La muy esperada visita de Rosalie a Barcelona cumplió con creces las expectativas de la grandísima mayoría. No de todos, pero de casi todos. Decir que el show fue absolutamente original y totalmente carente de algunos de los clichés del género (que tampoco tengo muy claro de qué genero hablo) sería inexacto y creo que por ahí van los tiros de la insatisfacción de una minoría. No estamos ante una propuesta absolutamente novedosa, pero sí con una combinación de elementos y una personalidad suficientes como para no estar ni de lejos ante un ejercicio de estilo.
El comienzo con el primer tema de su primer álbum, «Ride On My Bike», nos transportaba directamente a la épica sónica de Uriah Heep o Rainbow, pero hablándote de darte un paseo en bici para relajarte en lugar de cantar sobre criaturas mitológicas, bosques y montañas o fenómenos meteorológicos extremos.
A partir de aquí, un festival de rock clásico setentero con guiños al prog, al hard rock más directo, al vodevil, al folk. Queen, Kinks, Jethro Tull (¡la flauta!); mención aparte merecen las melodías vocales, absolutamente deliciosas y adictivas. Tanto Claudia Gonzalez (bajo, ¡y flauta!), como Rosco Wilson (guitarra) se ocuparon de hacer unas harmonías vocales sobresalientes. Podríamos aquí trazar una analogía entre lo que hicieron con sus voces y lo que hicieron en general con su pericia instrumental y su presencia escénica: complementar perfectamente el liderazgo de Cunningham, haciéndote a veces desviar la atención hacia ellos.
Además, Rosalie es una jefa generosa y no paró de sonreirles y dejar claro que sus aportaciones cuentan y muchas veces sobresalen. El dueto de Rosco y Rosalie en «Duet» fue un punto álgido del concierto, como también lo es dentro del segundo disco de Cunningham, Two Piece Puzzle. El otro tema clave de este álbum, «Start With The Corners» sirvió como primer bis y se despidieron como comenzaron, con otro gran tema de su primer y homónimo trabajo: «Dethroning Of The Party Queen». Gran banda, gran discografía, gran bolo. A mí no me hace falta mucho más para irme a casa sonriendo. De hecho, después de estos conciertos, no suelo querer irme a casa.
Texto: Javier H. Ayensa
Fotos: Marina Tomás Roch
