Para la presentación londinense de la gira conmemorativa del 40 aniversario de Native Sons, The Long Ryders nos obsequiaron con el añadido de un segundo batería, Simon Hancock y la ocasional participación de una sección de vientos a la que bautizaron como The Long Horns. El sonido fue apabullante. La excitación por oír el mítico álbum de cabo a rabo era enorme. El concierto estaba perfectamente diseñado para que todo encajara como un guante.
Abrieron con un par de clásicos, «Gunslinger Man» y «You Don’t Know What’s Right, You Don’t Know What’s Wrong» y luego tocaron «Seasons Change» de September November y el tema que da título al mismo. Ahí es cuando Sid presentó lo que todos estábamos ansiosos de oír, como solo él sabe: “Hace poco leí unas declaraciones de la super rock star inglesa Paul Weller diciendo que la música se estaba yendo a la mierda por culpa de algunos grupos haciendo discos enteros en directo y actuando como bandas tributos de su propio repertorio. Pues eso es exactamente lo que estamos a punto de hacer ahora mismo”. Pues genial. Está claro que se pierde el factor sorpresa con esta clase de recitales, pero por otra parte es una experiencia bastante placentera cuando se trata de discos tan emblemáticos y que han significado tanto en la historia de la música americana de los últimos cuarenta años. Si creéis que exagero, pensad en un buen puñado de las exitosas bandas y artistas a los que hoy en día meten en ese cajón de sastre llamado Americana; pensad luego en las bandas de cuyos pechos mamaron. Pues estos últimos muy probablemente mamaron de los pechos de The Long Ryders en general y de este disco en particular.
Hay un montón de temas en discos míticos que jamás se interpretarían en directo a no ser que sea en este formato. Considerando que a Native Sons no le sobra ni un suspiro, no puede ser más que una bendición que te lo toquen de cabo a rabo. Temazos como «Too Close To The Light» o «Never Got To Meet The Mum» no han sido a penas interpretados en directo y desde luego que merecen ser tocados y escuchados. La banda nos dio absolutamente todo lo que se espera de ella: el carisma de Sid y sus dotes de contador de historias, a la altura de cualquier buen cómico, sus bailes y su continua interacción con el público, la maestría instrumental y vocal de Stephen McCarthy y la labor más que encomiable al bajo y coros de Murry Hammond (de los también enormes Old 97’s), sustituyendo al añorado Tom Stevens. Luego la apisonadora sónica que supuso tener a dos baterías y sección de vientos en algunos temas dotó a la velada de un carácter muy especial. Londres siempre ha sido una ciudad importantísima en la trayectoria de la banda (de hecho, Sid vive aquí desde hace ya un buen puñado de años) y como tal la trataron.
Native Sons fue la parte central de un sándwich de clásicos; por un lado, los mencionados al principio del texto y por el otro la imprescindible versión del «I Want You Bad» de NRBQ y «State Of My Union», tras la cual abandonaron el escenario con la misma convicción con la que abandonaste tú a una de tus primeras novias para ver si así te hacía más caso. No sé cómo te fue a ti, pero ellos volvieron. Y otros tres clasicazos que nos clavaron. Sid soltó: “Niños y niñas prestad atención y aprended de esta canción” y acto seguido tocaron “White Rabbit” de Jefferson Airplane, un tema claramente orientado al público infantil. Sonó de maravilla y a mí me cogió completamente desprevenido en el mejor de los sentidos. Para despedirnos, otras dos joyas: «Lights Of Downtown» y «Looking For Lewis And Clark». El concierto al completo no pudo ser un reflejo más fidedigno del álbum al que rendía tributo: directo, certero, sin un gramo de grasa y dejando en todo el público una sensación de haber sido parte de algo importante y muy grande. Si esto es lo que Weller considera matar la música, me hace reflexionar mucho sobre lo que yo considero estar vivo y en forma. Normalmente respeto bastante su criterio, pero en esta ocasión voy a hacer una excepción.
Texto y fotos: Javier H. Ayensa