Cuesta asimilar la carrera de un tipo, James Brandon Lewis, que en el mismo año puede visitarte acompañado de los Messthetics, con miembros de Fugazi en sus filas, o como lo hizo en este doble pase en el Jamboree, donde llegó custodiado de un trompetista, una chica al cello, otra chica a la batería (lo más justito del quinteto) y una contrabajista que verla era una pintura de arte, de movimiento inclasificable.
Cuesta, también, asimilar su producción discográfica, pues cuando todavía estamos asimilando el apabullante álbum con los Messthetics, anuncia nuevo trabajo para febrero, sin contar los dos que publicó en 2023 (corran a escuchar esa obra maestra llamada Eye Of I).
Pero cuando lo que ofrece es tan sumamente excitante la asimilación carece de significado; solo importa el impacto. James es grande, uno de los mejores desde hace una década. Verle en la sala del Jamboree tocando para nosotros fue un regalo divino. De aquí a unos años miraremos atrás y recordaremos esa performance como algo único. Creo, y me gusta pensar que así será, que el tipo debe estar en lo más alto de la vanguardia del jazz en muy poco tiempo. De no ser así asumo que hay gente sorda en todos los ámbitos y espectros musicales. Bueno, él está en lo más alto, pero me refiero al hecho de que haya un mayor número de público para recibirle no solo aquí, sino en toda Europa.
Basaron el recital en muchas de las canciones que James versionó de Mahalia Jackson en el disco reciente For Mahalia, With Love. Dicho esto puede sonar extraño, pues Mahalia fue una de las mejores cantantes de góspel y blues de su tiempo, mientras que la música de James, en la que su saxo es el protagonista, es siempre instrumental. Pero ahí radica la originalidad de esta propuesta, la de esta gira, y la del propio músico. El conjunto apegó a las texturas, buscando más el detalle que el ensalzamiento personal. Por ejemplo, lo del cello; apegaba a incursiones que podían parecer cinematográficas, más artísticas que jazzísticas. Y lo propio podría decirse de cómo la chica del contrabajo hizo sonar su instrumento, siempre en busca de lo original y no de la virtuosidad.
Hubo algunos tonos introductorios que fueron creados en modo in crescendo, rozando lo free del género, escudriñando la dimensión desconocida; en esos intervalos James era el conductor, el hechicero en busca de la poción. Luego pillaban la directa y James, junto al trompetista, soplaban como un bloque, armonizando la más bella de las melodías. A James le faltó sonreír, cosa que hizo ya hacia el final del concierto. Es de la estirpe de Miles y Thelonious, la música es lo primero. A nosotros nos hizo sonreír, vibrar y casi llorar. Cuando la música es así de importante todo lo demás desmerece a su lado. James, sonríe cuando te apetezca, pero sigue así.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Alberto Belmonte