«Su actuación anoche fue increíblemente bella. Encapsuló la celebración y la tristeza, las raíces y los ritmos del ser humano y nuestros viajes circulares , la iluminación más pura y el poder del propio sonido», escribía el fotógrafo Hal Masonberg el día después de la celebración del concierto del pianista y sanador Nduduzo Makhathini (oriundo de Pietermaritzburgo, Sudáfrica) en compañía del baterista Lukmil Perez y el contrabajista Zwelakhe-Duma Bell.
No puede haber una mejor manera de describir en pocas palabras lo que supuso la visión de ese recital, la conexión directa vista/oído con los tres músicos que ocupaban el escenario del bonito local de la calle Nou de la Rambla: emoción; conducción; pureza; sanación. Es la forma de entender la música, en este caso el jazz, de la zona de donde procede nuestro protagonista. No corras, pero no pares; intensidad contenida pero con lugar para belleza; habilidad para interpretar, pero dando aire a la interpretación.
Como dijo Nduduzo, las jams en su zona suelen durar entre tres horas y tres semanas. Y bromeó: «Si este concierto dura entre tres horas y tres semanas llamen a sus familiares y díganles que están viviendo a Nduduzo». Refleja muy bien cómo condujo el concierto y cómo respiró la música. Es curioso, la mayoría de veces, que oigas algo que se asemeja a cosas que ya han pasado por tu interior, pero cómo varían por cómo interpreta el autor dependiendo de su procedencia. Sí, es jazz basado en piano, pero muy diferente de como se haría en USA, Londres o París.
Él es extraordinario en su instrumento, y cuando acompaña con esa voz de chamán, le da un enfoque fantasmal a las canciones que no tienen parangón con nada que haya oído antes. Por supuesto, Bell es bueno en el contrabajo, pero me dejó perplejo el baterista cubano Lukmil Perez, un tipo que por fachada pudo haber sido profesor de matemáticas en mi viejo instituto, pero tocando tenía un instinto alucinante para leer lo que el maestro Nduduzo dictaba. Deseando que vuelvan. Mientras tanto seguiremos oyendo el reciente uNomkhubulwane o Ikhambi, una de las obras maestras del jazz de la pasada década.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Alberto Belmonte