Después del brillante bolo de Jessica en el Primavera 2024 y de los ecos de las críticas de su gran obra de 2024, Here In The Pitch, que seguro figurará en la pole de las listas de lo mejor del año, el limitado aforo del CAT tradicionàrius hacía ya meses que ondeaba un majestuoso sold out. Todo los connoiseurs a sus puestos, a punto para deleitarse con la música de la cantautora.
El directo de Jessica focaliza toda su atención en la música, sin apenas atender su relación con el público. Su timidez y su sobriedad ayudan degustar su arte sin ninguna distracción. Su aurea, como si fuera una musa de Lynch, a medio camino entre el Café Wah y el Troubadour, está llena de luz y de misterio, a partes iguales. Su voz, de exagerado tono nasal, crepita en la melodía y aúlla delicadamente. Invade el vacío como savia embrujada, mientras la banda flota a su lado con gravedad poética.
Su evolución artística pasando de la intimidad como cantautora a presentarse con una banda, es una avance lógico y necesario para que su música se expanda y encuentre nuevas vías de expresión. La banda es casi perfecta para sus intenciones. Suena llena de tonalidades sedantes, y recuerda al sonido de Gold Star Studios el día que Phil Spector estaba de resaca y no podía prestar demasiada atención.
Su manera de acometer la música de Jessica suena a la Wrecking Crew tocando desde un jacuzzi. De todos, el que más me sorprende es el batería, realmente imaginativo, jugando siempre al filo del detalle, con arreglos sencillos y sucintos, entre la narrativa y el ritmo. El conjunto se deshace en un magma sonoro espumoso, hecho a base de detalles, con precisión cuántica, lacónico y sobrio. Las melodías de Jessica son pura saudade hecha golosina. Bacharach, Milton Nascimiento y Tom Ze, Jude Sill, Karen Dalton y Vashti Bunyan, Laurel Canyon, y Copacabana, todo se mezcla perfectamente proporcionado. El resultado, tanto en disco como en directo, es una especie de folk termal que mece y nutre. Si algún pero le puedo poner al concierto es su escasa duración. 50 minutos de repertorio donde las canciones aparecen y desaparecen dejando un espectro esencial. Destilando la pureza y evitando cualquier artificio innecesario. Hay algo (mucho diría yo) de mí que quería seguir gozando de esta magia mucho más rato. Hasta quedarme totalmente saciado.
Texto: Andreu Cunill Clares
Fotos: Marina Tomás Roch