Más de veinte años de carrera merecen un lugar emblemático de celebración. El Tempodrom de Berlín se vestía de gala para acoger a Interpol, una banda que ya lleva el título de clásico del indie rock durante años. El espacio, con techos muy altos en forma de carpa de circo, daba un toque performático, solemne y elegante a la noche. La banda formada en Nueva York ha elegido a Dust, banda australiana de post-punk, para abrir sus conciertos en su gira. Con un directo marcado por un sonido de saxofón y guitarras oscuras, dejaron el escenario a la altura para la fiesta de aniversario de Interpol. Después de empezar la gira en la sala Paral·lel 62 de Barcelona, llegan tras un mes a Berlín para celebrar el vigésimo aniversario del lanzamiento de su segundo álbum, “Antics”, que han reeditado este año de la mano de Matador.
Si algo siempre ha destacado a Interpol es esa pose elegante y sobria en el rock. Con gafas de sol y chaqueta de cuero, Paul Banks, el cantante, avanzaba en su posición para empezar el show. La nostalgia de “Antics” fue la protagonista de la noche, así que los himnos del pasado no se hicieron esperar. Abrieron con “Next Exit”, la primera canción de “Antics” y la que contiene un poso un tanto más solemne. Le siguió “Evil”, una de las canciones más emblemáticas del disco de 2002, con una fuerte presencia del bajo que apuntaba sus influencias más post-punk y, por supuesto, una de las primeras a bailar por el público. El sonido viajaba por todo el recinto de una manera envolvente e impecable. Le siguieron, por orden, todas las canciones de su primer disco, como “Take You On A Cruise” o “Slow Hands”, una de las canciones que los catapultaron a la fama. El público recordaba, feliz, todos estos años de Interpol en sus vidas, y saltaba y coreaba con fuerza.
La batería de Sam Fogarino era esta vez reemplazada por la de Chris Brokaw, ya que el integrante original de la banda todavía está recuperándose de una operación. El ritmo de la batería se unía, magistralmente, con el resto de instrumentos y la voz inconfundible de Banks, y juntos generaban una experiencia sonora sublime. La banda, que en su interactuación con el público agradecía al público por estar allí, seguía con sus temas de antaño como “C’mere” o “Length of Love”. Más de veinte años encima de los escenarios que les ha valido una solidez increíble en lo musical. El público, ya totalmente sumido en la melancolía musical, coreaba con fuerza “A Time To Be So Small”, la última canción de su primer disco y también la de la primera parte del concierto.
Tras un breve parón, la banda regresó al escenario para interpretar otros temas de su repertorio, empezando por “Into the Night” y “The Rover”, ambos de su disco de 2018 “Marauder”, que penetraban con fuerza en el ambiente con sus toques rock y hacían que parte del público saltara enérgicamente. Llegaba el turno de “The Scale”, una canción que admitía Banks que no tocaban desde hacía mucho tiempo, de su álbum “Our Love to Admire” (2007). Una pura celebración de existencia a la banda, que ya había hecho parada en la capital alemana en junio de este año como invitados especiales de la gira de The Smashing Pumpkins. Como no podía faltar, la banda dedicó espacio a tocar temas de su tan aclamado “Turn on the Bright Lights” (2002), su primer disco y el que les hizo valer tempranamente de fama internacional, como “NYC”.
El espectáculo de luces se intensificó al final de su show en canciones como “All the Rage Back Home”, logrando una atmósfera íntima pese a las magnitudes del recinto. Uno de los momentos más emocionantes de la noche se produjo cuando Banks empezó a cantar “Pionner to the Falls” y todos los otros instrumentos, menos la presencia leve de los platos de la batería, pararon para dejar al cantante interactuar solo con el público, que le siguió coreando. La ovación llegó cuando a final del verso “I felt you so much today” todos los instrumentos se unieron de nuevo, retomando con fuerza la canción y generando uno de los momentos más memorables del concierto. La banda, que cerró con “Obstacle 1”, recibió una aclamación general llena de sentimiento por parte de todo el público. Veintidós años de carrera y siete discos de estudio después, Interpol se coronan como una de las bandas con más potencia y madurez del indie rock de los 2000. Por muchos años más pudiéndoles celebrar de la mano.
Texto y fotos: Karen Montero