“Gracias por apoyar la música independiente”, decía Fantastic Negrito cerca del final de su concierto del pasado sábado en la Sala Capitol. Se refería, por si era necesaria alguna aclaración, a aquella música que se mueve al margen de lo convencional, de lo que encuentra repercusión masiva y apoyo habitual en los medios de comunicación. O sea, justo todo lo que el Outono Códax Festival representa desde que iniciase su andadura hace ahora catorce años.
La representación más palpable se pudo encontrar -al igual que en todas las ediciones anteriores- en la Sala Capitol, llena prácticamente o con las localidades agotadas en todos sus conciertos, unas 800 personas que lo llenaban y respaldaban la propuesta en una ciudad de menos de 100.000 habitantes, algo prácticamente imposible en cualquier otra ciudad del Estado. Fantastic Negrito fue el perfecto fin de fiesta a un festival que se desarrolló durante casi todo el mes de noviembre.
Antes, desde principios de mes e incluso finales de octubre, ya habían pasado artistas tremendamente apetecibles por la Sala Capitol de Santiago de Compostela -una de las más completas para conciertos en este país, si no la mejor-, el epicentro del festival, como los de The Sheepdogs o The Commoners (día 9 de noviembre). También por el Riquela Club, escenario de actuaciones más recogidos al estilo de una sala de conciertos más pequeña y cargada, como los de The Courettes (día 31 de octubre) y Los Tiki Phantoms (día 15 de noviembre).
A ello se le sumaban catas de vino, cenas maridaje, presentaciones de libros (como ¡Lo tengo en vinilo! de Óscar Avendaño), exposiciones de fotografías de jazz de finales de los años 40 del siglo pasado o las pinchadas post-concierto a cargo de DJ Javi Savoy, DJ Sanma o DJ Abel Vision. También tuvo lugar la tercera edición del ciclo Blow Up, A música no cinema, con la proyección de tres películas musicales: el clásico El fantasma del paraíso de Brian de Palma (1974), que cumple ahora 50 años, y dos estrenos: el documental This Is a Film about the Black Keys, con su convencional repaso por la vida y obra del dúo, y la enorme y totalmente recomendable película de animación nipona centrada en el jazz Blue Giant.
Ya entrando en el fin de semana principal, en el que Ruta 66 estuvo presente en la edición de este año, el jueves 21 la noche empezó con el concierto en la Sala Capitol de Mambas Negras, el proyecto con el que Óscar Avendaño y sus colegas revisan canciones de las bandas sonoras de Mr. Tarantino. Aunque no fue posible verlos ya que el avión aterrizaba a esa misma hora, los comentarios recabados después daban cuenta de un inmejorable inicio de los tres días finales del festival. Después era el momento para Shannon & The Clams, debatiéndose entre la versión más delicada y cercana a los 60 de su repertorio en la voz de Shannon y la faceta más rabiosa y garajera en la voz de su guitarrista Cody Blanchard y su teclista Will Sprott.
El viernes 22 se abrió con The Fuzillis, presentando su segundo álbum del año pasado, Grind a Go Go Vol 2. Sus instr-o-mentals cargados de saxos revoltosos y guitarras lascivas iniciaron una fiesta que ya no cesaría en toda la noche. Repartieron chupitos entre las primeras filas (mientras ponían la palabra “Chupito” en lugar de “Tequila” en su versión de la canción del mismo nombre) y acabaron con parte del público asaltando el escenario mientras portaba carteles de su lema de guerra: Ungawa!!!!
A continuación, The Jive Aces eran, sin duda, la banda perfecta para darles continuidad. No en vano tienen lazos familiares entre los dos grupos. Su cóctel de swing, rockabilly, temas italianos (perfectamente adornados por el acordeón de Grazia Clarkson) o skiffle, sabiamente repartidos entre versiones y temas propios, acabó con el cantante y el trombonista subidos en la barra de la sala y el saxofonista infiltrado entre un público que pedía más. Se encendieron las luces, sonó la música que anunciaba el fin y tuvo que pararse para que el grupo volviera al escenario acompañado, en esta ocasión, de The Fuzillis, en un fin de fiesta en todo lo alto.
Ya el sábado 23 compareció en primer lugar la gran voz negra de Galicia, Carla de Figueredo, con su banda Madame Bird. Aunque se la había situado en la órbita de la primera Aretha Franklin o la mismísima Etta James, la encontramos más próxima a la rasposa fiereza de Janis Joplin. Los belgas Lightspeed aparecieron en el escenario a continuación, en formato dúo en lugar del cuarteto que son. Tal vez por ello o por unas canciones que no encajaban tanto con el resto del festival (versión de “What a Waster” de The Libertines incluida, que sirve para ubicarlos), lo cierto es que su pase de 45 minutos resultó un tanto desangelado.
Fue, no obstante, un lapsus de calma para enfrentarnos a continuación a toda una fiera escénica como Fantastic Negrito. Puede convencer más o menos en disco, pero en directo no hay duda de su entrega y su energía nada impostadas. La banda, en la que cada uno de sus músicos parecía provenir de mundos muy distintos, sonó verdaderamente eléctrica en la primera parte. En la segunda, a partir de “Song of a Broken Man”, con su interpretación entre James Brown y Prince, se tornó más funky, más negra incluso, terminando con su versión de “In the Pines” (también conocida como “Where Do You Sleep Last Night”) antes de regresar para dos bises. Negrito está destinado a recintos mayores y grandes festivales, así que no es extraño que los asistentes supieran apreciar el poder verlo todavía en una sala así. De hecho, cuando sacó su móvil de su bolsillo para filmar al público incrédulo ante su respuesta estaba dando cuenta de lo especial que es el Outono Códax Festival y por lo que sus fieles repiten año tras año.
Texto: Xavier Valiño
Fotos: Cris Andina