
Hace ya dieciséis años que nació Voces Femeninas, una de esas raras iniciativas periféricas y fuera del circuito estándar que permanecen en el tiempo sin necesidad de rendir tributo a las tendencias del momento. En un Teatro Principal razonablemente lleno, las tres artistas elegidas para la edición de 2024 sintieron el efusivo apoyo de un público curioso que, en general, posiblemente no tuviera demasiada idea de lo que se iba a encontrar. Mérito de unos organizadores que se han ganado el derecho a que la gente confíe en una oferta que no suele defraudar.
La viguesa Sanny se encargó de romper el hielo, folk clásico estadounidense de aire introvertido y tristón (Bedroom Folk es el revelador título de su más reciente EP), pero confortado por una voz luminosa, una armónica a lo Neil Young y una Telecaster que sonaba a gloria cuando Sanny tiraba de fingerpicking. Quedamos con ganas de más.
Elena Setién cambió radicalmente el tono. Sus música tiene algo de inquietante, una sensación de misterio a punto de revelarse que mantiene en alerta al espectador. Esa intensidad a fuego lento se amplifica todavía más por el estimulante diálogo entre su teclado y la guitarra visionaria de Joseba Irazoki, siempre en busca de las soluciones más creativas, sin miedo al riesgo, para esta especie de canciones folk de un país imaginario.

El último disco de Saint Saviour es un delicioso muestrario de pop intimista, orgánico y cercano, con un optimismo ya insinuado en el título, Sunseeker. Sin embargo, poco de ese ambiente se traslada al escenario del Teatro Principal. Acompañada por dos músicos excelentes, mención especial para el bajista, la británica enseñó su cara más hermética y distante, quizá lastrada por la falta de la otra mitad de una sección rítmica que seguro hubiera realzado su muy personal mundo melódico. Plena de voz y presencia escénica, Saint Saviour completó un concierto impecable que, eso sí, apenas logró mostrar la calidez que ofrecen los mejores momentos de su discografía.
Texto: Carlos Rego
Fotos: Miguel Estima