La suerte de los todavía vivos
Es una suerte poder ver aún a Mudhoney. Con algunas de aquellas bandas de Seattle surgidas tras ellos ya desaparecidas y otras tocando en pabellones o en festivales al aire libre, la oportunidad de disfrutar en sala y a estas alturas de la historia a Mark Arm (voz y guitarra), Steve Turner (guitarra) y Dan Peters (batería) –acompañados desde hace ya más de veinte años por el bajista Guy Maddison- es una buena ventura difícil de igualar. Me desplazo al evento con ese karma en la cabeza, y esa emoción se suma, en este primer lunes lectivo de septiembre, a la que siento por la vuelta al cole de lxs niñxs.
Una vez en el lugar nos encontramos fuera a Peters avituallándose, que saluda y nos dirige con sus enormes brazos hacia la sala. Dentro celebramos ver de nuevo el stand de merchandising después de la polémica surgida en el bolo de dos años atrás. No parece que los precios hayan crecido en relación a otras fechas de este tour.
Y ahí salen los Mudhoney con veterana calma. Las notas de “If I Think” y su gemebunda letra sirven de intro, pero tras la canción, Arm se queja de encontrar a sus pies una camisa sucia en lugar de ropa interior femenina. Las delicias de ser la banda seminal del grunge. Los set-lists de esta gira son, como de costumbre, progresivos en ritmos, y consecuentes con sus hits y con casi todos sus discos. Su último y doceavo álbum, Plastic Eternity, es de 2023, así que se puede decir que vienen presentándolo. Y eso hacen interpretando en segundo término “Move Under”, a la que se suma luego “Almost Everything” el tema más reconocible del nuevo disco y uno de los cortes en los que Johnny Sangster, el productor, ayudó tanto a acabar de redondear la composición, que acabó acreditado; la primera vez que Mudhoney acredita a alguien foráneo. En adelante suenan la tranquila “Little Dogs”, “Souvenir” y “Tom Herman’s Hermits”, que completan un bloque casi seguido de su novedad discográfica del año pasado.
Sorprende “Nerve Attack” con esas voces a lo Iggy Pop. Y con el clásico riff de “Get Into” nos remangamos la camisa de franela para entrar en materia, “Get me out, let me in…!”. El cumplimiento con su pasado discográfico también guarda una parte para el Fudge de 1991: suenan una detrás de la otra “Good Enough” y “Let it Slide” con cuyo estribillo se hace la locura. El público de la generación original se agolpa en la parte trasera, pero las primeras filas las puebla una chavalería que no vivió la era del pelo cardado en la MTV y que se lo está pasando teta.
También suenan seguidas, como hace dos años, las dos caras de aquel single de 1988, la B “Sweet Young Thing” y la A “Touch Me I’m Sick”, cuya letra llevamos tatuada en el lóbulo frontal y con la cual lavan la ropa en sudor los de las filas delanteras. Después de un bloque dedicado a los últimos discos podemos escuchar “One Bad Actor”, incluida en el no suficientemente valorado EP Morning in America (2019) editado con temas no incluidos en Digital Garbage (2018), y cuyo inconfundible riff stoner se siente como el regalo definitivo. Pero no es así, en los bises ofrecen otro himno, “Suck You Dry”, que redondea un repertorio fulminante, interpretado a ritmo creciente y con una furia ácida, explosiva.
Antes apelaba a la historia, historia en este caso vivida en primera persona: la voz en grito de Arm resuena a identidad colectiva y el sonido bigmuff es hoy una celebración de aquellos lejanos años noventa. Porque quizá el grunge nunca existiera como estilo, o quizá murió con Cobain, Staley, Weiland y Cornell, pero lo que hoy aun es palpable es que la banda que metió el ruido necesario para crear aquella gran bola de nieve, en el Condado de King y en el mundo entero, está todavía en pie.
Y nosotros estamos aquí para sentirlo y contarlo.
Texto: Pacus González Centeno
Fotos: Sergi Fornols
Me alegra ver que Ruta 66 avanza hacia la inclusión permitiendo que colaboren en ella niños de 8 años.