En 1988 Chuck D apostillaba aquello de «Don’t believe the hype». Un axioma, una alerta, cuya resonancia llega hasta nuestros días. Diecisiete años después, los hermanos Gallagher, de forma más críptica, afirmaban, tajantes, aquello otro de «Don’t believe the truth».
Pero si la verdad es que el hype del momento recae en unos jóvenes irlandeses que atienden al nombre de Fontaines DC, resulta sensato que quepa una excepción al respecto. Porque es cierto que su auge, (mal) vinculado en parte al enésimo revival post-punk, resultaba inicialmente sospechoso, pero el poso con el que han ido creciendo, ha solidificado su sonido hasta alcanzar las altas cotas cualitativas que ofrece Romance, su cuarto trabajo. Un disco donde afinan mejor su instinto pop. Donde resuelven mejor que nunca su capacidad para cerrar estructuras redondas. Un álbum donde el porcentaje de canciones con enjundia es más elevado que nunca. Su mejor disco, y el que les catapulta a un elevado estatus contemporáneo, sin duda merecido.
Pero más allá de esa transformación estética, sonora, cromática, formal, que supone su cuarto elepé, es el directo el que puede o no elevar definitivamente ese encumbramiento, a través de una presentación en vivo más o menos esmerada y acertada. Y a su paso por Madrid (única fecha en España de la presente gira) no solo convencieron, si no que elevaron sus nuevas y no tan nuevas canciones, dotándolas de unos matices y una convicción que ayudan a asimilarlas mejor y que nos recuerdan, de paso, lo en forma que están. Apoyados por un sexto integrante que ayuda a redondear con samples y teclados lo propuesto en Romance, sonaron etéreos («Sundowner») o contundentes («Big»), según precisara la ocasión.
Su nuevo sonido, más atmosférico y ensoñador, impecable en vivo, remite a artistas como Depeche Mode o The Cure, pero también a los Hole del 94 («Bug»). Así, la combinación de sus cuatro álbumes, en directo, acaba tendiendo puentes entre una grandilocuencia casi gótica, la distorsión del grunge, un pop prístino (perfecta «Favourite») y la contundencia del punk. Y aunque sobre el papel tal combinación pueda parecer deslavazada, lo cierto es que funciona y entretiene. Lo hace porque la secuenciación del setlist es inteligente, porque se aplican y tocan con pasión y porque, sencillamente, sus canciones son buenas.
Cuentan con ganchos melódicos de calidad, la voz única y la presencia de Grian Chatten, y una acertada e imaginativa gama de matices, que hacen de su propuesta «la más atractiva del momento», en palabras esto último, de Sir Elton John, fan confeso de los dublineses. Porque al poder evocador y ampliamente celebrado de canciones como «Horseness is the whatness» o «I love you», se suman las electrificadas interpretaciones de «Boys in the better land», «Nabokov» o una «Starburster» (entre las candidatas a canción del año) final arrebatadora.
Eso son Fontaines DC a estas alturas, una banda que cuenta con un registro amplio y que, haciendo una música de calidad, sin espacio para la autocomplacencia, conecta con un público exponencialmente creciente, en cantidad y en rango de edad. Sin buscarlo, se han convertido en una de las grandes esperanzas del rock para el público más joven, algo que quedó patente vista su capacidad para congregar a un nutrido público de escasa edad, combinado con otro de cualquier edad superior que sabe discernir entre grano y paja (el verdadero hype reprobable al que hacía mención Chuck D). Hay fe y esperanza, y en Dublín tienen parte de la respuesta al porqué.
Texto: Daniel González
Fotos: Manu Pasik + WiZink
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