Se acumulan los candidatos al mejor concierto del año, calificación siempre subjetiva y caprichosa a la que no deberíamos hacerle excesivo caso. El riquísimo espectáculo sonoro que ofrecieron los irlandeses Lankum en una Sala Apolo repleta, se merece estar entre lo más destacado de este 2024. Por calidad, intensidad, escrupulosidad, riesgo y, sobre todo, porqué tuvieron las agallas de interpretar, de cabo a rabo, su última monumental experiencia titulada “False Lankum” (Rough Trade, 2023), ejercicio que no está muy en boga hoy en día.
Es posible que alguien se sorprendiera al ver tanta gente apiñada en el recinto del carrer Nou de la Rambla. La música de los de Dublín, no es precisamente un trago fácil de digerir, pero el éxito de convocatoria tiene fácil explicación: Lankum es uno de los referentes de (permítanme la licencia) la factoría Primavera Sound y ya sabemos el gancho que esta marca conlleva. Si a eso le sumamos la comunidad británica residente en Barcelona (ellos fueron los coros en las canciones tradicionales) y las excelentes críticas recibidas por su tercera producción con la actual nomenclatura (los tiempos de Lynched quedaron atrás), está todo esclarecido.
Al cuarteto habitual, es decir: Rodie Peat, Cormac Mac Diarmada y los hermanos Ian y Daragh Lynch, se unieron, para la ocasión, el productor John “Spud” Murphy (teclados y samples) y el rotundo percusionista John Dermody, dos de las piezas claves en la grabación de estudio.
No es sencillo estar en silencio de pie y consumiendo cerveza, sin embargo, en general, la actitud del público (descartando a los que no callan ni con bozal puesto) fue correcta y educada. Los que se quejaron (en el concierto de Richard Hawley sucedió lo mismo) no sabían a dónde habían ido, ya que a excepción del festivo final con “Bear Creek”, todo lo demás era para tomárselo muy en serio, en estado casi de meditación. Ese inicio de ocho minutos con la voz de Peat aflijida en, la tan hermosa como lúgubre, “Go dig my grave” (voy a cavar mi tumba), no era para estar charlando sobre fútbol.
A excepción de “The rocks of Palestine” (adaptación del “The rocks of Bawn” de Arcady), el magnífico cover de “One a Monday morning”, obra del fallecido cantautor inglés Cyril Tawney, la tradicional “The Wild Rover” y la citada “Bear Creek” (ambas extraídas de “The livelong day”, 2019), el resto fue un calco de “False Lanktum”, incluso tocaron las piezas en el mismo orden, salpicadas por las “Fugue” I,II y III.
Resulta prácticamente imposible destacar algo en concreto, en todo caso incidir en adjetivaciones. Podríamos quedarnos con la brillantez de “Clear away in the morning”, esa perfecta conjunción de tradicionalidad y distorsión que destella “Master Crowley’s”, el atrevimiento diabólico de “The New York Trader” o el final apocalíptico con “The turn”, algo así como Swans pasado por filtro celta. Si me lo permiten, uno se queda con la maestría de “Newcastle” y “Lord Abore and Mary Flynn”, una historia de amor a lo Romeo y Julieta que no acaba demasiado bien, por supuesto.
Plano y aburrido han sido algunos de los comentarios leídos en redes. Discrepo totalmente. La paleta sonora de Lankum es inmensa, repleta de colores, si quieren oscuros, pero llenos de beldad. Una hermosura que embriaga, asombra y te deja helado. Quizá algunos tiemblen de miedo con su música, otros lo hacen de emoción. Una singular pesadilla antológica.
Texto: BARRACUDA
Fotos: Sergi Fornols