Uno de los festivales musicales más longevos del país, el Purple Weekend, celebró el pasado fin de semana en León 35 años de vida. Y lo hizo con un cartel de lujo protagonizado por el garage, el pop y el soul con acento anglosajón.
La fiesta arrancaba el jueves 5 con una programación revival 77 & new punk que pretendía homenajear al mítico London Calling de The Clash, que sopla 45 velas este año. Los encargados de perpetrar esta misión fueron los estadounidenses Ultra Q y los británicos Sharp Glass y Bad Nerves. Los madrileños Alcalá Norte, una de las sensaciones de la temporada, se cayeron a última hora por motivos de salud.
Los que fueron sensación, pero hace más de tres décadas, son Doctor Explosión, banda encargada de abrir la jornada del viernes en el Espacio Vías. Los asturianos, con la energía que los caracteriza, vienen de publicar la reedición de su primer trabajo, Vivir sin civilizar. En algunos temas los acompañó a los teclados Esteban, miembro de la mítica banda uruguaya de garage Los Mockers.
Otras leyendas del garage, en este caso estadounidense, son los Fuzztones, que fueron los siguientes en subir al escenario. La mera presencia de Rudi Protrudi en la sala hace que el ambiente se tense y el aire se vuelva más denso. Ataviado con su sempiterno chaleco negro, el frontman de 71 años (cumple 72 esta semana) derrochó carisma, se desgallitó y dejó buena muestra de su habilidad a las seis cuerdas. El rey del fuzz aprovechó para recordar el reciente lanzamiento de un documental sobre la banda y que el próximo año cumplen nada más y nada menos que 45 años.
Cambiamos de ubicación al Palacio de Congresos para disfrutar de la arriesgada propuesta de The Warlocks, banda oscura, densa y muy guitarrera que poco tenía que ver con los artistas que los antecedieron y sucedieron. De negro y con gesto serio, estos apóstoles angelinos de la distorsión y del muro de sonido parecían venir de un entierro. Quizá esa apatía, tan propia del shoegaze, hizo que no todo el mundo conectase con la banda capitaneada por Bobby Heckser. Un ambiente muy distinto se vivió en el concierto de Curtis Harding, cargado de energía soul y ritmos cálidos. Si bien no es justo centrarse en lo que faltó en vez de en lo que hubo, no puedo dejar de pensar en cómo ganaría la banda con unos vientos y unas percusiones. Dos conciertos muy distintos (las voces de Heckser y Harding son como el día y la noche) que demuestran la variedad estilística y el riesgo que asume el festival.
El sábado amaneció frío y soleado en León, y nada mejor para entrar en calor que una sesión de garage rock matutina. A las 13.00 en el Espacio Vías The Giant Robots ofrecieron uno de los grandes conciertos de esta edición, a pesar de que el cantante reconoció sentirse extraño tocando a esas horas: «Es como eyacular sin haber tenido sexo», bromeó. Los suecos destilaron garage rock de corte clásico pero ejecutado con energía y precisión.
Después de comer nos esperaba en el mismo espacio el manchego Julián Maeso en formato sexteto, con el que repasó seis décadas de música mod y latin jazz. Tras un incómodo retraso que tuvo al público disfrutando del acogedor clima leonés en el exterior, Los Estanques salieron con el cuchillo entre los dientes. A Íñigo Bregel, el cantante, se le vio gamberro y vacilón con el público, quizá por saberse fuera de lugar entre tanta boina y patilla. Sea como fuere, y a pesar de los numerosos problemas técnicos, ofrecieron un recital divertido, dinámico, recargado e irreverente, adjetivos que también sirven para definir al grupo cántabro.
Cerró la tarde P.P. Arnold, leyenda del soul que en la década de los sesenta gozó de éxito notable en Reino Unido. A sus 78 años la diva lucía fantástica y se mostró muy habladora (casi todo en castellano) y risueña. Repasó temas propios, famosas versiones (‘Eleanor Rigby’ o ‘Morning Angel’) e interpretó una emocionante canción dedicada a su hija, que falleció a los 13 años. Entre el público pudimos ver a varios miembros de The Lemon Twigs, que no quisieron perderse el recital de esta soul survivor.
La recta final del festival la iniciaron Cast, banda británica que repasó algunos de sus nuevos temas y también los más clásicos. Entre ellos destacó ‘Walkaway’, que sonó brillante en la noche leonesa. Por lo demás, pop rock muy melódico pero sin alardes ni grandes sorpresas. Sintiéndolo por John Power y sus décadas de trayectoria, esos niños prodigio del pop conocidos como Lemon Twigs dieron una masterclass de como crear melodías deliciosas aunando virtuosismo y emoción como pocas veces ocurre.
Estos pequeños Brian Wilson repasaron con descaro y belleza canciones de sus últimos trabajos. Por poner dos peros, que están relacionados entre sí, fueron poco generosos con la duración del concierto (una hora escasa) y dejaron en el tintero algunas de sus mejores canciones. Se lo perdonaremos por esta vez a los hermanos D’Addario.
A toda esta oferta musical hay que sumarle una nutrida programación paralela: pinchadas diurnas nocturnas, mercadillo de ropa y vinilos, exposiciones fotográficas, desfiles de moda y de scooters… Las cosas salieron como debían y el 35 cumpleaños del Purple Weekend fue lo que se esperaba, la crónica de un éxito anunciado.
Texto: Pablo Vázquez
Fotos: Alex Amorós