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Squid, Soundhood Barcelona – Sala Upload

 

Es innegable que del sinfín de bandas británicas que han tomado protagonismo en el último lustro, Squid, banda originaria de Brighton y con una reputación en constante crecimiento, es una de las más especiales. Con un sonido esquivo, que se mueve entre el post-punk, el krautrock y la psicodelia más cruda como tarjeta de presentación y una actitud libertaria e incendiariamente creativa, la formación liderada por Ollie Judge a la batería y voz, Louis Borlase a la guitarra y voz, Arthur Leadbetter a los teclados, Laurie Nankivell al bajo y Anton Pearson a la guitarra cuenta por victorias todas y cada una de las fechas de sus ricas y prolíferas giras.

Squid se caracteriza por un sonido casi disonante, de ritmos pulsantes y letras abstractas que exploran la alienación, la tecnología y la desorientación de la vida moderna y su último álbum, “O Monolith”, menos obvio que su aclamada opera prima “Green Bright Fields”, pero más brillante -valga la redundancia- si cabe a nivel compositivo,  los ha consolidado como una de las propuestas más interesantes del rock experimental contemporáneo, enamorando tanto a puristas del género como a nuevas generaciones ávidas de bandas con las que identificarse.

Empieza la ceremonia con «Swing (in a Dream)», tema inicial de su último disco. Ollie Judge, como es habitual canta y lleva el ritmo con furia casi maníaca, da una dimensión visceral al show que rápidamente recoge la audiencia y la mimetiza en forma de furioso pogo. La segunda canción, «G.S.K.», uno de las imprescindibles de su primer disco, sirve para reafirmar la tensión y excitación que provocan unos riffs hipnóticos y una línea de bajo repetitiva que hacen vibrar el espacio, mientras el caos se apodera de una audiencia enloquecida para no abandonarla hasta el final de una sesión corta pero inmensamente intensa.

Suenan de manera indistinta canciones indiscutibles de sus dos obras como “Paddling”, “Peel St.”, “Undergrowth”, “Pamphlets” o “The Blades” y todas y cada una van mutando en himnos catárticos que provocan sonrisas, sudor y lágrimas de emoción en una noche que seguramente quedará en nuestros recuerdos por mucho tiempo, pero para los de Brighton no es más que un día más en su sideral y estridente oficina. Nueve canciones interpretadas en el periodo de una hora a una intensidad tan brutal que, pese a que el cuerpo nos podía llegar a pedir más de esa potente sustancia psicotrópica sonora que perpetra nuestro calamar favorito, es capaz de saciar nuestras ansias por un tiempo. Sin embargo, contamos ya los días para reencontrarnos con ellos en el próximo Primavera Sound, y esperemos que sean programados en un escenario y horario que les permita lucir como es debido.

 

Texto: Rubén García Torras

Fotos: Sergi Fornols

 

 

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