Unas de las citas con más solera del panorama festivalero catalán, cerraba su trigésimo quinta edición con un considerable aumento de público respecto a ediciones pasadas. Certificando que la apuesta de la organización por prescribir calidad sin caer en obviedades es una forma de trabajar válida y muy necesaria en los tiempos que corren.
La última jornada del certamen abría con una Mar Pujol – reconocida en los Premis Altaveu de este año- abarrotando el coquetón teatro de Cal Ninyo en la presentación de su magnífico Cançons de Rebost. La del Lluçanés daba paso al combo que forman Nuria Graham y Aoife Nessa Frances, que nos obsequiaron con un exquisito show bicéfalo que derivó en un dialogo musical en el que ambas creadoras consiguieron su mejor versión: si la catalana aportaba “Gloria», la irlandesa contestaba con «Blow Up», coordinando cambios de instrumentos, con bases rítmicas y presentación de temas nuevos como «Sad, Sad, Motherfucker» o «Be My Lover», capítulo aparte fue la combinación de voces: la sobriedad, profundidad y portentosa voz de Aoife, sirve de trampolín para que la colorista garganta de Núria luzca de una manera estremecedora.
Respirando el ambiente que se cocía en una copada Plaça del Ajuntament se podía presumir que a poco que Xoel López pisará el acelerador su concierto saldría por la puerta granda. Público entregado desde las primeras notas de «Faneca Brava», una competente banda, un Xoel que cada vez coge menos la guitarra, mutando de vocalista a secas a front man acaparador de miradas -incluso aprobando en “outfit “– transmitiendo la sensación de estar disfrutando al máximo de su actual status musical. Provocó un cerrado coro con la perenne «Todo lo que Merezcas», tropicalizó el «El Amor Valiente» de Deluxe y engatusó a todos lo curiosos que se acercaron adaptando a Serrat y Juan Luis Guerra. El gallego cerraba su show con «Tigre de Bengala» asegurando nuevos militantes para su causa.
A medida que la velada avanzaba, tocaba cambiar de localización y visitar el escenario de Can Masallera. Donde la primera en dejar huella fue la vigatana Carla que desplegó su synth pop de largos horizontes de la manera más orgánica posible, dejando un muy buen sabor de boca.
Los Estanques rubricaron su título como únicos habitantes de un universo musical que gira al contrario del resto del cosmos. Cuando comienzan a expandir su pop rock psicodélico de mil madres es imposible no entrar en un estado de alerta para intentar descifrar todos los recovecos de su obra. Musicazos desarrollando complejas estructuras abiertas que parecen que ellos mismo la sabotean para reinventarlas al instante con algo mejor, «Clamando al error» sigue siendo un hit reconocible, esturreando estilos, ritmos e ideas en cortes como en «Don Ding Dong», la celebrada «Mr. Clack» o la marciana «Soy Español, Pero tengo un Kebab». Tantas virtudes los están consolidando como un referente dentro del panorama estatal.
Lo de Mohama Saz a altas horas de la noche se debía decidir como las pastillas de Matrix: largarte en plena incomprensión o zambullirte en la nebulosa. Los madrileños llegaban a Sant Boi tras visitar la semana anterior el Sintonizza de Santa Coloma de Gramanet y después de pasar todo el verano actuando en Estados Unidos. Una hipnosis sonora a través de pasajes aflamencados, tormentas tuaregs y sonidos derivados de la electrificación del Baglama turco. El firme propósito de explorar otras formas de rock alejándose de las influencias anglosajonas pero manteniendo la intensidad, la actitud y la creatividad. No pasaron por alto su último trabajo Máquina de Guerra, recreándose en composiciones como «Baris» o «Yai Yai» mostrando su cara más “Post Saz Rock” y tal fue la experiencia sensorial, que cuando salimos a la calle ya no sabíamos si era de día o de noche, si hacia frio o calor.
Texto: Vicente Merino
Foto: Judit Fernández