Un lujo, el contar con un recital de la californiana Marley Munroe, alias Lady Blackbird, en un marco singular como es la mítica Sala La Paloma. Una lástima que fueran pocos los barceloneses que acudieron a esta primera visita de la diva a la ciudad. Ellos se lo perdieron.
Un público escaso, con fuerte presencia expat, supo arropar con la calidez que procede a la artista y a su superlativa banda, que repasó repertorio de sus dos álbumes: aquel acojonante Black acid soul, con el que debutaba en 2021 –y que permanece entre los mejores álbumes de Jazz vocal en lo que llevamos de siglo– y, sobre todo, su novísimo Slang spirituals, segunda entrega más ecléctica, más soulful, tal vez algo más fiestera.
Genio y figura, ataviada con uno de sus looks imposibles, toda ella sentido del humor y garra y sangre que hierve y vida y una voz y un alma que dejan boquiabierto al respetable, la Munroe demostró que su hábitat natural son las tablas. Que ahí encima es el lugar donde es realmente ella. Su mejor yo.
Momentos estelares hubo unos cuantos. Five feet tall, No one can love me, Man on a boat o la explosión de Reborn, cuando en mitad de tema la artista desapareció del escenario dejando que la banda hiciera de las suyas. Y, de pronto, pasábamos de un tema de R&B contemporáneo a estar en un recital de Miles Davis de 1973, con Kennetch Crouch dejándose las falanges sobre las teclas del Rhodes, Johnny Flaugher demostrando una pericia al bajo que lo mismo lo emparenta con Miroslav Vitous que con John Entwistle, y Tamir Barzilay poniendo ritmo y compás atrincherado tras la batería. Mención aparte merece Chris Seefried, guitarrista y compositor en buena medida responsable de que ese proyecto exista y luzca así de hermoso.
Aplausos y peticiones de más. Like a woman, con toda su arrolladora soulfulness y, para terminar, un solo bis, la infaltable Let not (your heart be troubled), quedándose en el tintero su demoledora Lost and looking. Será para la siguiente visita que espero que llegue pronto. Y, a ser posible, en el mismo escenario.
Texto: Alberto Valle
Fotos: Rosa Núñez