Baladas de corazones rotos, melancólicas melodías de taberna, la siempre eficaz fórmula de fundir lo acústico y lo eléctrico, más unos esporádicos arreglos de cuerda y mucho humo, alcohol y terciopelo. Lo que vendría a ser el manual básico del malditismo, vamos; el que va del Hurt Me de Johnny Thunders y pasa por Only Ones, Chamber Strings, Suicide Twins o Darrell Bath para acabar en Guttercats, los siempre presentes Jacobites o este mismo par de sospechosos, Andy Hekkandi y Anton Meriläinen, cuyas pintas en la portada ya dan pistas de sobra acerca del contenido.
Doce temas cocinados a fuego muy lento, pues varios de ellos, en origen, eran tan sólo borradores acústicos que Andy iba pergeñando en solitario, consciente de que no tenían cabida en el seno de su banda, los suecos Trench Dogs. Hasta que en 2019 decidió contactar con Anton, a quien conocía de haber tocado en la banda de Dave Kusworth y ver si estaba interesado en hacer algo con aquello. A partir de ahí, la historia de siempre: surge la química, se añaden ideas, temas nuevos y se pasa de los esquemáticos originales a todo un nuevo concepto, sin prisa alguna. Sesiones relajadas durante la pandemia, bien regadas por la noche con alto octanaje, para acabar reclutando colegas del submundo una vez se pisa el estudio. Y así, con la ayuda de Martin Andersson (batería de Trench Dogs), Tsuneharu “Gen” Fujiwara (Lipstick Killers/Naruzy Suicide Band) a los teclados y Sebastian Cojocaru (otro esbirro de Kusworth en los últimos tiempos) al piano y la mandolina, todos esos temas que habían ido cogiendo forma, acabaron por coger cuerpo.
Y el resultado es un disco que nace directamente de culto. Porque no hay un solo tema flojo en todo el álbum, y porque -como siempre- solo unos pocos se dejarán acompañar por ellos y los sabrán disfrutar en su justa medida. En esas tardes de lluvia o esas noches sin más compañía que una botella, un sofá y un cenicero a rebosar. Y es que, como muy bien explica el propio Andy, “Piss and Cancer no pretende capturar el fiestón, sino encontrarte en el solitario y ebrio trayecto de vuelta a casa. Una yuxtaposición irónica de lo bello y lo feo”. Amén.
Eloy Pérez