He venido a tocar las canciones que a mí me apetezca
Europa nos sigue quedando lejos de muchas giras y conciertos. De festivales no, porque eso es harina de otro costal, pero muchos conciertos en salas y teatros quedan fuera de nuestro alcance y no se baraja otro remedio que el de viajar al norte —bastante al norte—. Para disfrutar de la esperada gira en solitario de Ryan Adams elegí la ciudad inglesa de Liverpool.
El evento tuvo lugar en el Teatro Olympia. Un recodo centenario, con el paso y el peso del tiempo gabado en el grana de sus paredes, su decoración antigua y un persistente olor a rancio en el interior, mientras afuera la lluvia inglesa custodiaba la zona.
Ryan Adams, el artista de Jacksonville, Carolina, hizo presencia con extrema puntualidad en un auditorio emocionado y abarrotado. Le aguardaba un escenario austero, sencillo y sin la parafernalia propia de los gustos y aficiones que el artista muestra en sus giras eléctricas. Únicamente cinco guitarras, cuatro de ellas rodeando el centro, otra a un lado y un piano de pared al otro.
Antes de empezar el set agradeció al público su asistencia y mostró gratitud por poder tocar de manera intimista las canciones a sus fans. Rogó que no perdiéramos detalles por el hecho de hacer fotos, incluso amenazó con dar por terminado el concierto en el momento de ser flasheado. No hubo necesidad.
Inició con la fuerza de un bis como es <Sweet Carolina>, transmitiendo una energía y conexión máxima. Inmerso en la penumbra, únicamente iluminado por un parco set de siete luces, las cuales se encendían según su posición y momento.
Siguieron <Ashes and Fire> y <Everybody Knows> para pasar a <Gimme Something Good>, el tema que abre el álbum homónimo y del cual se celebraban sus diez años de publicación. Avanzaban los temas encandilando oídos a pesar de la megafonía sencilla y poco actualizada, pero suficiente para su voz, alejada ya de los excesos del tabaco, la bebida y las drogas.
Aplicó especial énfasis al llegar al álbum Prisioner, cuando a modo de contador de historias recordó a su fallecido hermano Chris, hablando sin tapujos de la herida que le produjo tal pérdida y de cómo el disco supuso para el ‘un túnel y un largo camino de dolor hasta la sanación completa’. Ahora es un hombre feliz y pleno.
La interacción con el público llegó hasta niveles propios de conversación, donde un anónimo Robbie se dirigió a él para transmitir un mensaje a voz plena y al cual, un Ryan resignado respondió: ‘lo siento, pero me es imposible descifrar vuestro acento, espero que no me lo tengáis en cuenta, también espero que vosotros sí podáis entender el mío’. Ni tan mal para Robbie, pues recibió un tema improvisado en honor a su aportación.
‘Me han pedido que versione a una banda de Liverpool para la ocasión y les he dicho que versionaría a The Doors’. Con esa muestra de humor ácido introdujo uno de los dos covers de la noche que, sucedido por un hipnótico Wonder Will, dio cierre al primer bloque de la noche y abrió un descanso de veinte minutos, ‘para contribuir a vuestro alcoholismo’, en palabras del propio Ryan.
El segundo arrancó con <The Shadowlands>, con la garganta fresca y con ganas de más canciones. Disfrutamos <This House Is Not for Sail> o <Please Do Not Let Me Go>, ambas del disco Love is Hell, el cual cumple veinte años desde su publicación y que junto al de nombre homónimo debían copar el setlist, pero como el artista dijo: ‘he venido a tocar las canciones que a mí me apetezca’, algo que repitió tras recibir del público la petición de versionar el <Wonderwall> de Oasis.
Llegados a las dos horas y media de concierto y con apoteósicos <Do You Still Love Me Baby> o <Dear Chicago>, Ryan Adams seguía sin mostrar el más mínimo ápice de fatiga por su parte. Por la nuestra, éramos incapaces de ver el final del espectáculo ante semejante cantidad de canciones elevadas al nivel clásicos que se sucedían una tras otra. Pero lo bueno siempre termina y en este casó terminó con <Pick Me Up> y la imposibilidad de imaginar el más mínimo reproche a la velada. Bueno, se olvidó de <Let it Ride> y alguna otra de preferencia personal. Perdí la noción del tiempo que estuvimos aplaudiendo en pie. Me alegro infinitamente de que Ryan Adams haya vuelto, sano y divertido. Los soldouts de la gira garantizan que un vasto número de personas también se alegra.
Texto: Mario Silvestre