La promotora musical Piñata y el Festival de Jazz de Barcelona se aliaron para traernos el potente jazz-funk de Ghost-Note a la (2) de Apolo. La numerosa banda (ocho componentes), originaria de Dallas, presentaba “Mustard n’Onions” (Artistry, 2024), no era cuestión de dejarlos escapar.
Robert “Sput” Searight, junto al percusionista Nate Werth (quizá les suene Snarky Puppy), intentaron no alejarse mucho de sus nuevas composiciones, aunque la espontaneidad floreció en el método utilizado durante toda la noche.
Un espectador, con conocimiento de causa, nos hizo una reflexión, nada baladí: tocan muy bien, pero necesitan una canción que enganche. En parte, nuestro amigo, tenía toda la razón. Sin embargo, el propósito de Ghost Note, se orienta hacia una dirección bien diferente. Cierto es, que en sus grabaciones de estudio, marcan pautas apellidadas, cosa que no ocurre cuando están tocando en directo. Todos juntos, con la pasión del vivo, se lanzan a una “jam” desbocada donde tanto aparecen sonidos furibundos como alguno fuera de modulación. Intentamos explicarnos.
Ese intento de abarcar a James Brown, George Clinton o Prince (el último tercio pareció un homenaje) o esos experimentos vocales del cantante Mackenzie Green, emulando a Marvin Gaye o Stevie Wonder, no salieron del todo mal. Quizá el problema, de encaje, residió en el cambio de estructura de cada tema. El pulso funk siempre estuvo despierto: arrebatador cuando recordaba a los JB’s e incluso mordaz e intenso, si sonaban destellos de Steely Dan o Gino Vanelli (no se asusten). Lo que no cuadró fue ese dance interruptus que alejaba, a los bailadores, del subyugador movimiento. Cada vez que el cuerpo se movía, el combo optaba por apacentar el ritmo o incluir algún solo improductivo, como los del teclista Dominique Xavier Taplin. No hubo manera de romper caderas.
Los impacientes reclamaban el impulso del bajista MonoNeon (habitual extra de la formación que pronto nos visitará). Con él, hubiéramos ganado color y quizá algo de músculo rítmico, aunque tampoco hubiera superado el buen hacer de Justin Mckinney, músico de tronío.
La tonalidad viró a rojo fuego cuando apareció Sara Reich. Ayudándose del tremendo empuje de los músicos, que en este momento se lanzaron a tumba abierta a homenajear al Padrino del Soul, se marcó unos espléndidos pasos de claqué que pusieron a prueba la resistencia del escenario, uno de los momentos cumbres de la función junto al desatado cierre del show.
Pocas veces se pueden ver, en un escenario, músicos del calibre que presenta Ghost Note. Su eficiencia es más que notoria, lindando la excelsitud. Si no hubo jolgorio extremo, es posible que fuera por esa amalgama de sonoridades incluidas en su repertorio (hablamos de África, Brasil, etc…), en ocasiones no demasiado bien engarzadas y esa manía o vicio de romper la exaltación para el lucimiento personal.
Los Ghost Note no defraudan nunca, tan solo despistan. Embutir en el mismo saco a Sly & The Family Stone, Earth, Wind & Fire, Cameo, Kool & The Gang, B.T, Express, más los anteriormente nombrados y no caer en un ridículo simulacro, no está al alcance de todo el mundo. El público que ocupó tres cuartas partes de la sala, lo acreditó con entusiasmo.
Virtudes y debilidades. Como cualquiera.
Texto: Barracuda
Fotos: Nicolás Coitino