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Frank Zappa con buena letra

Conmemoramos el 31 aniversario de la muerte del genial iconoclasta del rock con la publicación de Frank Zappa, obra lírica completa (Libros del Kultrum). Manuel de la Fuente, responsable de la edición y traducción del libro, nos comparte, con este texto exclusivo para los lectores de Ruta 66, el largo proceso acometido para completar la publicación, por vez primera (también en el mercado anglosajón), del cancionero íntegro del maestro de la contracultura estadounidense.

Hace hoy treinta y un años, fallecía en su residencia de Los Ángeles el músico Frank Zappa. Era el 4 de diciembre de 1993 y, al cabo de dos días, la noticia encabezaba la sección cultural de los medios del mundo entero. Se había ido el genio de la contracultura estadounidense, el freak transgresor y contestatario, el roquero surgido en los años sesenta que deleitaba con sus solos de guitarra y un humor mordaz siempre dispuesto a señalar la estupidez humana. La proliferación de testimonios que lloraban su muerte daba buena cuenta de la influencia que había ejercido su obra. Músicos, cineastas, intelectuales, periodistas, incluso políticos, reconocían la envergadura de un artista singular que no había dejado nunca de sorprender con cada lanzamiento de su prolífica discografía.

Aun así, Zappa era también un gran desconocido. Se había impuesto en el imaginario popular su poderosa imagen, elaborada al principio de su trayectoria para destacar en la escena musical de su país: su figura melenuda, presidida por bigote y perilla, y sus poses extravagantes en carteles y portadas de discos habían eclipsado el conocimiento profundo de su música. La reiterada censura por parte de los grandes sellos y su invisibilización en los circuitos de distribución habían convertido el acceso a sus discos en una labor de activista, del fan convencido, integrante de una comunidad que, aunque sólida, sólo crecía con cuentagotas.

En Estados Unidos, sus canciones no sonaban en las emisoras de radio y, en Europa, la comicidad de sus letras se obviaba por la barrera lingüística. Por todos estos motivos, en el momento de fallecer, se echaba en falta una valoración que resulta evidente: Frank Zappa es uno de los compositores más interesantes de la segunda mitad del siglo XX, uno de los artistas que mejor explican no sólo su tiempo sino también, a día de hoy, nuestro presente.

Los seguidores de Zappa comparten dos particularidades. La primera es la ausencia de desertores. Su hechizo que invoca el sarcasmo, la inteligencia y el gusto por la buena música resulta tan hipnótico que, quien queda inoculado por su veneno, renunciará de por vida a la búsqueda de un antídoto inexistente. Es más, se convertirá en un proselitista, como bien sabe cualquiera con un amigo zappiano, que sufre constantemente la insistencia por sumergirse en su obra. Cuando surte efecto, la víctima siempre descubre cuánta razón tenía ese amigo y se convierte a su vez en un nuevo militante de ese ejército.

El segundo rasgo tiene relación con este proceso. Al hallarnos ante un artista con una producción tan vasta y variada (más de sesenta discos en el momento de su fallecimiento, con estilos que van desde el rock a la música sinfónica y electrónica), no hay dos fans que hayan accedido por una misma puerta. A mí, sin ir más lejos, es algo que me sucede cuando me preguntan cuál es el mejor disco para empezar. Ante esta pregunta tengo dos respuestas, una breve y una más matizada. La breve es Joe’s Garage, porque es un título fácil de recordar, con temas pegadizos y solos de guitarra, que puede cumplir a la perfección el cometido de despertar el interés.

La respuesta más extensa es la que defiendo firmemente: no se puede recomendar un disco concreto de Zappa porque no es un artista que se pueda describir en un par de frases ni reducir a una recomendación rápida. Al contrario, se trata de un músico especialmente apto para mentes inquietas, que potencia la curiosidad y el espíritu crítico. Por eso, que cada cual entre por la canción o el disco que desee.

Con todo, si se le dedica un mínimo de atención, la satisfacción está garantizada, se abrirá un mundo fascinante que no te abandona de por vida. Porque Frank Zappa, como Cervantes, emplea el humor para ridiculizar la condición humana y por esa razón uno de sus primeros biógrafos anglosajones, Neil Slaven, lo calificó de “Don Quijote eléctrico”. Y como Cervantes y los clásicos, sus textos desvelan una forma de estar en el mundo, una ética que nos sirve como modelo de conducta. Lo expresó muy bien uno de sus discípulos aventajados, Matt Groening. “Su ejemplo me mostró el camino”, decía el creador de Los Simpson, “vi que era bueno ir a la mía y no seguir el dictado de las autoridades”.

Empecé a escuchar con detenimiento a Frank Zappa en los años de universidad, tal y como expliqué hace un tiempo, también en Ruta 66:

https://www.ruta66.es/2021/06/articulos/frank-zappa-antidoto-contra-el-aburrimiento

Entonces percibí una circunstancia difícil de entender: su importancia no cuadraba con la escasez de referencias bibliográficas sobre su figura. Existían algunos libros divulgativos, pero ni se habían traducido sus memorias ni se le habían dedicado estudios como a otros músicos o a la mayor parte de cineastas. Así, nada más publicar en 2006 un análisis de su obra, entré en contacto con Julián Viñuales, melómano como pocos y editor como ningún otro, para traducir su autobiografía. Ambos llevábamos tiempo tras Gail Zappa, la viuda del músico, y desde ese momento unimos nuestras fuerzas. No fue hasta 2014 cuando Gail cedió y vio la luz el libro, al que siguieron las memorias de Pauline Butcher, secretaria entre los años sesenta y setenta.

La siguiente propuesta que me comentó Julián resultó irresistible: “¿Qué tal el cancionero bilingüe?”. Lanzó la pregunta en febrero de 2016. Desde entonces –y mientras preparaba a la vez la primera biografía sobre Zappa en castellano, publicada en 2021 por Alianza– me he dedicado a completar un trabajo que ya había iniciado y que acaba de llegar a buen término: la Obra lírica completa de Frank Zappa. Nunca le agradeceré lo suficiente a Julián la paciencia y el apoyo a la idea que tenía en mente para escribir el libro que me habría gustado leer en mis años formativos, un volumen con las siguientes características:

1) una edición crítica, es decir, con introducción y notas al pie explicativas. Frank Zappa era un letrista muy concienzudo, que disfrutó tanto con esta labor que se preocupó de explicar con profusión lo que había querido decir en sus versos. Así como es imposible en Zappa separar música y letra, resulta innegable que sus textos (repletos de referencialidad, juegos lingüísticos y sentidos implícitos) son fruto de una escritura tan elaborada como las notas de sus partituras. Una comprensión completa de su obra requería este trabajo, porque no se entiende, por ejemplo, qué es una Jewish princess o una Valley girl sin una contextualización oportuna;

2) una traducción acorde a los cánones de la traducción literaria de las obras clásicas. El objetivo era evitar el error habitual de la traducción de los cancioneros de rock, que han apostado tradicionalmente (salvo honrosas excepciones) por una traslación palabra por palabra de los textos en inglés, lo que vulnera una correcta comprensión en castellano. La literalidad no suele casar bien con la fidelidad: la traducción ha de perseguir, dentro de los límites de pertinencia, los mismos efectos (la comicidad en este caso) que provocan esas letras en su idioma original, un principio que resulta tan asumido por la traducción de la literatura clásica y contemporánea como infrecuente en las letras de rock. Además, las notas al pie añaden diversas opciones en aquellos pasajes más conflictivos;

3) textos introductorios en cada disco para ofrecer una perspectiva global, no sólo de cada trabajo sino también de la trayectoria completa del músico. De este modo, si se leen estos textos de forma sucesiva, el lector puede recorrer la trayectoria vital y artística de Frank Zappa, dado que se mencionan sus vicisitudes y la publicación de los álbumes no presentes en el cancionero (esto es, los trabajos instrumentales o aquellos conformados por canciones aparecidas anteriormente).

Al principio de su carrera, Frank Zappa no quería dedicarse al rock y tampoco deseaba hacer canciones. Su voluntad era grabar música orquestal o dirigir películas. Sin embargo, tras algunos intentos frustrados, se percató de que la única vía para expresar sus inquietudes era mediante el vehículo vigente en aquellos años, y éste era el rock. Siempre le quedó una cierta amargura que expresó alguna vez con socarronería, al igual que, con su prosa, le sucedió a Cervantes, quien llegó a decir aquello de “Yo, que siempre trabajo y me desvelo / por parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el cielo”. Pero en cuanto el músico asumió la apuesta, se dedicó en cuerpo y alma. Vivió en el rock y escribió centenares de canciones con una dedicación febril, atento a reflejar con precisión en sus letras sus puntos de vista.

La obra de Frank Zappa permanece más vigente que nunca. Lejos queda aquella situación de vacío bibliográfico y esta edición bilingüe ofrece lo que hasta ahora no existía ni siquiera en el mercado anglosajón: el cancionero íntegro con todas las letras que publicó o dejó preparadas para su edición póstuma, incluidos los libretos de los discos pensados para su representación escénica, los diálogos de su último álbum, Civilization Phaze III, y el “Beatles Medley”. La finalidad de este Frank Zappa, obra lírica completa (Libros del Kultrum) es situarlo en su justo lugar; leer por fin, en ambas lenguas esa “explosión arrolladora de ideas, tramas, situaciones, personajes, formatos, descripciones, discursos, diálogos, guiones de cine, folletos publicitarios y lo que se tercie”, como señala en su prólogo Julián Hernández, uno de los músicos de referencia en nuestro país. Se trata, en definitiva, de contar con más herramientas para convencer a quienes aún se resisten al virus zappiano.

Texto: Manuel de la Fuente

 

 

 

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