto: Carlos Conesa
Fotos: Facebook The Mavericks