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Bob Dylan – 02 Universum (Praga)

 

 

 

Los tres conciertos que Bob Dylan ofreció en Praga el pasado fin de semana fueron el pistoletazo de salida del que presumiblemente vaya a ser el tramo final de su Rough and Rowdy Ways World Wide Tour. También el inicio de un segundo acto en toda regla para esta gira que devolvió el bardo de Minnesota a los escenarios después del parón pandémico, y cuya conclusión llevaba tres años anunciándose de cara a este 2024 –si no hay ningún cambio de última hora, los últimos conciertos serán el mes que viene en el Royal Albert Hall londinense.

 

Dylan ha regresado a Europa –esta vez no tiene previsto pasar por España- con el mismo formato con el que nos visitó hace dos veranos, pero con cambios bastante sustanciales tanto en el repertorio como en el seno de su banda. El primero sigue teniendo como columna vertebral la obra más reciente del norteamericano, Rough and Rowdy Ways (2020), pero a su vez desentierra joyas pretéritas que gran parte de su parroquia daba ya por liquidadas.

 En cuanto a la banda, conserva la misma formación con la que se presentó el pasado verano por Estados Unidos dentro del Outlaw Music Festival, el evento itinerante encabezado por Dylan y su viejo camarada Willie Nelson. Se confirma pues la marcha del polifacético multiinstrumentista Donnie Herron. Pero ahí se mantienen bien firmes Tony Garnier (bajo), Bob Britt y Doug Lancio (guitarras). También ese batería de baterías que es Jim Keltner, que sorprendentemente se reincorporó a las filas dylanianas durante la citada campaña veraniega.

 Arranque majestuoso

La segunda noche en Praga arrancó con una majestuosa «All Along the Watchtower» y una eufórica «It Ain’t Me, Babe», ambas recuperadas durante el mismo Outlaw Music Festival, con todo el engranaje funcionando ya a pleno rendimiento y Dylan, sereno y ocasionalmente jovial tras su piano, presumiendo de una fortaleza vocal francamente envidiable a sus 83 primaveras.

La primera cita a Rough and Rowdy Ways fue una robusta «I Contain Multitudes», donde la batería de Keltner y el piano de Dylan dibujaron una cadencia casi lennoniana. «False Prophet» se zambulló en las profundidades más nocturnas del blues de Chicago, y «When I Paint My Masterpiece» emergió como un ejercicio de jazz bastardo, con toques latinos y edificado sobre la línea melódica de «Istanbul (Not Constantinople)», el estándar popularizado en su día por los Four Lads.

 El tono crepuscular de «Black Rider» y «My Own Version of You» contrastó con el desparpajo rhythm & blues de «Watching the River Flow». Y entonces cayó un «Desolation Row» de tempo acelerado, con Keltner marcando el ritmo como si se tratara del «Peggy Sue» de Buddy Holly (sí, en serio). Fue uno de los momentos más ovacionados de la noche, y precedió a los paisajes pantanosos de «Crossing the Rubicon».

Punto y aparte

Si algo no ha cambiado respecto a las anteriores convocatorias de esta presente gira, es el punto y aparte que supone «Key West (Philosopher Pirate)». La que ya debería considerarse como una de las grandes composiciones de Dylan, ha crecido en directo hasta límites que van más allá de cualquier calificativo. Momento álgido del repertorio sin lugar a dudas, su desarrollo instrumental invocó por momentos el espíritu de Grateful Dead o incluso de Television, pero sin querer emular a los unos ni a los otros.

 La recta final del concierto fue de auténtico impacto. Nadie podría haber apostado que Dylan recuperaría a estas alturas «It’s All Over Now, Baby Blue», y menos aún «Dignity». Si la primera se manifestó sorprendentemente reconocible tratándose de quien nos ocupa, la segunda se reencarnó en un elegante ejercicio de jump blues bailongo.

Una frágil «Mother of Muses» y una agitada «Goodbye Jimmy Reed» condujeron hasta el gran cierre con la eterna «Every Grain of Sand», donde Dylan tocó la armónica no una sino dos veces. Y en ambas ocasiones se marcó estratosféricos solos de blues, reafirmando una vez más su capacidad innata de salirse por donde nadie se lo espera. A cinco décadas de su histórica reunión con The Band, el milagro no es que este señor siga aún en la carretera, sino que se disponga a culminar otra etapa que ya se perfila canónica.

 

Texto: Oriol Serra

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