El quinto disco de esta banda navarra de paisajístico nombre, rompe el camino emprendido por pasados trabajos, orientados hacia sonoridades más eléctricas y directas, para apostarse sigilosamente mientras contempla el crepúsculo. Grabado en pleno bosque de Arantza, junto a su habitual productor, Guillermo Mutiloa, dicho enclave bucólico parece permear en un repertorio donde predomina un clima calmado, en su formulación musical, pero de trazo lírico melancólico enunciado desde la observación del paso del tiempo.
Sin perder un sello absolutamente personal, donde tienen cabida desde el ruidismo de la Velvet, el pop, ritmos latinos o incluso los aromas a western, “El ciclo del sol y el fin de los días” se sume en una respiración introspectiva y nos induce a un emocionante recorrido sobre el que departimos con sus creadores.
Estilísticamente este nuevo disco, por su formato más delicado y atmosférico, me traslada más a vuestros trabajos primerizos que a los más recientes antecesores, ¿ha sido una decisión premeditada alejaros algo de esos ritmos más dinámicos y directos?
La idea era mantener al máximo la esencia de las canciones, que estuvieran lo más cerca posible del sentido que tienen al ser compuestas en casa con un par de acústicas. Para eso decidimos ir a grabar con los temas bastante abiertas, de hecho varias de ellas sólo se trataban todavía de bocetos. El grabar en un entorno muy distinto al habitual ha sido lo que ha terminado por alejarnos del sonido de los últimos discos.
En lo que sí ha habido cierta premeditación a la hora de cambiar de contexto y forma de grabar, dando mayor importancia al hecho de tocar en directo, pero en realidad no sabíamos qué iba a salir.
¿Fue tan decisivo en el resultado final iros a grabar aislados al bosque de Arantza, en Navarra?
Además de que los temas llegaron al momento de ser grabados más abiertos que nunca, la casa, la naturaleza que nos rodeaba y el tiempo que pasamos allí sin tener que estar pendientes de trabajos, horarios u otras cosas, hicieron el resto. Las canciones las grabamos en la sala de estar de la casa. Aunque era marzo teníamos que encender la chimenea de la sala para caldear la casa. Estábamos grabando muchas veces sentados en las sillas y en el sofá en un ambiente distendido, como si simplemente estuviéramos tocando en casa y nada más. Al final todo eso se acaba reflejando en las canciones. Puede que por eso sea un disco un poco más calmado.
Consecuencia de ese sonido más relajado se notan especialmente los detalles, cuidados y muy elegantes, instrumentales, ¿el modo de grabación también ha ayudado en ese aspecto, a ser más meticulosos?
Sí, el disponer de más tiempo ha sido fundamental. Hemos intentado grabar lo máximo posible toda la banda junta en directo para captar el espíritu del momento. Después estuvimos haciendo bastantes grabaciones de arreglos. También de sonidos de objetos que había en la casa que han enriquecido mucho las canciones. Guille nos ayuda mucho en este sentido, ha sido fundamental en este disco una vez más.
Cada uno de vuestros discos, pese al estilo afianzado que manejáis, tiene una personalidad muy definida, ¿es importante para vosotros que cada trabajo ofrezca una identidad muy representativa?
No le damos especial importancia a ese hecho, pero la realidad es que acaban teniendo su propia identidad, al fin y al cabo un disco es un reflejo de cómo suena la banda en un momento concreto. Hay un montón de circunstancias que marcan esa identidad que escapan a nuestro control.
Dadas las muchas influencias que recorren vuestro sonido, y en concreto este disco, que va de la tensión de la Velvet, al pop, pasando por los sonidos latinos o el western, ¿cómo es el proceso de construcción de los temas?
Es un trabajo colectivo, miramos lo que la propia canción necesita más allá de nuestros gustos personales, muchas de ellas probamos a hacerlas en diferentes estilos hasta que encontramos su sitio. Trabajando mucho toda la banda en el local es cuando llegamos a alcanzar lo que cada tema en particular necesita, no hay otra manera. De hecho, las canciones van evolucionando conforme las vamos tocando a lo largo del tiempo. Después de todos estos años nos hemos dado cuenta de que la plenitud de ellas no está en el momento en el que las grabamos, sino unos años más tarde, al tocarlas en los diferentes directos.
Hay temas, como “En lo alto brillas” o “Sentir el mundo girar”, donde está muy presente un sonido pop casi “naif”, ¿son muy identificativos en vuestro sonido ese tipo de armonías melódicas?
“En lo alto brillas” es una canción más tradicional. Ya en nuestra maqueta hicimos una versión de “De colores” pero con acordes menores, puede ir más en esa línea. Siempre hemos hecho ese tipo de canciones, también están “Visión” que grabamos para el sello mexicano Música Solar, un recopilatorio que rinde homenaje al poeta Leopoldo María Panero y «Amor», que abre el disco «Caléndula».
“Sentir el mundo girar” es una canción de hace muchos años pero que todavía no había encontrado su sitio y en este disco por fin lo hemos conseguido, aunque nos recuerda más a Otis Redding.
Aunque toda vuestra música tiene un carácter muy paisajístico, temas como “Canto de sirena” o “En la noche oscura” desprenden un tono claramente fílmico, ¿es muy determinante para vosotros ese componente audiovisual?
Suponemos que es algo que llevamos dentro y que nos sale así. No le damos muchas vueltas.
El tema homónimo se alarga casi hasta los 17 minutos, ¿siempre tuvisteis en mente que esa canción iba a tomar esa presencia tan alargada e instrumental o fue resultado de una improvisación?
Fue el resultado de una improvisación. De esta canción sólo teníamos cerrada la parte inicial, donde está presente la voz. El final estaba totalmente abierto. Y lo sigue estando. En la segunda toma quedó registrada. Los diecisiete minutos se nos pasaron casi como un suspiro. Es una práctica bastante habitual en la banda el dejar uno o dos acordes en bucle y dejar espacio abierto para que Cristina improvise guitarras. Es algo que llevamos haciendo desde nuestros inicios. Nos recarga de energía. En esta canción luego Juan Maraví de Exnovios metió unas guitarras muy chulas. Y Elías Aranguren saxofón.
Contáis con dos voces, masculina y femenina, bajo registros muy diferentes para interpretar, ¿de qué forma, o qué condicionantes influyen, para decidir que sea una u otro el que se encargue de cantar cada canción?
Suele ser la propia canción la que lo pide. Hay algunas que cuando se componen está muy claro quién la va a cantar y en otras probamos una voz, otra, o las dos juntas hasta que lo vemos claro. Como decíamos antes son las propias canciones las que lo piden. Intentamos escuchar y estar abiertos para intentar que las canciones, entre todas las variables que manejamos para terminarlas, se acerquen lo máximo posible a ese no se qué que cuando lo alcanzas lo sabes.
Además del sonido crepuscular y nostálgico del disco, sus textos también transmiten esa sensación, siendo el paso del tiempo y la sensación de pérdida un ánimo que late en buena parte del álbum, ¿ha sido un hilo conductor para parte del cancionero o ha sido algo que os habéis encontrado según el transcurso de la composición?
Nos lo hemos encontrado más en el proceso de composición. Las canciones las hemos ido componiendo durante estos dos años desde que terminamos “Luna Menguante”. Suelen aparecer aisladas. Un día te sientas un momento con la guitarra y necesitas expresar algo. Después puede que pasen meses hasta que surge otra canción. En realidad todas ellas no forman parte de un disco hasta que las juntas, fue en ese momento cuando nos dimos cuenta que muchas hablaban sobre el paso del tiempo. Ya no somos tan jóvenes cómo cuando empezamos. Puede que esta temporada hayamos estado más con esta sensación.
En vuestra discografía la simbología que ofrece el medio ambiente siempre ha estado muy presente, algo todavía más evidente en este álbum, ¿la observación de la naturaleza es una herramienta metafórica muy importante en vuestra manera de escribir y de plasmar sensaciones y sentimientos?
Por supuesto. Como bien dices, siempre ha estado ahí. A veces es una metáfora del mundo interior de quien escribe y otras es algo más literal. Vivimos en una ciudad muy pequeña rodeada de montañas. El entorno natural es algo que está muy presente en nuestra vida. Es normal que influya en la manera de escribir.
El álbum se cierra con un tema, “Primavera”, especialmente desnudo y que parece grabado al aire libre con el sonido de los pájaros de fondo, dada su condición, ¿siempre tuvisteis claro que debía cerrar el disco?
En un principio teníamos pensado terminar con “El ciclo del sol y el fin de los días”. Organizar la secuencia de las canciones en el disco es una parte importante del proceso, porque ese orden puede generar que los temas crezcan o que pierdas la atención. De “Primavera” teníamos dos versiones muy distintas grabadas. Una es la que se puede escuchar y otra que tenía un espíritu cercano a los Feelies. Y a Luna también. En un principio teníamos pensado que ambas estuvieran en el disco.
Se trata de una canción de transición entre la manera que teníamos de terminar los temas en “Luna Menguante” y el nuevo camino que intentábamos abrir. Le dimos muchas vueltas y no nos acababa de convencer. Supongo que por eso teníamos esas dos versiones. La descartada es la que remite un poco más a nuestros trabajos anteriores. Organizando la secuencia final, después de unas cuantas pruebas, vimos que iba muy bien para cerrar. Claudia Díez Aranguren, sobrina de Cristina, metió un piano precioso y los pájaros que se escuchan fueron grabados en el exterior de la casa.
En ese mismo tema se dice “Ahora vivo en un comienzo”, ¿sentís que esta nueva formulación del sonido de la banda ha venido para quedarse, que representa un nuevo inicio?
La creación de canciones siempre es un misterio. Aunque nos queramos hacer una idea de por dónde queremos ir, son ellas mismas las que nos llevan donde quieren. Ni siquiera sabíamos que este disco iba a quedar así cuando empezamos a grabarlo. Esa incertidumbre es lo que hace que sea atractivo seguir componiendo. Cada canción es un nuevo inicio.
Texto: Kepa Arbizu