Encuentros

Aisha Khan, sueños cumplidos cuando nadie se lo esperaba

 

En 2017, tras década y medio de silencio, Aisha Khan volvía al ruedo musical y, como un volcán dormido durante siglos, aquella erupción fue tan inesperada como estrepitosa. La artista británica sumaba al de intérprete el papel de compositora y, desde entonces, ha sido un no parar de conciertos, grabaciones, giras, colaboraciones y mucho cariño por unos sonidos que, como fuegos fatuos, no han dejado de bailar en su alma.

Acaba de dar a luz un ambicioso álbum de duetos con algunos de los más significativos artistas del actual panorama del ritmo añejo y contundente (Ray Gelato, Big Sandy, Big Joe Louis, Howlin’ Ric o Deke Dickerson) interpretando juntos once temas propios y una versión. Un sueño cumplido –otro más, para aquella chica de exquisito gusto musical que hasta hace unos años ni pensaba en volverse a subir a un escenario–, al que suma, en breve, otro disco que la llevará de gira por España en abril del año próximo. Ocasión inmejorable para sentarnos a hablar de lo humano, lo divino y lo sonoro. De cosas hermosas que ocurren cuando nadie se lo esperaba.

¿Cuáles son sus primeros recuerdos musicales y qué sonidos hicieron que te enamoraras de la música, hasta el punto de querer dedicarte a ella?

Desde niña siempre he cantado, no sé por qué, no podía evitarlo. A día de hoy sigo son podérmelo  explicar, porque yo no vengoa de una familia de músicos. Mis primeros recuerdos musicales en casa eran un par de discos de Bollywood que tenía mi madre, con famosas coristas como Lata Mangeshkar y Asha Bhosle. Además, a mi padre le encantaban cosas como Andy Williams y los Carpenters, que es un rollo del que nunca he sido, digamos, una gran aficionada, aún así, la calidad de aquellos cantantes es excepcional. Luego, ya, a los 13 años me enamoré de Elvis, al que escuchaba obsesivamente. Poco a poco me fui empapando con otras músicas de 50 y los 60, así como el punk. En mi adolescencia, había tantas subculturas juveniles que podías explorar una amplia gama de estilos y sonidos, y yo miraba mucho a mi alrededor combinando sonidos más añejos con lo que se hacía en el momento. Artistas como Billy Bragg y los Smiths.

Foto: Hugo de la Rosa

Desde luego, teníais dónde escoger.

Sí, íbamos muy bien servidos. Motown, Northern Soul, Rockabilly y R&R, Blues, Jazz… teníamos mucho a nuestro alcance. Me metí de lleno en la escena Psychobilly con lo que a menudo iba a Londres, al legendario Klub Foot, donde mis amigas y yo vimos un montón de conciertos de Restless… ¡porque todas las chicas estaban enamoradas de Mark Harmon! (ríe). Piensa que en esa época ir a conciertos en general era muy barato con lo que vi un montón de música en directo: Spear of Destiny, Animal Nightlife, los Cramps, los Boothill Foot Tappers, Sade, Smiths, Edwin Starr, los Cure y leyendas como James Brown, Fats Domino, Lionel Hampton, Peggy Lee, Slim Gaillard, Georgie Fame, Ray Charles… ¡Los de mi generación tuvimos mucha suerte!

¿A qué clubes iba a bailar la joven Aisha Khan? ¿Cuáles recuerda con más cariño?

 Fui a muchos clubes de rockabilly, como el Dingwalls, y de Northern Soul, pero hay dos grandes clubes que fueron muy significativos en mi juventud. El primero es The Pink Toothbrush, en Rayleigh, Essex. Yo vivía a las afueras de Londres en aquella época y era el único sitio en kilómetros a la redonda que acogía a toda gente alternativa e inadaptada. Todos los que eran “diferentes” iban allí: góticos, punks, rockabillies, mods, psychobillies. Y todos nos llevábamos bien. Como te podrás imaginar, ahí la playlist era muy variada, con algo para todos los gustos, desde House of Bamboo hasta This Charming Man, pasando por Echo & the Bunnymen. Me quedaba bastante cerca, así que conseguí trabajo en el guardarropa de aquel club gracias a lo cual vi un montón de bandas en directo.

¿Y el segundo club?

Ah sí, el segundo club más importante de mi juventud fue The Fortissimo, dirigido por mi amigo Rohan Voo. Iba a muchos clubes Rockabilly porque estaba obsesionada con la música y el baile, pero, si te hablo con franqueza, siempre me sentí un poco en los márgenes del ambiente. A veces ibas a sitios donde se respiraba mucha agresividad. Gente racista, sexista, homófoba y con demasiada gente ida de la olla. En ese contexto, Rohan fundó un pequeño club llamado Fortissimo con una política musical que ofrecía sobre todo música afroamericana. Al principio arrancó como un pequeño local, cerca de Oxford Street, con sesiones que terminaban pronto, sobre las diez y media. Pero salía de allí totalmente volada por la música y el baile. El club se hizo grande y se trasladó a un local más grande. Seguí yendo a aquellas sesiones a bailar y aquel Fortissimo fue el que me metió en un determinado tipo de música que luego seria la que empecé a interpretar en directo.

Eso, eso, cuéntame cómo pasaste de ir a clubes a bailar y comprar discos, a subirte a un escenario y empezar a grabar tu propia música. ¿Cuándo y en qué circunstancias ocurrió aquello?

 La verdad es que, al principio, yo quería ser cantante de jazz, pero cuando muy pronto me interesé por el R&B, el Swing y sonidos afines, y acabé empezando por ahí. Me hice amiga de Pat Reyford, que por aquel entonces lideraba Sugar Ray Ford & the Hotshots, ¡una banda brillante! Me añadieron como vocalista femenina e hice algunas canciones como Mambo Italiano y un Blues llamado Miss Fridgidaire, que fue la primera canción que escribí. Poco después, a finales de los 80, formé mi propia banda, Tiger Lily & the Jitterbugs, al frente de la que estuve unos años y llegamos a tocar por toda Europa y el Reino Unido. Después, Al Nicholls fundó Blue Harlem de los que fui la vocalista durante los seis primeros años; antes de que me sustituyera la brillante Imelda May. Mi primera experiencia discográfica fue con ellos: un CD llamado Hot news que grabamos en 1998. Nunca grabé nada en solitario en aquella época. Sonará extraño, pero nunca tuve un plan, sólo quería cantar y hacer música, no pensaba en el futuro…

¿Qué destacas de aquella primera etapa?

Hicimos muchos conciertos maravillosos en Europa con Tiger Lily. Recuerdo uno en un pueblecito de Francia como parte de la fiesta anual de la música. No esperaba que fuera un gran concierto, estábamos ahí de relleno, pero el público se fue calentando e insistió. Hicimos un bis, luego un segundo bis y al tercero la banda estaba exhausta, de modo que, de forma totalmente espontánea, salí yo sola y canté La vie en rose. El público empezó a cantar conmigo y se produjo uno de esos momentos extraordinariamente raros y preciosos de pura conexión y comunicación que, sinceramente, creo que es lo que todos los artistas intentan conseguir de una manera u otra. Otra anécdota chula fue con Blue Harlem: uno de los conciertos que hicimos fue en Highgrove, la residencia del entonces príncipe –y hoy rey– Carlos de Inglaterra. En aquella ocasión actuamos como teloneros de Shirley Bassey, lo que fue el verdadero honor, porque para mí ella sí que era la auténtica reina

Y, con esa carrerilla tomada, de pronto echaste el freno de mano y desapareciste de los escenarios durante 15 años. ¿Por qué?

Sí, tras Blue Harlem hice conciertos de Jazz y, en paralelo, como la agenda de bolos no era muy boyante, acepté un trabajo a tiempo parcial en una cadena de tiendas de alimentos naturales de mi barrio con la idea de llegar a fin de mes. Pero la cosa fue a más. Me aficioné a la comida saludable, progresé, me ascendieron varias veces y fui ganando más dinero. Tenía estabilidad, que era lo que, de hecho, necesitaba para formar mi familia. La ironía del asunto es que, al final del día, estaba muy estresada y agotada. ¡Trabajar en una tienda de alimentos saludables es uno de los trabajos menos saludables que he tenido nunca! (ríe). Pero al final, después de años trabajando ahí, aplicaron a los más veteranos un expediente de regulación de empleo. Y si bien en aquel momento fue un shock terrible, resultó ser una de las mejores cosas que me podían haber pasado ya que me permitió volver a una actividad creativa.

Porque durante tu permanencia en la empresa esta, ¿no te habías planteado volver a subirte a un escenario?

 Qué va, ni soñaba con volver a la música. Pero un día un amigo pianista me pidió que diera un pequeño concierto con él y, en el momento en que volví a subirme al escenario, me di cuenta de lo mucho que había echado aquello de menos. Aquel concierto fue el catalizador que me hizo darme cuenta de que necesitaba volver a cantar. Y la verdad es que me daba un poco de miedo, porque siempre se presiona mucho a las mujeres para que se ajusten a un montón de estereotipos: sexy, joven, superwoman… toda esa presión de mierda que la sociedad nos impone. Tenía una vocecita dentro que me susurraba al oído: “eres demasiado mayor, has perdido tu oportunidad, no eres lo suficientemente buena”, pero luego, a medida que avanzaba, me di cuenta de un par de cosas.  La primera era que a mi edad me importaba mucho menos lo que la gente pensara de mí, me di cuenta de que me sentía mucho más segura y valiente en el escenario que antes. La Aisha de 23 años poco menos que se disculpaba por estar ahí, cantando, y eso hacía que me contuviera. De hecho, creo que es en parte la razón por la que no grabé en solitario en mi primera etapa. Pero ahora yo ya no era aquella chica y me sentía mucho más libre.

Foto: Angelo Zappone

¿Y la segunda cosa de la que te diste cuenta?

Que podía escribir mis canciones. Había compuesto un par de temas a los veinte años y no había vuelto a escribir nada. Y ahora, por primera vez en mi vida, me decía a mí misma que soy buena en eso, en escribir canciones, cantarlas, desarrollarlas y grabarlas e interpretarlas. ¡Es una de las cosas más maravillosas de la vida!

Y entonces grabas tu álbum de retorno,  Aishaddiction.

Mi novio de entonces, Leo Castro, contribuyó enormemente a que aquello ocurriera. Me animó a volver a la música y me ayudó a encontrar formas de hacerlo. Es gracias a él que grabé aquel primer álbum en solitario, Aishaddiction, que publicó El Toro Records en 2018 con una banda española de quitar el hipo y la producción de Mike Mariconda y Marc Tena. Tras este he grabado dos álbumes más, el último de los cuales The magnificient twelve, que acaba de salir para Folc Records, con las ilustraciones maravillosas de Iván Castro.

 

De este disco quería yo hablar. Es como un sueño hecho realidad en tu carrera, ¿no? un poco como cuando Ella Fitzgerald se rodeaba de sus colegas y grababa dúos míticos, pero con el añadido de que, en tu caso –y con la excepción de Bésame mucho— es todo repertorio tuyo.

¡Exacto! Durante años soñé con grabar un álbum de duetos. En los  80, cuando se reeditó Ella & her fellas, lo escuché hasta la saciedad. Cuando me puse a escribir canciones, una o dos se me ocurrieron como duetos. Y cuando grabé Aishaddiction tuve la oportunidad de colaborar con algunos cantantes españoles maravillosos como los New Angels, Jodie Cash y Donna Lee. Supongo que fue ahí donde empecé a vislumbrar la posibilidad. Para el segundo álbum también me planteé hacer algún dueto, y empecé a preguntar a algunos de mis cantantes más admirados si se apuntarían a un bombardeo. Gente como Big Joe Louis, Big Sandy o Ray Gelato. ¡Y todos decían que sí! En paralelo iba escribiendo más canciones que o bien eran obviamente duetos o podían llegar a serlo y finalmente comprobé que había material suficiente para un álbum entero de duetos. ¡Y lo hice!

¿Cómo ha sido crear este álbum y cuánto tiempo te ha llevado hacerlo realidad?

Pues tardó mucho más de lo que debería. Lo grabamos en los estudios Cowshed de Londres casi dos años antes de que saliera a la venta. Antes de grabarlo, tardamos dos o tres años en reunir las canciones y a todos los colaboradores. Algunas de las canciones ya estaban escritas y las reutilicé. Te pongo un ejemplo, escribí Shake it for your mama hace unos 8 años, fantaseando con tener un grupo de chicas que la cantara. Al final, cedí el tema a las maravillosas Oh! Sharels, un grupo de chicas japonés que la grabaron para su álbum Wop trip. Para el disco recuperé la canción para grabarla con las Hey Las, a las que conocí hace unos años y de las que enseguida pensé que algún día, con un poco de suerte, podríamos hacer algo juntas. Otro ejemplo es Laying down my cards, un tema que escribí en 2020, en pleno confinamiento, pensado para la maravillosa voz de Big Sandy. Pero claro, además de un cantante portentoso, Sandy es también un compositor excepcional que no necesita hacer canciones de otros, así que la canción quedó arrinconada hasta que tuve la posibilidad de grabar un dueto con él para el disco. Y aquella era, evidentemente, la canción idónea. La mayoría de los temas del disco tienen una historia diferente: algunas ya las había escrito y me di cuenta de que encajarían con un cantante en particular, como Jackson Sloan o Paul-Ronney Angel. Otras las escribí específicamente para que sirvieran de vehículo al talento de un intérprete concreto, como Transatlantic boogie, que narra el viaje de Carl Sonny Leyland a Estados Unidos para seguir la música que amaba y mostrar su prodigioso talento.

Pero una vez terminadas las grabaciones, seguías procrastinando el proyecto…

Mario Cobo estaba mezclándolo y yo volvía al estudio para arreglar pequeñas cosas, atrasando el proyecto. Hasta que un día Mario me preguntó por qué tardaba tanto y me di cuenta de que tenía miedo. Sí, miedo de que al final el resultado no fuera lo suficientemente bueno. Por eso lo estaba retrasando, porque significaba mucho para mí y me ponía de los nervios sacarlo a la luz. Tuve una buena charla conmigo misma y me armé de valor y por fin salió a la venta en mayo de este año. La acogida ha sido unánimemente maravillosa, ¡así que viéndolo con distancia no tenía por qué preocuparme tanto!

Después de ver este sueño hecho realidad, ¿puedes decirnos cuáles serán los próximos pasos de Aisha Khan?

Sí, tengo el placer de anunciar que tengo otro álbum de Aisha Khan & the Rajahs casi listo para salir, bajo el título de Seven shades of blue y que saldrá en vinilo en la primera mitad de 2025. Es una colección de temas en su mayoría propios, todos nuevos excepto Cocaine habit blues. También habrá una versión en solitario, ligeramente diferente, de When hell freezes over, porque es una gran canción. La tittle track del álbum me gusta mucho y, por cierto, por fin he grabado Miss fridgidaire, aquella primera canción que escribí e interpreté hace tantos años con Sugar Ray Ford & the Hotshots, lo que supone el cierre de un círculo. Además, los chicos de Folc están preparando una gira española, así que espero ver a los fans españoles en abril del año que viene. Pero antes, tendré el inmenso placer de actuar en febrero en el marco del Rocking Race Jamboree con The Rajahs y Sister Suzie y Sister Cookie. ¡Qué ganas!

Texto: Alberto Valle

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