Desde su irrupción en el panorama musical en 2017 la carrera de Black Pumas ha tenido un ascenso meteórico, y esa celeridad en la consecución en los logros, si bien tiene una parte brillante y repleta de luces de neón, puede llegar a ser un arma de doble filo. La banda, formada por el vocalista Eric Burton y el productor y guitarrista Adrian Quesada, ha capturado la esencia del soul y el rock, trayendo una mezcla que se siente tan vintage como actual. Su debut homónimo en 2019 les trajo nominaciones a los Grammy gracias a una fórmula que si bien no es original, está ejecutada de tal manera que ha sido capaz de llegar ahí dónde bandas como Vintage Trouble o artistas como Durand Jones no han podido. Una combinación de funk, suave psicodelia y soul añejo sumada al carisma y físico privilegiado de Burton ha resultado ser irresistible para millares de adeptos en todo el planeta.
La noche del pasado sábado no sería la excepción y un público que abarrotaba el Sant Jordi Club y que ya comenzaba a impacientarse, explotaba de júbilo pese a que Black Pumas saltaban a escena con un cuarto de hora de retraso. No habían finalizado las últimas notas de la intro cuando Eric Burton, de riguroso negro y teñidas rastas rubias, pega un inesperado y felino brinco para mezclarse entre la audiencia mientras canta “Next To You”. Acto seguido interpreta también “Gemini Sun” entre un respetuoso público que le hace un pasillo. De regreso al escenario, hasta tiene tiempo de interrumpir la canción para felicitar a una fan que celebra su cumpleaños.
Cabe decir que pese a que casi siempre que un frontman rompe la barrera imaginaria que separa al semidiós de los mortales provoca una especie de locura catártica, ese no es el caso. Burton lo ejecuta con cierto aire de cotidianeidad, como si fuera lo más normal del mundo, en el minuto uno, a bocajarro, y la respuesta es ese educado e inofensivo pasillo.
Ya de vuelta al escenario, el setlist va alternando lo bueno y lo mejor de sus dos obras destacando especialmente la sensual “More Than a Love Song”, una coreadísima “Black Moon Rising”, las emocionales “Tomorrow” o “OCT 33” y una resplandeciente y chispeante “Fire” que hace revolotear por el recinto el espíritu de grandes del género como Otis Redding. Pese a que Burton y Quesada, son los alma mater y fundadores de esta banda de soul psicodélico, es el cantante el que toma el protagonismo absoluto e interactúa en contadas ocasiones con su colega y una banda que, pese a quedar siempre relegada a un rol secundario es de auténtico lujo. Brenda Bond al bajo, Jaron Marshall al teclado, Stephen Bidwell a la batería y Terin Ector en las congas junto a Angela Miller y Lauren Cervantes a los coros proyectan un sonido sólido y efectivo que permite a Burton actuar con total confianza y libertad. Todo ello sin ninguna otra escenografía o artilugio más que un telón de fondo estampado con los dos grandes pumas rugientes que aparecen en la portada de Chronicles of a Diamond, su último disco.
Con “Colours” llega el momento álgido de la noche y abrazamos con cierta esperanza las leves interacciones que Burton tiene con sus secuaces y confirmamos que para alcanzar la excelencia en un directo no sólo son necesarias grandes canciones, un excelente intérprete, una banda sólida y una abundante audiencia deseosa de divertirse. Es necesario también ese elemento invisible e inexplicable que imposibilita una fórmula matemática para el éxito. La química, el flow, el mojo o como queramos llamarle puede llegar a marcar la diferencia entre estos dos chicos surgidos de las profundidades de texas y sus coetáneos a la hora de llegar a la cima y la ausencia de ella puede llegar a condicionar un directo que a priori tiene todos los elementos para llegar a ser inolvidable y no lo acaba de ser.
Tras un solo bís, la psicodélica y épica “Rock and Roll”, ponemos fin a la velada y abandonamos el recinto con la sensación de que el concierto definitivo de Black Pumas en nuestra ciudad aún ha de suceder. Esperemos estar ahí para poder contarlo.
Texto: Rubén García Torras
Fotos: Sergi Fornols