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Arooj Aftab  – Caprichos de Apolo (Barcelona)

 

Nos atrevemos a certificar que el término neo-sufí no le debe gustar al señor Pedro Burruezo, defensor, a ultranza, de las formas originales, pero ese es el adjetivo con que se etiqueta, habitualmente, la música que cultiva Arooj Aftab.

El concierto de la cantante, de origen pakistaní, fue raro desde el principio: a los fotógrafos les aconsejaron utilizar el flash para hacer su trabajo (no lo llevan nunca). Parecía evidente que íbamos a ver el show entre tinieblas y, realmente, no nos alejamos mucho de la bruma, fuera de color azul, púrpura o rojo deslucido. Terminado el trabajo, los profesionales tampoco se quejaron en demasía, aunque las condiciones visuales no fueron las más óptimas, incluso para el público. Tampoco le importó no ver gran cosa, ya que utilizó gafas de sol durante toda la noche, excepto en algún guiño simpático y cuando interpretó “Mohabbat”, la canción que tanto emocionó a Barak Obama en 2022.

En el primer show (indoor) de la gira de “Night Reign” (2024), su último trabajo, Aftab intentó soslayar el cambio de escena, no obstante, no la vimos demasiado suelta, intentó ser empática, eso sí.

La premiada artista (Grammy 2022), que estuvo custodiada por Gyan Riley (guitarra), Darian Donovan Thomas (guitarra y violín) y Petros Klampanis (contrabajo), construyó un set basándose en la postrera grabación y en “Vulture Prince” (2021), su predecesora, de la cual extrajo las delicadísimas “Suroor” y “Diya Hai” como estilete revelador de su estilo.

Un servidor detesta, más que nadie, las comparaciones, pero en el caso que nos ocupa, es imposible no usarlas. A menudo, abrazar lo tradicional con modernidades, ha llegado a ser nefasto. El caso que nos ocupa rompe (no del todo) esta infortunada afición. Vivir quince años en New York pasa factura: los orígenes sonoros, quedan contaminados, quieras o no quieras. Ella ha luchado por mantener el eco ancestral, pero su voz ha sido imbuida por resonancias de Sade (“Raat Ki Rani”), Joni Mitchell (en los nubarrones resacosos de “Whiskey”) e inclusive en tonos relacionados con Maria del Mar Bonet (pretenciosa imaginación personal), estos más evidentes en algún disco. Estamos hablando de palabras mayores. Los precedentes nos indican su buen gusto, aunque no sería de extrañar que nuestro oído nos mienta.

La contribución instrumental de sus músicos fue esencial para que el atisbo de la autenticidad no se perdiera. La conmovedora “Na Gul”, las armonías cristalinas de “Baghon Main” o los sugestivos punteos guitarrísticos en “Aey Nehin”, impidieron que la modernidad de “Bolo Na” (buena canción) se cargara, en nuestra humilde opinión, lo mejor de la osada función.

“Last Night” es, a mi entender, una de sus mejores creaciones. El uso del dub jamaicano (en el álbum) le proporciona una dimensión diferente. En el Apolo, decidió olvidarse de ese género arrinconado y optó por cambiar el ritmo. En ese viraje, contribuyó la omnipresente Silvia Pérez Cruz, quien, obviamente, recibió una cálida ovación. Un gesto loable, no lo negaremos.

Los Caprichos de Apolo nunca nos dejan indiferentes, esa es su mayor cualidad. Con Arooj Aftab quedó la duda de si esta manifestación artística hubiera tenido la misma repercusión sin el efecto de las redes sociales. La sala no se llenó, le faltaron paisanos. Pueden sacar conclusiones. Son gratis.

Texto: Barracuda

Fotos: Sergi Fornols

 

 

 

 

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