«Soft Rock is not a dirty work», gritó pletórico en un momento dado Sarakula. Por supuesto que no lo es, aunque dudo que lo hubiera defendido con tanta vehemencia de haber sido él exponente del Yacht Rock, que es el hermano pequeño del Soft Rock, a su vez un derivado deforme del West Coast Sound. Con lo fácil que viviríamos sin etiquetas…
Como sea, lo que Joel defiende no es música para masas en 2024 pese a su evidente trempera en las melodías, que a finales de los 70 hubieran arrasado en las listas de medio mundo. Eso sí, es la primera vez que toca en una sala de aforo mayor, me contó el fan Robert Mills, que siempre le ha visto en sus visitas anteriores. La Nau no presentaba un lleno, era un día complicado en Barcelona, con otros conciertos llevándose gran parte de público potencial. Pero es mejor ir hacia adelante aunque sea poquito a poquito.
Joel se trajo una banda buena en lo suyo, músicos que jugaban a favor de la canción, del groove funk/ disco/ pop del que parten las canciones, coloreando más que sobresaliendo, y eso incluye a Lalo López, antaño líder de La Fundación Tony Manero. Joel, por su parte, cantó con esa sutileza ya disfrutada en los discos, manteniéndose en el centro del escenario tras el teclado, y ejerciendo de perfecto maestro de ceremonias, hablando con desparpajo, animando y divirtiendo con su «español» de las Islas Canarias. «¿Ustedes o vosotros?», decía en relación a los dialectos isleños.
Sonó lo mejor de su nuevo álbum, Soft Focus, temas como «Loved Up» y «King Of Spain». Por supuesto, hubiera sido un crimen olvidarse de «Midnight Driver», una de las grandes canciones de esta década, sin importar el género que profesa. Y luego está todo lo que procede de Love Club, el disco de 2018 por el que muchos empezaron a fijarse en el artista. Fue una hora y media repleta de buenas vibraciones, bailes sensuales (por parte de la audiencia) y canciones que no envejecerán. Respeto y amor para Joel Sarakula.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Alberto Belmonte
