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Los Coronas – Sala Villanos (Madrid)

 

¿Existirá mayor celebración para un combo formado por músicos, ya entallados, que ofrecer un concierto cómo y cuándo te salga del orto sin compromiso o dar explicaciones? Alquilar una sala de respetable aforo, promocionar lo justo, y llenarla para tocar en tu ciudad en tiempo de cenas empresariales navideñas, y montar tu propia fiesta entre devotos, curiosos y algún acólito., puede ser una de ellas.

 

Habrá otras bandas que den sus “farewell concerts” para despedir el año como excusa para renunciar al lastre de la evidencia de su ocaso, pero donde en sus cuentos no había mucho ya que decir, en esta historia hay demasiado cómo para no seguir explicando… Tanto como para seguir rindiendo un set y desencajar mandíbulas sin necesidad de confeti ni verbalizar lo innecesario. Sólo música, referencias ilimitadas debido a un enciclopédico conocimiento musical e influencias a las que querer rendir tributo para cuadrar un círculo en cuanto a estilo, no en cuanto a género, sin tener reparos a dar cabida a ninguno de los grupos que te han dejado alguna marca.

Porque cinco caballeros que son capaces de versionar desde Kraftwerk o Pink Floyd llegando a Marisol, vía “Day Tripper” y hacer vibrar los cimientos de la Villanos tal que “Ghost Riders in The Sky” a lomos de un caballo que zapatea un pasodoble al sentir su “Corazón Contento” para que suenen las palmas hasta la última esquina, sin que uno pueda recordar si esa noche bailó Lola, debe tener algo que otros no tienen.

Habrá vacío de palabras, pero no de reverbs inundando cualquier espacio para homenajear un género instrumental que solo algunos puedan sospechar que resultó tan cautivador cómo una tabla sobre una ola por el barrio de Embajadores, o un detective especial vestido de esmoquin surcando océanos.

Los Coronas han viajado tan a lo largo y ancho cómo para saber expresar esa pasión por unas músicas poco actuales y menos entendibles, salvo para aquellos que llenan la vieja Caracol, logrando que los ojos no enfoquen hacia otro lado que no sea el del escenario, gracias a una presencia tan estética cómo coreográfica con las que ni los barbudos Tejanos de la doble Z podrían haber soñado.

¿Decíamos sin palabras? De eso nuestro locuaz Don Fernando sigue sobrado después de innumerables hazañas, como para saber temporizar, con unas cuantas de las suyas, siempre bien traídas, dando aire a esos soplidos de Yevhen, el “ucraniano”, que confieren la dimensión Mexicali al tinglado junto a los guitarrazos sobrados de sabiduría musical de David.

Desde ahí, ya no es posible verbalizar para amortiguar las líneas trazadas con cuatro cuerdas gruesas por Javier, o los aporreos de uno de los que posiblemente resulten ser, hoy en día, uno de los mejores baterías de los que podamos seguir disfrutando en nuestro pequeño panorama nacional. ¡Loza! Vaya voz gastas además…

 

Texto y fotos: Frank Domenech

 

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