No siempre lo que empieza como un trueno, acaba con la misma potencia. Algo parecido sucedió en el concierto que Foy Vance ofreció en un Upload a media asta.
El cantautor norirlandés (apadrinado por Ed Sheeran, dato importante) está de celebración. Su, teórica, obra maestra titulada “Joy of nothing” cumplió 10 años en 2023. Desde entonces, el galardonado artista, está celebrando la dicha con una gira mundial bautizada “Regarding the Joy of Nothing”. Esta conmemoración llegó a la sala Upload de Barcelona, después de haber visitado Madrid y Donostia, si hablamos de territorio nacional.
Este ligero tour, lo ha concebido tan solo con guitarra acústica, piano y esa voz que parece inconfundible, pero que, en el fondo, no lo es tanto. Le acompaña, en este viaje, la cantante tejana Bonnie Bishop, hipotética telonera que se excedió, en su cometido, más de lo que debiera. Ella inició una actuación irregular y la finiquitó, confundiendo al personal, en una conclusión, a dúo, alargado en demasía; ya nos perdonará, pero no es Bonnie Raitt; sin novedad en el frente.
A Vance le han comparado (la misma monserga de siempre) con Van Morrison o Ray LaMontagne por su voz emotiva y áspera. Permítanme que les lleve la contraria, porqué, puestos a contrastar, a uno le recuerda mucho más al primerizo Springsteen de “Greetings from Asbury Park, N.J.” que a los antes nombrados. Esto no quiere decir que nuestro amigo, del curioso mostacho, no tenga personalidad propia y dignifique a sus predecesores como en la monumental “Janey”: “When I meet her eye, Janey always breaks a smile. Cash said, “life’s a road that is only lit by those that you love”, and Janey knows it”. Genuflexión.
Todo empezó a las mil maravillas con Vance interpretando al piano “Closed hand, full of friends”. Tremendísimo arranque, de aquellos en los que piensas: nada de lo que venga será mejor, podemos irnos a casa. El primer tercio del show fue inmejorable, en él encontramos al mejor Foy Vance, el artista que puede rugir como un león y, al cabo de pocos segundos, convertirse en un bello y suave pájaro cantarín. En la tesitura lenta encontramos los mejores hallazgos: “Joy of nothing” («The joy of nothing is the sweetest something and I will hold it on my heart»), “I was good”, “Regarding your” o “Guiding list”, cuatro de sus perlas más apreciadas. Era ilógico quedarse únicamente con las canciones del disco homenajeado, contiene diez más tres que han añadido en la Anniversary Edition, muy buenas, por cierto. Así que también incluyó, entre otras, su gran éxito “Coco”, coreada por los asistentes o “Picasso plates”, esta ya cantada en el mini set de cierre con Bishop (parece que por la mañana, visitaron el museo del controvertido pintor malagueño).
Contrariamente a lo que debería suceder (los crescendos ayudan a salir satisfechos de los locales) la actuación fue perdiendo fuelle, hasta llegar a este mencionado tramo conjunto que lo único bueno que aportó residió en un sentido acento góspel y en “You and I”, aunque en una versión muy inferior a la original con Bonnie Raitt.
Al final nos quedó la sensación de que el cansancio se fue apoderando del show. Quizá el repertorio acusa monotonía o la interpretación redundancia. En nuestra humilde opinión, el éxito se quedó a medias, aquellas palpitaciones iniciales acabaron convirtiéndose en hielo. Muchos gozaron de lo lindo, el que escribe estas líneas menos. Otra vez será.
Texto: Xavier Urrejola
Fotos: Marina Tomás Roch