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Deadyard – Sala Upload (Barcelona)

 

 

DEADYARD, UNA BANDA APARTE

Sirva la referencia tarantiniana para expresar el nivel de emoción que generó el regreso de la banda barcelonesa, tras más de cuatro años de ausencia de los escenarios. Los directos en pandemia en los que se redujo el aforo y el público debía permanecer sentado no entran en esas cuentas; olvidados quedan esos momentos.

Así pues, tras tanto tiempo sin un bolo con todas las prestaciones del quinteto deadyardiano, la gente que el pasado sábado 7 acudió al Poble espanyol a verles y sentirles demostró estar en una predisposición especial, y la banda no defraudó ante tal desafío.

Y es que juntos siguen sonando como un motor a reacción, los temas está claro que tienen gancho y además tienen a Pablito, que con migraña o sin ella, canta feliz desde un infierno plagado de dragones. Su fórmula continua incólume a pesar del parón de varios años y a pesar de la enfermedad sufrida -ya superada- por Santolobo, el guitarra solista. Diría que superar todo eso ha sido posible debido a que el grupo posee esa alquimia indescifrable que atrae al público. Un público que no es del que va a un par de conciertos al año a hacer el fan, estamos hablando de gente veterana que mínimo ve a dos o tres bandas internacionales al mes. Si una banda local sobresale por encima de ese modus vivendi es que tiene nivel, que comunica bien y que apasiona.

Y que me parta un rayo si no fue eso lo que me encontré al entrar, tarde, a la sala. Me perdí a Smegma y a Radioactivas -que presentaban su primer disco en vinilo- por culpa de esta bendita ciudad en la que todo sucede a la vez y en los días previos a la innombrable Navidad. Pero una vez dentro, me abrí paso hasta las primeras filas y de pronto me choqué de frente contra la energía que desprenden estos tíos, que parece que se vaya a acabar el mundo. Dudo de si la pandemia se los cargó, o fueron ellos los que la provocaron invocando al fin de los días con su disco. En esta su vuelta tras tantos meses, salieron tan fuertes que si uno que pasaba por allí no me hubiese advertido, hubiera pensado que el bolo estaba finalizando. Rau se paseaba enloquecido de lado a lado levantando el bajo libre de cables, los hermanos Morell sacudían las greñas sudadas al viento y Carlos le retorcía las tripas a su Fender como si fuera su primera vez. ¡A la mierda todo! ¡Estamos aquí y vamos a divertirnos! Camisas fuera y eso que solo había sonado “The Escapist Song”, pero es que su riff es media vida.

Siguieron “Stench of the City” -que recuerda tanto a la corriente alterna y continua de la máquina Young&Johnson- y la más stoner “4 Seconds”; ambas prepararon la olla para “You Gave Me Sun”, otra oleada de amor eléctrico ahí abajo en el pogo. Pablo tiene la virtud de cantar como quienquiera, en este tema del The Monkey Monggah EP –que incluye este y al menos dos hitazos más- recuerda al mejor Marilyn Manson. Asimismo, hay que reparar en la elevada densidad de buenos temas por disco que tiene el grupo, recordemos que solo editaron dos EPs y un álbum, pero visto el repertorio parecen tener una trayectoria discográfica más dilatada.

A estas alturas de concierto la emoción fue tal que, tanto arriba como abajo del escenario hubo que tomar un poco de aire. Apretaba el ansia de quien vuelve a casa tras años vagando por el planeta. Tras el resuello sonaron “Machinery for Sharks” y “Old & Angry”, que tiene alma de himno hardcore. También compartieron dos cortes nuevos, “Spiders” y “Influencer”, así que no cabe esperar otra cosa que un nuevo proceso de grabación que lleve a un nuevo disco y que con él llegue la esperada estabilidad de la actividad del grupo. Lo mejor quedó para el final, como dictan los cánones: “Armageddon It!” a la que siguió el cover de “Surfin’ Bird” de Trashmen, y la locura de “Monkey Mongah” y de “Sabotage” de Beastie Boys que dieron paso al verso final de “The Boys Are Oooooout”!! ¡Ruido amigo, lágrimas, felicidad! Apoteósico es poco.

Cuando entrevisté a los Deadyard hace casi 7 años tras haberlos visto en directo un par de veces, les confesé que, para mí, a pesar de haber visto a tantas bandas americanas, inglesas o australianas, de tantos bolos y festivales, de tantos discos, de tantos años de entrevistas… estar cerca de una banda local de nivel y de amigos como ellos es una de las cosas más apasionantes que me han pasado en el mundo de la música. Y lo sigo manteniendo. Me alegro que vuelvan a estar por aquí.

 

Texto: Pacus González Centeno

Fotos: Mario Olmos

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