Acompañando a unas grandes letras “G” y “W” de polietileno que emitían visuales, una cabeza de gamba presidia el escenario de la sala Upload, sus ojos desprendían luz y rayos laser de colores, salvando las distancias la podríamos comparar con el águila de Saxon o el avión de Motörhead, pero en versión Spinal Tap. Este attrezzo, encajaba con el concepto del fin de semana “gambitero” para disfrutar de un buen puñado de bandas, y aunque la jornada del sábado quedó algo huérfana por la ausencia de los californianos Meatbodies, las que subieron al escenario dejaron claro que tenían ganas de formar parte de la diversión generalizada.
Si un joven Ian Curtis, con el pelo algo oxigenado, se dejara caer por el plató de la Bola de Cristal, seguro que saldría algo parecido a la propuesta de Los Yolos. Cargada de desparpajo post generacional, y que miraba a los ochenta con descaro, con un toque bohemio de ciudad y de negro látex para el tratamiento musical, áspero y contundente.
Alvilda supuso el lado delicado, con un power pop rápido, de pincelada ye-ye, de tatuaje y flequillos juveniles de formas rectas. Vía Paris, expresándose en castellano y catalán, derrocharon energía. Su set paso rápido, por lo tanto, y aunque su estructura musical es muy similar a nivel general, es precisamente eso lo que mantuvo el ritmo y nuestra atención.
Imaginad, que para el treinta aniversario de la película “Backbeat (1994)”, se hubiera creado una segunda parte, The Peawees se podrían haber encargado perfectamente de la banda sonora. Los italianos mantienen intacta la esencia high energy de bandas que beben de influencias de cualquier parte del mundo y las llevan a su terreno, siendo éstas fácilmente reconocibles, pero dándoles un carácter propio. Una clara demostración, fue el show que pudimos disfrutar, directos y elegantes, sucios y con la mirada power pop necesaria, desprendiendo todos esos conceptos en temas nuevos como “Plastic Bullets” o “Banana Tree”, y claro, en clásicos como “Road To Rock & Roll” o escogiendo un oldie inmortal “Da Doo Ron Ron” para cerrar su set.
Si hablamos de Detroit, actualmente el nombre de esa ciudad va asociado a Jack White, ya que éste se encarga de darle valor a todo lo surgido en el underground musical de la misma, para que no caiga en el olvido, y en el caso de The Gories, la influencia sobre sus proyectos es innegable. Presenciar un show del trio es volver a lo primitivo, con instrumentos al mínimo exponente, es decir, un par de tambores de pegada sincopada y básica junto a dos guitarras afinadas para cubrir los gruesos y ásperos sonidos del blues de los grandes. Su set bebió de canciones prestadas de blues, retorciéndolas junto a propuesta de su carrera, no en vano “House Rockín’ (1989)”, podríamos considerarlo un clásico y que por supuesto, también tuvo su protagonismo. Solo basta recordar las palabras de Alex Chilton:: The Gories hicieron por el rhythm and blues lo mismo que The Cramps por el rockabilly
Texto: Oscar Fernández Sánchez
Fotos: Marina Tomás