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Joana Serrat – Canopy Madrid Castellana

En un mundo perfecto los asistentes a un concierto de la enorme Joana Serrat se contarían por miles, y no por cientos. Pero la de Vic hace una música que, al menos en este país nuestro, es minoritaria, qué le vamos a hacer. Ese rock de raíces, que no disimula que sus orígenes están en el folk y el country, no vende aquí como otras «músicas» a las que no quiero referirme.

En un mundo perfecto la cita habría sido en un saloon de madera con una larga barra en la que se serviría, sobre todo, zarzaparrilla. De hecho, sería un antiguo granero reconvertido en sala de conciertos, y después de Joana Serrat se subirían al escenario Margo Cilker y su banda. Pero ya hay que agradecerle a los organizadores (estaremos atentos al ciclo MomentaZos del Canopy Castellana) sus esfuerzos por montar el bolo en el hall de un hotel elegante y con un sonido muy bueno, a pesar de un escenario improvisado resuelto con oficio.

En realidad todo esto es un poco exagerado, porque la cantautora se distancia, poco a poco, de esos sonidos campestres con cada álbum. «Big Wave», su maravilloso LP de este año, incorpora efectos e instrumentos que no serán del agrado de los más puristas. Pero sus canciones son tan, tan buenas, que todo hijo de vecino se tiene que rendir a sus encantos.. y a su voz. Me imagino a Pete Seeger llorando de placer y enfundando su hacha corta-cables.

Joana se hace acompañar maravillosamente por su hermana Carla, a los teclados y voces, y su hermano Toni, un batería excepcional. Además, Rubén Alcázar, al bajo y al Moog, y Vidal Soler, un guitarrista de lujo que ofreció los solos más espectaculares.

Salieron al escenario con paso seguro y atacaron, en riguroso orden, «The Cord», «Feathers» y «Freewheel». Estaba claro que era el momento «Big Wave», el disco que vendió y firmó muy amablemente cuando terminó la música.

Desamor, arrepentimiento, el pasado que nos atormenta… todas esas melancolías presentes en sus letras nos ensanchan el corazón, sí, pero, de nuevo, tenemos que referirnos a la comercialidad. Joana Serrat es demasiado sublime y profunda como para atraer a las masas. En un mundo perfecto «Cross the Verge», «Dripping Spings», «Hardcore from the Heart» y «Big Wave», los mejores discos que se han publicado en este país en la última década, se venderían por millones. Pero, a cambio, podemos estar en sus conciertos a dos metros de ella, cómodamente, sin que moleste una muchedumbre enfervorizada. No hay mal que por bien no venga.

Y bien, la próxima cita es con los Riders of the Canyon, en Bilbao, así que dejo de escribir y me voy a la web de Ryanair. Nos vemos allí, envueltos, en esa tristeza, que nos encanta…

Texto: Israel Gil

Fotos: FD

 

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