
Un sábado noche de rock’n’roll sudoroso y festivo lo firma cualquiera en sus cabales. La Sala Mytho acogió, gracias al agitador social y cultural Txarli Romero, una velada de tres grupos que llevan la agitación, el baile y la diversión por bandera.
Abrieron The Daltonics con su rhythm & blues y un deje a lo Siniestro Total bastante evidente, aunque beben directamente de la sagrada fuente de Doctor Feelgood, buen ejemplo es la versión de “She does it right” en este caso rebautizada como “Es lo que hay”. Y destacable también la versión del “1-2-5-“ de Fuzztones, amén de temas propios como “Viudas de Epalza”, con la que cerraron casi una hora en la que el público que arrastra sabe lo que va a ver y es lo que quiere.

Pero la expectación estaba centrada (incluso más que en el cabeza de cartel) en los gipuzkoanos Lie Detectors. Hacía un tiempo que no paraban por la muy Noble Villa, así que las ganas de despiporre eran supremas. Con “Masaje Uzkebo” se desató el sin Dios. Son un grupo desatado, ambiguo, enloquecido y, sobre todo, divertido con unos fundamentos garajeros y de guateque setentero importantes. De ahí que no hubiera más que bailoteo, sonrisas y canciones coreadas a pleno pulmón. “Sin ti no puedo estar”, la suprema “Chelsea Boots”, “La maldición del amor” fueron temas más que cantados, interpretados y vividos por su frontman Txema, el hombre del tupido bigote y vestido impolutamente de blanco como si fuera un galán del underground donostiarra.
El histriónico (para bien, joder, pero que muy para bien) cantante se mezcló con la turba enloquecida un par de veces, y el concierto acababa con temazos como “Así! Así!”, “Megatón Ye-Ye”, la suprema “Felicidad” (vislumbré al mejor Raphael, eso es así) y “Me gusta la calle” para finiquitar una actuación superlativa. Grupazo.

Y fin de fiesta para el cuarteto escandinavo “Grande Royale”. En mayo de 2022 ya pusieron patas arriba La Nube en Santutxu y esta vez fue parecido pero distinto. Porque tuvieron problemas con un ampli que decidió inmolarse en directo (la mejor manera de morir) y jodió parte de la actuación, pues las dos guitarras no convivieron mucho tiempo. Gajes del oficio, peligros del directo. Pero aún a pesar de todo el sonido compacto, crudo e intenso de Grande Royale es una carta de presentación segura. Enorme concierto, peleando contra las adversidades y saliendo victoriosos. El puñetazo inicial de “Status Doom” ya nos dejó con las orejas puntiagudas cual Vulpes Zerda (Zorro del desierto en un definición en latín, no confundamos). Y luego más grasa del norte (un norte que es muy caliente) con trallazos como “Seven Days”, “Break Light” o “One Second”.
Y para el final “Go go go”, ya lanzados cuesta abajo y sin frenos. Hay que ver la energía que se desprende de citas como esta, ni una mala cara, ni un problema y un único objetivo, salir del cubil bailando por la acera poseídos por la electricidad. Sólo nos faltó hacernos con alguna de las chupas noventeras chungas y molonas que llevaban a juego tres de los cuatro vikingos. Vaya noche para recordar.
Texto: Michel Ramone
Fotos: Dena Flows