Había ganas de volver a ver a los DIIV y la espera mereció de nuevo la pena. La banda de Brooklyn colgaba el cartel de ‘sold out’ en nuestro país por primera vez y eso era motivo de celebración. Con la presentación de “Frog In Boiling Water”, cuarto álbum de estudio, como motivo principal de su visita, el cuarteto comandado por Zachary Cole Smith volvió a demostrar el buen gusto y el respeto que profesan por ese género maravilloso que es el shoegaze.
Por diversos motivos, era difícil superar la sensación que me produjo el concierto que DIIV ofreció hace un par de años. El primero y más evidente, que en aquella ocasión la banda venía a presentar el que probablemente es su mejor álbum, Deceiver, un disco que contiene joyas como “Blankership”, “Horsehead” o la insuperable “Taker” que, de nuevo, fue el momento más brillante de todo el bolo. El segundo, la puesta en escena. Como si se tratara de un concierto que estamos viendo en Youtube, el show intercalaba anuncios en los que varias personas y el propio Cole emitían largos speechs sobre los problemas medioambientales o la situación que vive su país, lo que hacía que la burbuja psicodélica se rompiera por momentos. Aún estoy intentando descifrar si esto es una buena o mala idea. Lo que sí hay que reconocer es que el gesto como elemento subversivo representa a la perfección lo que los neoyorquinos pretenden ser.
Lo tercero, y esto sí que es algo tremendamente subjetivo, es la manera en que las canciones del nuevo álbum empastan con el repertorio anterior. No soy el mayor defensor de este último trabajo, no porque sea un mal disco, sino porque el anterior me parece insuperable, y eso lo noté a la hora de encajar los nuevos temas. “Everyone Out”, “Reflected” o “Raining in Your Pillow” me cortaron la armonía en una atmósfera hechizante. Unos altibajos que, en un concierto que pretende mantener esa vibra magnética que DIIV logra casi sin esfuerzo, me dejaron en ocasiones frío. Más comparándolo con el concierto de hace dos años al que antes hacía mención.
Un concierto aún así solvente y lisérgico de una banda consagrada como pilar del shoegaze más sugerente. Una banda, DIIV, asentada y cada vez más respetada en nuestro país que, sin duda alguna, acabará llenando salas más grandes.
Texto: Borja Morais
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DIIV. Sala Apolo (Barcelona)
El tema “Dive” es la cara b del single “Silver (1990)” de Nirvana, y una obsesión para Zachary Cole Smith, hasta el punto de darle nombre a su proyecto, el cual reformuló a DIIV, por la manera en que se pronuncia, y para evitar problemas de derechos con una banda belga post industrial de la década de los 90’s. Pero lo cierto, es que esas referencias, serían un nexo común con el sonido de la banda, de digestión lenta, con una presencia shoegaze, y en mayor o menor medida, que se ha ido amoldando a un perfil de estridencia post grunge moderada a lo largo de sus trabajos.
No cuesta imaginarse, valorando que el origen de la banda es Brooklyn, que todos esos matices han sido captados como imágenes que fluyen al darse una vuelta por el barrio, ya sea absorbiendo la cultura de sus calles, nutriéndose con cierto tono paisajístico al mirar al rio desde Domino Park, y enfrentándolo con el ritmo al que se mueve la sociedad actual. Por lo tanto, resulta algo lógico, que, asociemos a esos inputs, el colapso de sentimientos y reivindicaciones que ofrecen sus shows, ya sea en forma de proyecciones o de la catarsis emocional que emiten sus amplificadores.
Como si de un prólogo lógico y buscado se tratara, Tim Kinsella (Cap’n Jazz, Joan Of Arc, etc…) y su mujer Jenny Pulse, ofrecieron una propuesta basada en la fantasía expansiva de drama lo-fi, de arreglos retro, pero de mirada al futuro y con aire de banda sonora de galería de arte moderno, donde a pesar de tener la sensación de no entender mucho de lo ofrecido, se disfrutó. Crearon el puente adecuado hacia el acto principal, el que se definió de inicio desde lo básico, aplicando un formato rockista de dos guitarras, bajo y batería, todo bajo una capa de arreglos, y que tras la proyección inicial con la presentación de la banda por parte de Fred Durst de Limp Bizkit, ésta procedió a desarrollar su amplitud de miras, tanto de forma sónica como visual.
La estructura del setlist, pivotó entre la calma del ruido contenido, metiendo en la atmosfera necesaria al espectador y seleccionado los momentos donde hacerlo explotar, como por ejemplo con un tema como “Under The Sun”, una de sus joyas sonoras, y que se ubicó a la perfección como puerta de acceso para subir de nivel el show. “Frog in Boling Water (2024)”, representa donde la banda se siente cómoda, y acude a él con la seguridad de estar en la zona de confort adecuada, donde los juegos vocales ofrecen un plus a las interpretaciones, y que se completó con visitas a trabajos anteriores, dejando para el final un tema como “Doused”, que sirvió a la perfección para dejar bien alimentada a toda la generación clásica alternativa que se acercó a verlos, así como a las nuevas,
Un apartado específico, merecen las proyecciones que acompañan a cada minuto del show, donde los mensajes se proyectan sobre el espectador de forma coherente, sin abusar del berrinche político o anti sistema, todo aplicado en formas geométricas, de diseño gráfico de otros tiempos, de consumismo absurdo, todo con la parodia y sentido del humor adecuado para entender el concepto de las mismas. Recomiendo visitar la web donde alojan todas ellas (www.soul-net.co), y perderse en ese mundo durante un tiempo.
No cuesta imaginarse que el evolutivo de la banda miré hacia ampliar todavía más su base de seguidores, y pasar a encabezar grandes eventos, aunque ese paso, se podría contradecir con la conciencia social que atesora su propuesta a día de hoy, pero todo se verá. Como se suele decir ¿El futuro es incierto?
Texto: Oscar Fernández Sánchez
Fotos: Sergi Fornols (Sala Apolo, Barcelona)