La conexión de esta gira compartida entre una banda de Lisboa y otra de Berlín, pasa directamente por Londres, donde se encuentra el cuartel general de Fuzz Club Records, encargado de editar los trabajos de ambas, por un parte “Prata (2024)” de Maquina y por la otra, “Self Destruct (2023)” de Errorr. Si analizamos los diferentes estilos que abraza el sello, éstos podrían ser infinitos, pero entre otros hablaríamos de rock ‘n’ roll experimental, post punk, ambient, psychoedelia, shoegaze, noise, garage, blues, folk, etc.… por lo tanto, es evidente que se deben sentir cómodos arropados por dicha discográfica, ya que actualmente es un referente para una escena que se abre cada vez más, y que se encuentra en expansión continua.
En el caso de Errorr, éstos forman parte de esa conexión de propuesta entre tímida y cargada de distorsión, que aplicaron a través de sus pedaleras y que se miró en el espejo de cuando Sonic Youth se ponían más dinámicos o como si The Jesus and Mary Chain volvieran a su desparrame 90’s. A todo ello, hay que añadirle esa educación europea de ir desarrollando los shows de forma dinámica, entrelazaron sonidos, con algo de misterio y se arroparon con una potente base rítmica, donde todo el concepto se vió arropado por la oscuridad necesaria que, aunque no acabo de encajar con el ambiente frio de la sala, nos dejó altamente satisfechos,
Imaginaros esas películas de la primera década de los 90’s, donde los protagonistas acuden a una fiesta clandestina, por supuesto, ésta se realiza en un sótano con difícil salida, pues bien, la banda que estaría tocando en esa fiesta podría ser sin ningún tipo de problema Maquina, Su propuesta se adapta perfectamente a una escena donde los vampiros hacen de las suyas, o bien cualquier tipo de desgracia se viene sobre los protagonistas de la película.
En el show de la banda de Lisboa, el público no sufrió daño físico, pero sí sonoro, ya que, con una hiperactividad excesiva, se encargaron de golpearnos directamente con una adrenalina oscura que nos invitó a la pista de baile entre una maraña de sonidos. El trío, se encargó de acometer ritmos sincopados, lineales, entre voces distorsionadas y sin descanso, y precisamente es ese punto el que resta algo a su propuesta, ya que caen en la necesidad de no dar tregua a su lado punk, y caer en un efecto bucle.
Precisamente fue cuando se rebajó algo la intensidad, cuando su sonido se nutrió de algo más de variedad y dinamismo, aportando un poco de oxígeno y sensaciones orgánicas muy interesantes, pero que duraron poco. En definitiva, ofrecieron un show a tumba abierta, que requirió de intensidad por ambas partes, pero que se hubiera visto beneficiado de algo más de variedad en su diversidad sonora
Texto: Oscar Fernández Sánchez
Fotos: Sonia Eireos Gallarin