¡Qué concierto tan impresionante! El placer de ver a cuatro músicos unidos por la admiración mutua y las ganas de crear música que transcienda al mero ejercicio de sacarla a ver quién la tiene más grande, es difícil de describir con palabras. Se podría usar el comodín: “tendrías que haber estado allí”.
Como siempre, no hay que ser tan vago si estás escribiendo una reseña, por lo cual haré lo que pueda. Hablamos de The Hard Quartet, el nuevo proyecto de Stephen Malkmus (Pavement, The Jicks, Silver Jews, Straw Dogs), Emmet Kelly (The Cairo Gang, The Double, Ty Segall), Matt Sweeney (Chavez, Superwolf, Cat Power, Johnny Cash) y Jim White (The Dirty Three, Guy Picciotto, Bonnie Prince Billy). He dejado muchos nombres fuera de los paréntesis, la lista es demasiado larga. Malkmus se define como el “artístico”, el menos dotado técnicamente y el que mira con admiración a los otros tres (músicos de sesión todos ellos, aparte de componer y liderar sus propios proyectos), pero los otros tres hablan de él con la misma reverencia. Todos parecen estar en una nube al haber sido capaces de unir agendas y componer su majestuoso álbum de debut The Hard Quartet.

Hay que mencionar a la banda que abrió la velada, The Tubs. Suenan muy interesantes y tienen un cantante con gran variedad de registros, que lo mismo te puede recordar a Richard Thompson que a Eddie Vedder. La banda no suena a ninguna de las asociadas a los nombres antes citados. Son un compendio de post punk y rock alternativo con muy buenos temas y un directo preciso y divertido. Habrá que seguirles la pista.
The Hard Quartet se sienten muy orgullosos de su álbum de debut homónimo y lo están tocando absolutamente entero y por orden; una presentación en toda regla. Nada de tocar los temas más “famosos” de sus otros proyectos como hacen muchas de las llamadas superbandas. No obstante, da la sensación de estar escuchando un “grandes éxitos” al escuchar este disco, porque todos menos White, cantan y componen, y todos los temas son maravillosamente variados y compactos a la vez. En otra maravillosa contradicción, en directo suenan como si estuvieran improvisando, pero hubieran ensayado meses para lograr ese efecto. Estas aparentes contradicciones tienen todo el sentido del mundo cuando juntas a gente con tantísimo talento, con egos tan bien ajustados y con un tremendo entusiasmo por el proyecto común.
El sonido fue muy bueno y el bolo se nos hizo cortísimo. Cambiaban constantemente de instrumentos y de posiciones (menos White que estaba fijo tras los parches) y dependiendo de quién compuso qué, se repartían las voces principales y los coros. El Gibson SG rojo que usaron de bajo dio más vueltas que una noria. No paraban de pasárselo de unos a otros y de cambiar de posición en el escenario. Malkmus aportó el lado más introspectivo, Sweeney el más gamberro y desenfadado y lo de Emmet Kelly fue una lección de clase en estado puro (de la que no adolecen los otros dos, por cierto). Su interpretación de «North Of The Border» fue de cortar la respiración y a mí me trajo a la cabeza a Jeff Buckley, lo cual supongo que le alegraría oír a cualquier cantante ya que no se puede hacer esa comparación a la ligera.
Lo de Jim White también merece un paréntesis en el campo de la elegancia de rango ancho. Sutil como un susurro o potente como un trueno según lo requiriera la ocasión. Con ese clásico bailoteo a lo Levon Helm, pero de repente transformándose en Keith Moon y levantando los brazos por encima de su cabeza. Se nota que viene del jazz. Esa técnica arropada de groove no se ve mucho en otras escenas. Para despedirse hicieron un reprise del estribillo de «Action For Military Boys» y todos nos fuimos de allí con ganas de más, incluido Thurston Moore, que tampoco quiso perderse el evento. Ojalá The Hard Quartet se convirtiera en un proyecto con continuidad, pero, siendo realistas y considerando las apretadísimas agendas de sus integrantes, existe la posibilidad de que esto haya sido algo improvisado y esporádico y que haberlo presenciado nos convierta en los privilegiados testigos de un acontecimiento único. Sea como fuere, lo que yo puedo decir desde el corazón es que lo que queda tras escuchar uno de los discos del año y presenciar uno de los mejores directos del año presentado el susodicho, es euforia y agradecimiento.
Texto y fotos: Javier H. Ayensa